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¿Quién atravesará las nuevas fronteras?

¿Quién atravesará las nuevas fronteras?

23 de mayo de 2021

Tiempo de lectura: 5 minutos

Hay diferentes tipos de fronteras. Algunas son fáciles de atravesar, pero otras cuestan más y solo se pueden conquistar a su debido tiempo. Por ejemplo, no podemos decirle a un niño: “Confía en Dios y anda, camina”, si apenas tiene tres meses. No se trata de qué frontera queremos atravesar, sino de quién es capaz de atravesarla. Además de querer llegar a un lugar, también debes estar preparado para hacerlo.

Para ir más allá de las fronteras en lo económico, familiar o ministerial, debemos trabajar con nuestro ser interior. Porque lo que llevamos dentro es lo que nos impulsa. Tiene que ver mucho con la autoimagen. Una persona con sobrepeso decide bajar de peso porque quiere estar saludable, pero no solo es un asunto de dietas y ejercicios, sino de cómo se ve en su interior, qué tan capaz se cree a sí mismo para llegar a un estado de salud ideal y mantenerse ahí “en automático” para que su zona de confort sea siempre estar saludable. Para los que trabajan en su ser interior les resulta fácil conquistar nuevas fronteras.

No adoptemos una falsa confianza para con Dios y para con nosotros mismos. Debemos confiar tanto en Él como en nuestro esfuerzo y capacidades. Yo no fui buen estudiante, pero un día tuve que estudiar en serio y aprendí. Sin embargo, las primeras veces, a la hora del examen olvidaba todo y no sabía qué responder. ¿Por qué sucedió esto? Porque mi autoimagen interna era la de un mal estudiante y vencía al buen estudiante que yo quería ser. No permitamos que eso nos pase.

El Señor se fija en el interior. En el Antiguo Testamento leemos que cuando el profeta Samuel buscó entre los hijos de Isaí al futuro rey de Israel, David no tenía el aspecto de un rey, por eso ni siquiera lo habían llamado para ungirlo aun cuando era él el elegido por Dios.[1]

El ser exterior a veces nos engaña. En un campeonato podemos decir cosas como: “Voy a ganar”, pero si no hemos entrenado y no tenemos seguridad en nosotros mismos, declararlo no significa que ganaremos, y mucho menos cuando no hemos trabajado al campeón que hay en nosotros, ese que se repone cuando va perdiendo, que remonta cuando es necesario, que no se dejará vencer tan fácilmente. Los verdaderos campeones no solo están hechos a base de estiramiento y ejercicio, sino de la autopercepción que tienen de sí mismos.

Dios mira el interior de cada uno. David sabía esto y con esa confianza en Él y en sí mismo se llegó a enfrentar a Goliat,[2] respondiéndole desde su zona de confort, que era la de un ganador porque el pastor de ovejas no sabía perder. Hay que saber reponerse cuando se pierde, pero, contrario a lo que muchos dicen, no se debe “aprender a perder”. No podemos volvernos másters en pérdidas. Ese dicho que dice: “lo importante es participar, no ganar”, es erróneo. Dios no funciona así. Uno no entrena para participar, sino para ganar.

David fue juzgado y medido por su apariencia y muchos lo creyeron arrogante, pero él en realidad solo tuvo confianza en Dios y en sí mismo[3] y se preparó internamente. Por eso date tiempo y trabaja en ti mismo y en tu interior. Que no importe lo que piensen los demás de ti, sino lo que tú y Dios piensan de ti mismo. No por confiar en ti y en tus habilidades niegues al Señor, pero tampoco por confiar en Él dejes de creer en lo que eres capaz.

No serás ese buen estudiante que quieres ser hasta que no te visualices así y te esfuerces para lograrlo, hasta que tu zona de confort esté entre los primeros tres lugares de la clase. Tampoco serás un gran empresario si no lo desarrollas por dentro, si no trabajas arduamente y si no te crees capaz de cerrar grandes negocios. Nunca olvides que eres más que victorioso en Aquel que te ama.


[1] 1 Samuel 16:3-13 (PDT): Invita a Isaí al sacrificio y yo te diré qué hacer. Ungirás a quien yo te indique. Samuel hizo lo que le mandó el SEÑOR, pero al llegar a Belén los ancianos líderes se asustaron y le preguntaron: —¿Pasa algo, vidente? Samuel contestó: —No pasa nada, sólo vengo a ofrecerle un sacrificio al SEÑOR. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio. Samuel purificó a Isaí y a sus hijos y los invitó a reunirse con él para el sacrificio. Cuando llegaron, Samuel se fijó en Eliab y pensó: «De seguro que este es quien el SEÑOR ha elegido». Pero el SEÑOR le dijo a Samuel: —Eliab es alto y apuesto, pero no te fijes en eso. Dios no se fija en las cualidades que la gente ve. La gente sólo presta atención al aspecto de las personas, pero el SEÑOR ve su corazón. Eliab no es el hombre que he elegido. Entonces Isaí llamó a Abinadab, su segundo hijo, y este se acercó a Samuel, pero Samuel dijo: —Tampoco este es el elegido del SEÑOR. Isaí le presentó a Sama, pero Samuel dijo de nuevo: —Este tampoco es el elegido del SEÑOR. Isaí le presentó siete de sus hijos a Samuel, pero este dijo: —Ninguno de ellos es el elegido del SEÑOR. Entonces Samuel le preguntó a Isaí: —¿No tienes más hijos? Isaí contestó: —Sí, tengo otro hijo, el menor, pero está cuidando el rebaño. Samuel dijo: —Manda a traerlo. No empezaremos a comer hasta que él llegue. Isaí mandó que lo fueran a buscar. Su hijo menor era un joven de buen parecer, saludable[a] y apuesto. El SEÑOR le dijo a Samuel: —Este es mi elegido, levántate y úngelo. Samuel tomó el cuerno de aceite y derramó el aceite sobre el hijo menor de Isaí, frente a sus hermanos. El Espíritu del SEÑOR vino con poder sobre David y desde ese día estuvo con él. Luego Samuel regresó a Ramá.

[2] 1 Samuel 17:41-47: Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo. Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos.

[3] 1 Samuel 17:28-33: Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido. David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar? Y apartándose de él hacia otros, preguntó de igual manera; y le dio el pueblo la misma respuesta de antes. Fueron oídas las palabras que David había dicho, y las refirieron delante de Saúl; y él lo hizo venir. Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo. Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud.

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