09 de septiembre de 2012
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Sabemos muy bien que necesitamos sabiduría para cada día y momento, por lo que debemos buscarla constantemente. David obtuvo sabiduría al tener íntima relación con Dios cuando oraba y alababa en los campos, al cuidar de las ovejas de su padre. Salomón obtuvo sabiduría al observar la naturaleza y lo que ocurría en la tierra. Todos podemos obtener sabiduría a través de la oración y de la observación. Porque la necesitaremos para escoger siempre. No subestimes ni la más pequeña decisión que debas tomar porque puede ser el inicio del cambio en tu vida.
La Palabra en Deuteronomio 30:19 nos dice que el cielo está por testigo de que tenemos delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición. De nosotros depende escoger la vida que disfrutaremos junto a nuestra descendencia.
Muchas veces vemos a la familia y nos preguntamos si hemos tomado las decisiones correctas, porque queremos lo mejor para nuestros hijos y nietos, pero a veces el mundo nos confunde y engaña. Por eso, Dios pone al cielo por testigo para que sepamos que nos dio el poder de tomar lo bueno y hacer a un lado lo malo. El infierno quiere que acabes tus años con dolor y llanto. Quiere que tus generaciones sufran, pero tú puedes tomar la decisión de que se cumplan los deseos de Dios y no los del diablo. Nuestras decisiones implican lo que seleccionamos para la vida. Eso que escogemos determina la dirección de nuestras acciones presentes y futuras. Si lo analizas, tus decisiones determinan tu destino.
Lo que te suena una catástrofe en la vida de alguien es producto de las decisiones que esa persona tomó. Así como lo que te parece una gran bendición. Dios quiere que aprendas de lo bueno y lo malo que ves a tu alrededor. El diablo quiere que cierres los ojos para no adquirir sabiduría, pero ¡no le des el gusto! Cuando era muy joven, mis decisiones me llevaron a un instituto mental, pensaba que mi vida estaba acabada, que ya todo estaba dicho, pero no fue así. Dios me enseñó que yo tenía algo diferente y que eso me sacaría de la desesperación. Muchas veces queremos ser igual a otros para sentirnos aceptados, pero no nos damos cuenta de que seremos galardonados por nuestras diferencias, por lo bueno que hagamos que otros no hacen. Al contrario, pagamos un precio muy alto por hacer lo malo que otros hacen. Toma la decisión de ser diferente de quienes actúan mal. Eso es sabiduría.
La sabiduría implica aprender a acortar el tiempo entre lo que sabemos y lo que hacemos. Hay una relación directa entre el conocimiento y la acción, pero solo tú puedes hacer que ese vínculo sea productivo. Todos pueden opinar, pero es la opinión de Dios la que cuenta. Así que esfuérzate por escucharlo y hacer lo que te pide. El éxito de lo que emprendas depende de ello. Busca a Dios, no al éxito y tus decisiones te llevarán a hallar el bien.
Es por eso que cuando murió Moisés, Dios le dijo a Josué que no se apartara de la ley, que la meditara día y noche, y que la compartiera. En Su Palabra está la sabiduría que necesitas para lograr el éxito. Ponerla en práctica es la mejor decisión.
Recuerda que la sabiduría debe demostrarse con hechos, no con palabras. Por eso, está ligada a las decisiones, porque sabio es quien obra bien, no solo quien habla bien. Hay que predicar con hechos. Mi padre espiritual, Peter Daniels, me dijo: “La diferencia entre tú y otro hombre es la acción”. Todos tenemos teorías y opiniones, pero la madurez y sabiduría se prueba a través de los hechos.
Tomamos muchas decisiones, pero hay tres que son vitales. La primera es tomar la decisión de ser exitoso, porque el éxito es el galardón que se obtiene por logros y acciones no por oración o alabanza. Recuerda, serás juzgado por tus obras buenas y malas.
También es importante tomar la decisión de seguir instrucciones. Presta atención a quién decides obedecer. Sigue las instrucciones de las personas que pueden darte promoción. Obedece a quienes te agregan valor, no a quienes demandan tu atención o a quienes deseas agradar. Pídele al Señor que te ayude a identificar a esas personas. Aquellas que pueden hacerte crecer, no quienes te absorberán con sus necesidades. Debes bendecir a los que te rodean, pero debes seguir y obedecer a quienes desean verte crecer y te aportan valor para promoverte.
La tercera decisión importante es escoger las alianzas correctas. Rodéate de personas en quienes puedas confiar, ¿quiénes serán? ¿Aquellos que se acercan a Dios o los que buscan al mundo? Relaciónate con las personas en quienes puedes sembrar una buena semilla porque son tierra fértil. ¿Para qué quieres desperdiciar tu semilla en gente que no puede aprovecharla? Luego, podrías preguntarte porqué no ves la cosecha, y será porque sembraste tu semilla en tierra seca. Toma la sabia decisión de rodearte de gente con quienes puedas construir algo bueno y productivo. Y dale a Dios el primer lugar porque nadie multiplicará tu semilla mejor que Él.
Dile al Padre: “Enternece mi corazón para ver lo que Tú ves y sentir lo que Tú sientes. Ayúdame a soltar todas las cosas innecesarias y dame la fuerza para escoger a las personas que Tú anhelas para mi vida. Gracias por Tu sabia Palabra de vida. Ayúdame a tomas las mejores decisiones”.
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