12 de agosto de 2025
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La Palabra de Dios ilustra cómo podemos aplicar la fuerza de las emociones para que la fe se active y crezca. En ocasiones es complejo controlar la desesperación y la impaciencia cuando nos provoca incertidumbre. Esto le ocurrió al rey Saúl frente al desafío de una batalla, en donde su desesperación lo llevó al límite y, al controlarlo, tomó una mala decisión. Esa reacción cargada con afán y ansiedad dañó su futuro como rey para siempre.[1] Entonces, ¿cómo lidiamos con las emociones?
No todas las emociones son negativas porque forman parte del diseño con el que Dios creó a cada persona. Las emociones dan señales desde el alma y no pueden ser un error, pero si las dejas tomar el volante para conducir tu vida, las cosas pueden salir mal.
Cuando tenemos una Palabra de Dios, podemos observar las señales de las emociones, pero no se debe permitir que tomen el control de las decisiones.
La primera emoción es el miedo, una emoción intensa que se ilustra con el gigante Goliat y sus desafíos que causaban temor extremo a los soldados israelitas, pues ninguno se atrevía a pelear contra él, incluyendo al rey Saúl.[2] De otro lado, estaba David; ambos manejaron de diferente manera esta emoción. Saúl, junto con su ejército, se paralizó y eso no los dejaba actuar. Sabemos que la fe sin obras está muerta; por tanto, si el miedo te paraliza, está atacando tu fe. Hay que ordenar los pensamientos y no permitir que el miedo nos detenga.
Entonces, ante esa emoción tienes dos posibilidades: quedarte paralizado de miedo o tomarlo con fe y declarar: “Señor, no me queda otra opción que confiar en tu Palabra, creerla y arremeter con más fe y fortaleza” porque tú tienes el control. Puedes decir: Espíritu Santo, enséñame a confiar en tu Palabra a pesar del temor. Recuerda, el miedo bien gestionado nos lleva a depender de Dios. El miedo mal gestionado nos lleva a alejarnos de él.
La segunda emoción de este análisis es el enojo; el contraste es evidente entre Caín y Abel. Caín, conducido por el enojo, asesina a su hermano Abel, quien no sabía que su hermano pensaba destruirlo bajo el total control de la ira.[3] A pesar de eso, no se puede decir que el enojo sea malo. Actuar por ese impulso, ya sea de palabras o golpes, será un grave error.
Por eso, las emociones no tienen que ignorarse, deben ser llevadas a la luz del evangelio. Jesús, tomó el enojo y lo manejó de una forma correcta. Se hizo de un azote con cuerdas y con ese látigo volcó las mesas de los cambistas y tiró las ventas que tenían en el templo; se llenó de coraje para ir en contra de una injusticia. «No hagan de mi casa un mercado», les gritaba.[4] Jesús estaba molesto, pero no pecó por su enojo; utilizó esa emoción para hacer justicia y recordarles la razón de ser de aquel templo.
Al fin de cuentas, se puede afirmar que en estos tiempos hace falta gente más enojada contra el reino caído de los hombres. El enojo, si se maneja bien, nos transforma para hacer obras de justicia y, mal gestionado, puede ser destructivo.
La vida comparada con un vehículo puede afirmar que las emociones son malas conductoras, pero muy buenas como pasajeras si se filtran y se canalizan correctamente. No deben ser suprimidas, ni idolatradas; deben llevarse a la verdad de Dios para que sean sanadas.
La tercera emoción es la ansiedad, definida como una inquietud de la mente, algo perturbador que captura y desconcentra la mente. En el caso de María y su hermana Marta, Marta estaba inquieta en su mente, estaba ansiosa, quería resolver las cosas por sí misma, pero desenfocada.[5]
De otro lado, la madre de Samuel, Ana, en su ansiedad, mientras oraba y hablaba con el sacerdote Elí, se le indica: «Ve en paz», eso era lo que necesitaba. Y esa es la promesa de Dios para nuestra ansiedad, que tengamos su paz.[6] La ansiedad consume el presente, pero se vence llevándola bajo ese impulso a la oración, para que se manifiesten las peticiones.[7] La manera correcta de abordarla es ubicando la necesidad en oración en forma continuada, hasta hallar paz y respuestas de Dios. Así es como Jesús aborda la ansiedad y nos invita a depender de Dios.[8]
En conclusión, si ya tienes dominio propio y tu vida se sujeta al Espíritu Santo, todavía falta un elemento para explicar el tema de la Palabra de Dios y las emociones como combustible de nuestra fe. La Palabra de Dios señala el camino hacia sus promesas y solo se alcanzan por medio de la fe.
A Abraham, el padre de la fe, se le pidió que contara las estrellas del cielo porque así sería su descendencia, y él lo comprendió, aunque era aún de día y no tenía toda la visibilidad de las estrellas; creyó la promesa con los ojos de la fe.[8] Pidamos que el Espíritu Santo nos enseñe a creer en la Palabra porque es el mandato divino para nuestra vida. Que las emociones y su fuerza nos lleven a la Palabra y nuestra fe sea fortalecida con la firme convicción de alcanzar sus promesas.
Finalmente, declara: «Señor, tengo tus promesas, creo en tu palabra, no me afanaré, aunque no lo vea en este momento, la promesa se cumplirá». Con todo y el miedo, confiaremos en el Señor y veremos su provisión y la restauración. Cuando el enojo diga: «Abandona» o «destruye», la respuesta será: «Veremos el reino de Dios». Cuando estemos frente a la ansiedad, llevaremos delante de Dios nuestras oraciones y, por la fe, veremos su respuesta.
[1]1 Samuel 13:8-14 (RVR1960): Y él esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había dicho; pero Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo se le desertaba. Entonces dijo Saúl: Traedme holocausto y ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto. Y cuando él acababa de ofrecer el holocausto, he aquí Samuel que venía; y Saúl salió a recibirle, para saludarle. Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho? Y Saúl respondió: Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas, me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto. Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.
[2]1 Samuel 17:10-12 (RVR1960): Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo. Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo. Y David era hijo de aquel hombre efrateo de Belén de Judá, cuyo nombre era Isaí, el cual tenía ocho hijos; y en el tiempo de Saúl este hombre era viejo y de gran edad entre los hombres.
[3]Génesis 4:3-8 (RVR1960): Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él. Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.
[4]Juan 2:13-17 (RVR1960): Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén, y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado. Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume.
[5]Lucas 10:38-42 (RVR1960): Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
[6]1 Samuel 1:10-18 (RVR1960): Ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza. Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella. Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino. Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.
[7]Filipenses 2:19-20 (RVR1960): Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros.
[8]Filipenses 4:6 (RVR1960): Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
[9]Génesis 15:5-12 (RVR1960): Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra. Y él respondió: Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar? Y le dijo: Tráeme una becerra de tres años, y una cabra de tres años, y un carnero de tres años, una tórtola también, y un palomino. Y tomó él todo esto, y los partió por la mitad, y puso cada mitad una enfrente de la otra; mas no partió las aves. Y descendían aves de rapiña sobre los cuerpos muertos, y Abram las ahuyentaba. Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él.
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