20 de mayo de 2018
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Vivamos de tal manera que no solo nos recuerden, sino que nos extrañen. Estoy seguro de que Jesús nos extraña a veces cuando un domingo no nos ve adorándolo y tal vez piensa cosas como: “¿Dónde está Jimena? No la escucho cantar, ¡extraño su adoración!”, o “No veo a Roberto, ya extraño que venga”. Él nos extraña cuando dejamos de hacer cosas como orar todas las mañanas, ir los domingos a la iglesia o reunirnos los sábados en grupos de amistad.
Jesús se dejó ungir por una mujer pecadora mientras que Simón, el fariseo que lo convidó a una cena, criticaba y desaprovechaba tenerlo allí, sentado a su mesa.[1] Tuvo la oportunidad de su vida al entrar Jesús en su casa, pero la desaprovechó. Se concentró tanto en recibir bendición que nunca le pasó por la mente bendecir al Señor. No lo saludó con un beso ni le dio agua para lavarse los pies, en cambio, la mujer pecadora, besaba y enjugaba Sus pies con lágrimas y perfumes de mucho valor. Simón juzgó la situación, cuestionó, dudó, menospreció a la mujer que luego Jesús mismo exaltó al decir que sería recordada por su acto de amor y honra.
No se trata de la persona que eres hoy sino de la persona en la que te convertirás al acercarte a Jesús y bendecirlo. No importa tu pasado sin Él sino tu futuro con Él. Simón quiso ser bendecido sin bendecir, pero aquella mujer bendijo sin esperar ser bendecida. ¡Qué más bendición que Jesús dé la orden de que seas recordado por siempre![2] Mayor bienaventuranza es dar que recibir. Usa lo poco que tienes para bendecir a alguien, aun en medio de tu necesidad. Si un día solo tienes dos panes y no tienes para comprar más, comparte uno con tu vecino porque acaso él esté peor. Estamos tan concentrados en lo que nos hace falta, que se nos olvida usar lo poco que tenemos. Atrévete a creer que Dios puede hacer milagros con lo poco que tengas para dar.
¿Por cuáles acciones deseas ser recordado? Está claro que aquella mujer no pasó a la historia por ser pecadora, sino por su honra y generosidad con Jesús. Por cierto, nunca recuerdes a la gente por las cosas malas que hicieron sino por las buenas, como Dios tantas veces lo hizo con Israel.[3] Aprendimos a llevarle nuestras cargas al Señor, pero no es lo único que debemos hacer. A veces, pareciera que aprovechamos Su bondad de forma equivocada porque sabemos que Él, pase lo que pase, nos perdonará; sin embargo, debemos replantear nuestra forma de amarlo. Bendice al Señor y te aseguro que Él te bendecirá.
En el Nuevo Testamento leemos que Marta cocinaba para Jesús, pero estaba afanada y su mente estaba en otra parte; decimos que no aprovechó la mejor parte, no estuvo a los pies de Jesús, escuchándolo como su hermana, pero ella sabía que atenderlo era lo correcto.[4] Suele pasar que nos preparamos para hospedar a alguien “importante” y procuramos que esa persona se sienta especial. Pero, a veces, tenemos la oportunidad de hospedar ángeles y no lo sabemos[5], así que seamos buenos anfitriones siempre. Ofrezcamos lo que tenemos, prestemos un dormitorio para descansar, alimentemos a quien tiene hambre y vistamos a quien tiene frío. Provoquemos que Dios y las personas nos recuerden por nuestra disposición a dar y servir con amor. Seamos de los que piensan en qué pueden dar, no solo en qué desean recibir. ¡Esforcémonos por bendecir y recibiremos la bendición de ser recordados con gratitud!
[1] Lucas 7:36-50: Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.
[2] Marcos 14:9: De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.
[3] Isaías 43:21-25: Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará. Y no me invocaste a mí, oh Jacob, sino que de mí te cansaste, oh Israel. No me trajiste a mí los animales de tus holocaustos, ni a mí me honraste con tus sacrificios; no te hice servir con ofrenda, ni te hice fatigar con incienso. No compraste para mí caña aromática por dinero, ni me saciaste con la grosura de tus sacrificios, sino pusiste sobre mí la carga de tus pecados, me fatigaste con tus maldades. Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.
[4] Lucas 10:38:42: Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
[5] Hebreos 13:1-2: Permanezca el amor fraternal. No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.
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