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Una vida productiva

Una vida productiva

11 de agosto de 2019

Tiempo de lectura: 5 minutos

Si lo que hacemos lo podemos hacer mejor es porque no hemos alcanzado el grado de excelencia que Dios espera de nosotros. No solo se trata de producir, sino de hacerlo de la mejor manera posible.

Recuerdo cuando la iglesia se encontraba en la Bodeguita y hacíamos cinco servicios. Algunas personas iban al primer y ultimo servicio porque les daba curiosidad ver si yo predicaba con la misma pasión y se dieron cuenta de que así era. Lo hacía de esta manera porque nunca sabía si la prédica que estaba impartiendo podía ser la última. Todo lo que hagamos debemos hacerlo de la mejor forma posible y con un corazón agradecido.

Cuando Dios creó lo hizo procurando un sistema de climas y condiciones naturales exactas que ayudaban a que la tierra produjera por sí misma. De esta forma fue posible lo que conocemos hoy como ley de siembra y cosecha, la cual mantiene con vida a toda la creación. El Señor conoce esta ley porque Él la diseñó y por eso cuando manda su Palabra a nuestra vida tiene la plena certeza de que producirá algo, jamás regresa vacía y cumple un propósito.[1]

Debemos aprender a producir con todo lo que Dios nos ha dado. Requerirá esfuerzo, dedicación y trabajo, pero al hacerlo imitamos a nuestro Padre. No nos acostumbremos al desierto como le sucedió al pueblo de Israel, que prefirió vagar en él durante 40 años en vez de conquistar la tierra prometida, quizá porque esto hubiera requerido un mayor esfuerzo su parte.

Cualquiera que tenga una tierra quiere que sea productiva. Cualquiera que tenga hijos también quiere que sean productivos. De la misma forma Dios desea nosotros produzcamos y demos mucho fruto, pero para que esto sea posible debemos escuchar su Palabra con fe.[2] Es así como lograremos obtener nuestra sanidad, provisión y milagros. Su Palabra es viva y eficaz,[3] pero incluso una Palabra tan poderosa como la del Señor puede ser ahogada por el afán y el engaño de las riquezas.[4] Al enfocarnos en problemas cotidianos le restamos eficacia.

¿Qué tanto cambia nuestro estado de ánimo la escasez o abundancia de recursos? Esto es un buen parámetro que nos ayuda a medir cuánto afán hay en nuestro corazón. Dios no nos bendice por nuestro conocimiento de la Biblia sino por lo que logramos poner en práctica y entre más confiemos en Él menos afanados viviremos.

Cuando somos productivos le mostramos nuestra fidelidad a Dios.[5] No pensemos en cuánto más nos añadirá porque esto nos distrae de lo que ya tenemos. La productividad en sí misma trae alegría y gozo. Alegrémonos en el proceso de producción y también cuando cosechemos. No nos acostumbremos a poner excusas cuando fallemos en nuestra producción[6] y más bien reconozcamos que han sido nuestras decisiones las que han provocado que no logremos producir lo deseado.

En economía existen estos tres términos: liquidez, rentabilidad y riesgo. Si queremos mayor rentabilidad, el riesgo debe ser mayor, y en la vida lo que nos impulsa a asumir mayores riesgos es nuestra confianza en Dios. Fe sin riesgo no es fe. El Señor tiene galardones para quienes toman riesgos altos.[7] Él nos puede sacar de nuestros problemas, pero no puede sacarnos de nuestras excusas. ¡Vayamos y asumamos los riesgos necesarios para tener la mayor cosecha de nuestra vida!

Tenemos un Padre productivo que busca que sus hijos también lo sean. No tenemos excusa para no cosechar si es Él quien promete darnos semilla y multiplicación.[8] Debemos tener la disposición de sembrar y dependiendo qué tanto lo hagamos así será también nuestra cosecha.[9] Agradece a Dios por lo que ya tienes pero no te conformes porque aún tiene más para ti.


[1] Isaías 55:10-11: Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.

[2] Hebreos 4:2: Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.

[3] Hebreos 4:12: Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

[4] Mateo 13:22-23: El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.

[5] Mateo 25:14-23: Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.

[6] Mateo 25:24-27: Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.

[7] Mateo 25:28-30: Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

[8] 2 Corintios 9:10-11: Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.

[9] 2 Corintios 9:6-8: Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra.

 

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