12 de febrero de 2012
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Lo que escogemos ahora determina nuestra vida en el futuro, por lo que es necesario que aprendamos a evaluar las opciones con base a nuestros valores y principios cristianos.
David fue un rey que le hizo peticiones a Dios. Le pidió que le permitiera comprender el camino correcto, que lo sustentara con Su Palabra, que le apartara de la mentira y que le concediera vivir conforme a lo que al Señor le agrada. Pero luego, David aseguró que había escogido el camino de la verdad para que Dios fuera delante suyo1. De esta forma nos enseña la diferencia entre pedirle a Dios y escogerlo para que sea el guía de nuestro camino. Para que Él te ilumine y te acompañe, debes escogerlo y darle Su lugar. Para hacer las elecciones correctas, debemos pedirle sabiduría al Señor y asegurarle que nuestra primera elección siempre es Él, a quien amamos y servimos. Al escoger al Señor por sobre todo, estamos dando el primer paso hacia una vida de buenas elecciones.
Nuestro Padre tiene planes de bien para nosotros y desea darnos lo mejor, por eso dice la Palabra que Él es vida y prolongación de nuestros días, pero todo lo que desea entregarnos, depende de que lo escojamos. Dios ha jurado bendecirnos, tal como le juró a Abraham, Isaac y Jacob una nueva tierra, pero nosotros debemos escoger la vida y no la muerte, para que Él pueda cumplir Su Palabra2. Así de sencillo: tu bendición está amarrada a las elecciones que hagas. Si te decides por lo malo, la muerte y la maldición, el Señor no puede cumplir Su promesa de bendecirte. Claro que nadie le diría: “¡Dios, escojo la maldición!” Pero lo importante es que tus acciones demuestren que realmente has escogido la luz y no las tinieblas. De nada sirve que le digas que Él es tu elección, si no lo demuestras.
Hay que aprender a escoger, ya que hacerlo no es cuestión de suerte sino de sabiduría. No puedes seleccionar a tu pareja como si estuvieras en un concurso de televisión donde te presentan dos cortinas para que escojas una y te lleves lo que hay detrás. Tu trabajo y tu llamado tampoco son una ruleta de la suerte, ya que es necesario que evalúes las opciones para tomar buenas decisiones. Saber escoger es un arte que se aprende con la práctica.
Además, la Biblia dice que los cielos y la tierra son testigos de que Él desea darnos vida, aunque nosotros la rechacemos, escogiendo otro camino diferente al que Dios nos muestra. Yo me preguntaba por qué hay necesidad de testigos, y luego descubrí que Su intención es que aprendamos a reconocer que somos nosotros quienes nos equivocamos y por eso a veces nos va mal. Claro que cuesta asumir la responsabilidad porque es más fácil culpar a otros, incluso al Señor, pero lo que recibimos siempre es producto de lo que hemos decidido. El cielo y la tierra son testigos de que Él te dará vida en abundancia si escoges el bien.
Su promesa es prolongar la vida que escojas. Eso significa que Dios desea que tengas una buena vida, llena de gozo y bendición, de lo contrario, ¿para qué querría prolongártela? Es cierto que nuestro destino es vivir eternamente dichosos en el cielo, pero Su deseo de bendición es también para la vida terrenal. Eclesiastés dice que es un don de Dios que el hombre disfrute del fruto de su trabajo, por lo que debemos aprender a esforzarnos y también a recibir bendición por lo bueno que hemos hecho. Las decisiones siempre traen consecuencias y de ti depende que sean buenas o malas. Por eso es importante que los padres enseñemos a nuestros hijos a escoger, porque de eso depende la bendición que puedan recibir en sus vidas.
Nuestras decisiones están condicionadas por lo que nos gusta. En mi caso, recuerdo que a los tres años de casados, le regalé a Sonia nuestro primer terreno. Habíamos decidido ahorrar y limitarnos para lograrlo y así fue. Otros se preguntaban por qué no gastábamos en lujos si yo ganaba bien, pero nuestra decisión determinó lo que haríamos. Otro amigo que también ganaba muy bien, tenía un carro realmente viejito, y al preguntarle por qué no se compraba uno nuevo, me dijo que él prefería viajar. Hacía dos buenos viajes al año, uno con toda su familia y uno solo con su esposa porque deseaban disfrutar el tiempo juntos. Años después, la esposa murió de cáncer y estoy seguro de que mi amigo no se arrepintió de la decisión que tomó de viajar con ella todo lo que pudo. Decídete por aquello que alargue tu vida, no lo que traiga muerte. Escoge vivir feliz con tu familia, disfrutar de lo que has logrado y lo que Dios te ha dado.
Debes decidirte a ser radicalmente bueno, por tu felicidad y la de tu familia. Esa es la mejor opción, la que el Señor desea que tomes para poder bendecirte. De lo que escojas depende lo que recibirás de manos de Dios.
La primera decisión que debes tomar es permitir que Jesús habite en tu corazón. Escógelo, Él está frente a ti y quiere ayudarte a decidir en todos los aspectos de tu vida. Cuando estés frente al bien y el mal, el Señor te dará sabiduría para escoger el bien, aunque eso signifique sacrificio. Al final, la recompensa será mayor, ya que recibirás la bendición que Dios ha prometido a quienes saben tomar buenas decisiones. Dile: “Me comprometo delante de Ti, del cielo y la tierra a escoger con carácter para merecer, junto a mi familia, la vida abundante y bendecida que deseas darnos”.
1 Salmo 119:26-30 relata: Te he manifestado mis caminos, y me has respondido; Enséñame tus estatutos. Hazme entender el camino de tus mandamientos, Para que medite en tus maravillas. Se deshace mi alma de ansiedad; Susténtame según tu palabra. Aparta de mí el camino de la mentira, Y en tu misericordia concédeme tu ley. Escogí el camino de la verdad; He puesto tus juicios delante de mí.
2 Deuteronomio 30:19-20 dice: A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar.
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