21 de septiembre de 2014
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Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios para poseer, sojuzgar y señorear sobre la tierra y cuanto existe[1]. Ese es nuestro propósito, pero no podremos cumplirlo mientras no lo sepamos y no estemos convencidos de ello. Somos hijos de Dios, así que para mí, la insistencia de algunos de asegurar que fuimos creados por generación espontánea o que venimos del mono es inaceptable. Entonces, si el Señor nos creó a Su imagen y semejanza, significa que somos señores igual que Él.
Si analizamos la historia del pueblo de Israel, vemos que en Egipto, ellos olvidaron su condición de señores y aceptaron ser esclavos, lo cual los llevó al sufrimiento durante varios siglos. Lo mismo sucedió cuando pidieron que Dios les diera un rey, demostrando que habían olvidado su posición como herederos, por lo que solamente necesitaban escuchar y obedecer a Dios. Al nacer de nuevo, asumes una nueva identidad y dignidad, nunca lo olvides, especialmente porque ese conocimiento te compromete a redimir la tierra que has recibido como herencia y devolverle la plenitud que el Creador le había dado. No permitas que el sistema del mundo te contamine para hacerte olvidar que tienes dignidad de amo y señor de la tierra.
En la Biblia se habla de Jabes, un hombre a quien Dios le concedió la tierra y la protección que le pedía[2]. Podemos pedir ser bendecidos, podemos pedir tierra y ser librados del mal porque Dios desea darnos eso y más. Así que pídele: “Señor bendíceme, dame tierra, que tu mano esté conmigo, líbrame del mal, doy por respondida mi oración”.
Dios quiere que seamos ilustres, y Su bendición es lo único que te da esa dignidad y señorío, nada terrenal tiene esa potestad. Jabes fue ilustre porque volvió al propósito original por el cual fue creado: poseer la tierra. Este hombre le pidió a Dios que ensanchara su territorio porque quienes lo habían heredado no lo cuidaban, no lo apreciaban. Aunque te digan materialista debes enseñar a tus hijos a esforzarse por recibir bendición y por cuidar lo que tienen. Además, cuando pases dificultad, levanta tus manos y di: “Estoy igual que Dios, quien de la nada fue capaz de hacer todo. Tener nada es la mejor oportunidad para crear algo”. Tus generaciones aprenderán de tu actitud a ser señores y buenos administradores en todo tiempo.
También enséñales que el Señor valora la tierra. Cuando Moisés vio la zarza ardiente, Dios le dijo que se quitara el calzado porque la tierra donde estaba era santa. Para Él la tierra es importante, por eso promete darla, tal como hizo con el pueblo al salir de Egipto. Por ello, yo te profetizo que tendrás tierra en propiedad y que tus hijos la heredarán para tus generaciones. Enseña a tus descendientes a orar como Jabes.
La tierra es tan delicada para Dios que la bendición de las personas muchas veces depende del trato que le den. El cautiverio del pueblo de Israel en Babilonia se debió a que no dejaron descansar la tierra como Dios les mandó. Así que trata bien tu tierra para poseerla y bendecirla. Si valoramos lo que Dios nos dio por heredad, la tierra, con seguridad podremos tomarla, sojuzgarla y redimirla.
Cuando vemos el asesinato de Abel en manos de su hermano Caín, la Palabra dice que la tierra abrió su boca para tragar la sangre del que fue muerto. Todo lo que hacemos afecta a nuestra tierra. Si actuamos con sabiduría, el lugar que habitamos y por donde caminamos estarán en paz, por el contrario, ahora nuestros países sufren violencia, y se derrama sangre inocente porque la tierra está tomada por el pecado, ha caído en maldición, tal como la tierra de Caín[3], así que debemos luchar por recuperarla, reclamarla como nuestra para devolver la paz y la justicia a todo lugar. Es tiempo de que oremos por justicia y aprendamos a interpretar correctamente el valor de la misericordia, ya que si bien es cierto, Dios nos perdona, los crímenes no quedan sin castigo y consecuencias. Los violadores de niños, los traficantes de personas, los asesinos deben enfrentar la justicia de Dios, quien por Su gracia nos salva y nos da autoridad para no pecar, no para pecar impunemente, desperdiciando el perdón que Jesús ganó para nosotros en la cruz del Calvario. Detengamos la maldición que ha inundado a nuestra tierra por la sangre de los justos que ha sido derramada[4]. Tenemos autoridad para bendecir nuestra tierra porque el Señor nos dio potestad para señorearla, y eso es una gran responsabilidad que no podemos eludir.
Cuando Jesús llega al Gólgota se presentó como sacrificio santo y el monte en sí mismo se convirtió en un altar de tierra, tal como Dios había pedido que se realizaran los sacrificios desde el tiempo de Moisés[5]. Allí, Su sangre cayó en la tierra que la absorbió como en un propiciatorio, y se rasgó el velo que separaba a las personas del lugar santísimo en el templo[6]. El sacrificio fue aceptado y la sangre de Jesús fue el sello para un nuevo pacto[7] que nos dio acceso al Padre. ¡La tierra no es algo superficial, al contrario, es importante para Dios porque es Su creación y Él obra a través de esta! Si decimos respetar al Creador, debemos demostrarlo respetando su creación. Nuestra tierra ha tragado mucha sangre y tenemos que levantarnos delante de Dios y hacer vallado para que se acabe de una vez por todas tanta violencia. Ahora somos indolentes ante la muerte, ya no nos afecta, y debemos despertar nuestra conciencia a tanto dolor. Pidamos porque haya paz, y cese la violencia en nuestra tierra, ¡que no se derrame más sangre inocente!¡Reclama tu tierra para la bendición y la justicia de Dios!
La creación de Dios, la tierra, es nuestra. Debemos poseerla, ensancharla, tomarla para hacerla santa y próspera. Tu nación es tierra bendita, así que hagamos que el cambio suceda porque tenemos autoridad y potestad para redimir la tierra y devolverle la quietud y sanidad. La tierra gime[8], clama, anhela[9] que nos manifestemos, que asumamos nuestra responsabilidad como hijos de Dios, que tomemos nuestra herencia y la administremos como debe ser, con justicia y procurando bendición para todos. Declara que Dios es el Rey y Señor de tu tierra. Solo entonces, ¡Su paz y bendición la alcanzarán a través de tu vida!
Versículos de Referencia:
[1] Génesis 1:26-28 comparte: Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
[2] 1 Crónicas 4:9-10 dice: Y Jabes fue más ilustre que sus hermanos, al cual su madre llamó Jabes, diciendo: Por cuanto lo di a luz en dolor. E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: !!Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió.
[3] Génesis 4: 8-13 relata: Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató. Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en la tierra. Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado.
[4] Mateo 23:33-35 advierte: ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar.
[5] Éxodo 20:22-24 enseña: Y Jehová dijo a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto que he hablado desde el cielo con vosotros. No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis. Altar de tierra harás para mí, y sacrificarás sobre él tus holocaustos y tus ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas; en todo lugar donde yo hiciere que esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré.
[6] Mateo 27:50-53 relata: Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.
[7] Hebreos 12:24 aclara: a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.
[8] Romanos 8:22 recuerda: Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;
[9] Romanos 8:19 dice: Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
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