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Retomando nuestra confianza en Dios

Retomando nuestra confianza en Dios

04 de febrero de 2018

Tiempo de lectura: 6 minutos

Todos, en algún momento, dejamos de vivir por vista y comenzamos a vivir por fe. Sin embargo, no llegamos a ese estado sin enfrentar una etapa de dudas. Probablemente, estás confundido y tu capacidad de soñar se acaba, pero tendrás un punto de quiebre donde las cosas cambiarán y digas: “Señor, a pesar de mí, Tu plan se logrará”.

Cuando dudé de mi llamado como pastor, el Señor me dijo: “¿De qué sirve que todos crean en ti si tú no crees? ¿De qué les servirá a todos dudar de ti cuando tú sí creas?” Para caminar en fe es necesario comprender algo, la fe no es inferior a la razón, sino superior. Que no entendamos un suceso no significa que sea imposible. Cuando declaramos que se puede, empezamos a encontrar la forma de lograrlo. Cuando damos un paso de fe, podríamos lucir ridículos ante los demás que nos observan y juzgan ―pues si ni siquiera nosotros sabremos cómo será posible, menos lo sabrán ellos―; pero si creemos que es posible, Dios revelará la forma de lograrlo.

La Biblia está llena de situaciones extraordinarias: un anciano que abre el mar solo con levantar una vara, un grupo de personas que rodea los muros de una ciudad para que se caigan, pescas milagrosas, agua convertida en vino… Son historias extrañas que nos hacen comprender que habrá momentos cuando la razón dirá “Esto no es posible”, pero la fe nos demostrará lo contrario. Aunque las cosas no lleguen a estar bien alguna vez, alégrate en el Señor, tu Salvador,[1] y declara que te recuperarás. No sientas temor a la duda; cuando ella te visita es porque Dios está a punto de hacer algo importante en ti y solo espera que confíes plenamente en Él.

Siempre habrá cosas que no entendamos, aunque lo importante es estar convencidos de que funcionarán. ¿Qué interesa más? ¿Entenderlas o que funcionen? Pues ¿de qué sirve entender las cosas cuando no funcionan? Mejor es creerle a Dios por algo que no entendemos, pero que sabemos que funcionará.

¿Recuerdas la parábola de los talentos? El hombre con cinco talentos negoció y obtuvo cinco. El que tenía dos, negoció y obtuvo dos. El que tenía uno, dudó, tuvo miedo y lo enterró. Pensó que tener uno solo era lo mismo que tener muy poco y prefirió enterrarlo.[2] No se trata de la cantidad que tengas sino de lo que eres capaz de hacer con esa cantidad, lo que harías con lo que Dios te dio. En una carrera de automóviles, todos los pilotos confían plenamente en su auto, de lo contrario estarían dudando en su desempeño, aun antes de empezar la competencia. Tu vehículo es la medida de fe que Dios nos dio a todos, pero la fe también exige tu confianza. Si hubiera hecho caso a mis dudas, si me hubiera dejado vencer por mis temores y entierro el poco talento que el Señor me dio, nunca me hubiera decidido a predicar y Casa de Dios no existiría. Debes usar lo que tienes. No menosprecies los talentos que Dios te ha dado. Piensa de ti mismo de acuerdo con la fe que tu Creador te dio.[3]

En el Antiguo Testamento, leemos que Abraham y Lot pactaron la distribución de la tierra en los alrededores del Jordán. Lot se guio por vista y no por fe, por eso, escogió la tierra más fértil, la que era de riego y estaba situada a orillas del río;[4] sin embargo, ¿quién de los dos resultaría más bendecido? Abraham caminó por fe, sabía que había una promesa de bendición para él sin importar la tierra que recibiera. Cuando Dios cumpla Su promesa, poco le importará si la tierra que habitas es un desierto o un prado, porque Su pacto es contigo, no con la tierra que te toque.[5] Seamos personas que se creen bendecidas, no que buscan bendiciones. Nuestra familia debe saber que tiene bendición sin importar las circunstancias. Abraham ya era ganador solo con saber que contaba con la bendición de Dios. Cuando te aferras a la promesa del Señor, no importa qué te ofrezcan los demás porque sabrás que Su bendición para ti es mayor.[6]


[1] Habacuc 3:17-19: Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar.

[2] Mateo 25:14-26: Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.

[3] Romanos 12:2-3: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

[4] Génesis 13:7-11: Y hubo contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado de Lot; y el cananeo y el ferezeo habitaban entonces en la tierra. Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos. ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda.

10 Génesis 13:7-11: Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego, como el huerto de Jehová, como la tierra de Egipto en la dirección de Zoar, antes que destruyese Jehová a Sodoma y a Gomorra. Entonces Lot escogió para sí toda la llanura del Jordán; y se fue Lot hacia el oriente, y se apartaron el uno del otro.

[5] Génesis 12:1-3: Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.

[6] Génesis 14:17-24: Cuando volvía de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el Valle del Rey. Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo. Entonces el rey de Sodoma dijo a Abram: Dame las personas, y toma para ti los bienes. Y respondió Abram al rey de Sodoma: He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram.

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