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Sobrenatural

03 de julio de 2015

Tiempo de lectura: 5 minutos

Nuestro Señor resucitó y nosotros resucitamos con Él a la promesa de una nueva vida en la tierra y de la vida eterna después de la muerte, esa es la diferencia entre Su resurrección y la de otras personas como Lázaro. Cuando Jesús murió, el diablo estaba feliz porque se creyó vencedor, sin embargo, el Hijo de Dios no fue derrotado, al contrario, Él completó Su plan de salvación y triunfó sobre el pecado y sobre la muerte.

Frente a este grandioso acontecimiento, es posible ver varias actitudes. Una de estas actitudes fue la de Pedro y Juan, quienes corrieron al sepulcro luego de la noticia de María Magdalena y creyeron, a pesar de que durante todo el tiempo que estuvieron con Jesús, no habían comprendido lo que sucedería[1]. Muchas  veces pasan situaciones que no comprendemos, pero debemos creer que Dios tiene el control.

Otra actitud que podemos ver es la de María, quien tuvo a Jesús frente a ella, pero su tristeza y angustia por lo que suponía el robo del cuerpo de su Maestro le impidieron reconocerlo[2]. ¿Qué nos pasa a veces? No logramos ver a Jesús en esos momentos difíciles. La pérdida de un ser querido, la escasez de recursos, las dificultades de la vida nos ciegan y no vemos al Señor a nuestro lado, quien nos insiste que nos enfoquemos en el propósito que Él tiene para nosotros. No lo dudes, Jesús está ahí, a tu lado para consolarte y manifestarse en tu vida.

Una tercera actitud es la de incredulidad y dureza de corazón de Tomás, quien incluso pidió evidencias para creer en la resurrección de Jesús[3], a pesar de que era uno de los doce discípulos que lo acompañaron y fue testigo de cuanto hizo y dijo, pero no había comprendido quién era Jesús  y cuál era Su misión en la tierra. ¿Serás tú de esos que necesita más pruebas del amor de Dios o serás un bienaventurado que creerá sin ver?[4]

Jesús ya nos ha dado suficientes muestras de Su poder y de Su deseo de bendecirnos. Su muerte y resurrección son las pruebas más grandes, ya que a través de ello fuimos redimidos, porque Él pagó el alto precio por nuestro rescate. Ahora tenemos garantía de que al creer en Jesús, iremos al cielo; además, Él está a la diestra del Padre intercediendo constantemente por nosotros, y nos envió al Consolador, al Espíritu Santo para guiarnos mientras estemos en la tierra. ¿Necesitas más pruebas? Nuestro Señor y Salvador nos acompaña, no permitas que tus lágrimas te impidan verlo, ahí a tu lado. Tus emociones no deben cegar tu fe.

No dudes porque algo mejor y mayor viene, no dudes que todo obra para bien y que tu gloria postrera será mayor, no seas como Tomás que creía solo en lo que sus sentidos percibían, porque son doblemente dichosos los que creen que su vida tiene un propósito, que se aferran a las promesas de Dios y nada los separa de Su amor, los que siguen creyendo en la transformación de quienes aman, los que no se cansan de creer a pesar de que viven una situación contraria. Debemos caminar por fe y no por vista; bienaventurados los que no piden tantas pruebas, los que creen aún sin recibir, los que saben que sus hijos regresarán a casa, los convencidos de que la bendición vendrá, los que tienen una causa justa que presentar delante del Señor.

Si las lágrimas no te han permitido ver a Jesús resucitado, si el dolor te ha cegado, hoy es el día para abrir tus ojos. Si reconoces que tu fe debe fortalecerse porque te cuesta dar esos pasos hacia el futuro que no puedes ver, hoy es el día para pedirle al Señor que fortalezca tu fe y te permita avanzar hacia el propósito que tiene para ti. ¡Este día fue hecho para que nuestra tristeza sea cambiada en gozo! No más lágrimas por muerte sino alegría por la resurrección de tu vida, de tus fuerzas, de tus sueños, del amor a tus seres queridos. Que a partir de hoy, el gozo de nuestra salvación nos sostenga y nos llene de fe. Jesús resucitó para darnos las respuestas a lo que nos angustia, para darnos el regalo de la salvación, el consuelo y la fortaleza. Confía en tu Redentor y verás que resucitarás juntamente con Él. Dile con alegría: “Hoy decido creer en todo lo que hiciste en la cruz, decido creer que eres mi Salvador. Gracias por la vida eterna, por escribir mi nombre en el Libro de la Vida, gracias por resucitar por mí y para mí. Que el honor y la gloria sean siempre para ti”.

Versículos de Referencia:

[1] Juan 20:1-8 dice: El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto. Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró. Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó.

[2] Juan 20:11-16 relata: Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: !!María! Volviéndose ella, le dijo: !!Raboni! (que quiere decir, Maestro).

[3] Juan 20:24-25 comparte: Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.

[4] Juan 20:26-29 explica: Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.  Entonces Tomás respondió y le dijo: !!Señor mío, y Dios mío!  Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

 

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