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Su invitación es tu oportunidad

02 de julio de 2011

Tiempo de lectura: 3 minutos

 

El Señor es como el padre de familia que invitó a una cena y fue rechazado por algunos que pusieron excusas tontas como ver la finca que compraron o estar recién casados.  Entonces, el anfitrión, envió a su siervo a que invitara a otras personas que seguro no lo rechazarían porque quiere ver llena su casa, para que no haya espacio por si los primeros invitados deciden regresar (Lucas 14:21-23).

A veces rechazamos las invitaciones de nuestro Señor porque no recordamos quién es Él. No podemos olvidar que es Jehová, Rey de reyes, Señor de señores, amo y dueño del universo, quien murió y resucitó para sentarse a la derecha del Padre y reinar. No menospreciemos todo lo que recibimos de Sus manos, así como algunos menosprecian lo que reciben de otros, como sus padres, jefes o maestros. El hecho de que algo no te cueste, no significa que no vale. Todo tiene un precio y si no lo has pagado, no lo menosprecies. Jesús pagó con Su sangre preciosa tu salvación, es decir que tener el privilegio de ser salvo, tiene precio, aunque para ti sea gratis.

Si Jesús toca a la puerta de tu casa, seguramente le abres. Apocalipsis 3:20 dice que Él llama a la puerta y entrará si le abren para que cenen juntos.  Entonces, ¿porqué es tan difícil que le abras la puerta de tu corazón? ¡Si Él toca, debes abrirle, si recibes el honor de Su invitación, no lo desprecies!

Esaú menospreció ser el primogénito y vendió ese privilegio que luego quiso recuperar, aunque fue demasiado tarde para suplicar y llorar.  Algunos dicen que Jacob se la robó, pero no fue así (Hebreos 12:16-17). Debemos tener cuidado de no caer en el mismo error que Esaú. Evitemos que se cumpla el refrán: “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”.  Porque es probable que estemos cambiando un futuro glorioso por satisfacer una necesidad del momento. Piensa, evalúa y no desperdicies la oportunidad de sembrar para luego cosechar en el reino de Dios y en la vida diaria.

Nunca menosprecies las invitaciones que Dios te hace para servirle, adorarle y ofrendarle, aunque no sea fácil, te aseguro que cada una es oportunidad de bendición para tu vida. Cuando Dios me habla, a veces me siento  abrumado porque no es sencillo estar al frente de mega proyectos y creer porque Él moverá el corazón de Sus hijos. Sin embargo, no desperdicio esa oportunidad porque estoy convencido de que involucrarse en Sus obras es garantía de éxito.  Yo soy  Su siervo fiel y cuando Él ordena algo, simplemente obedezco.

Veamos las grandes oportunidades que se presentan en las pequeñas situaciones donde podemos servir al Señor. El que más goles mete es quien siempre está cerca de la pelota, esperando la oportunidad de anotar, no el que más corre. Tú debes ser de los que está allí, listo para aprovechar la oportunidad de servir y también de recibir bendición. ¡No menosprecies ninguna oportunidad!

En cierta ocasión, todos murmuraban contra Jesús porque la enseñanza fue dura y lo abandonaron. Él no los rogó para que se quedaran, al contrario, invitó a quienes estaban a Su lado a seguirlos, si lo deseaban (Juan 6:66-68). Entonces, Pedro respondió como debía ser y como todos debemos hacerlo, quedándonos junto a Él  porque sabemos que estamos en el lugar correcto.  Es más, deberíamos decir: “aquí me quedo, aunque me saquen, el Señor me invitó y este es mi lugar”.

Pablo aseguraba que era el más pequeño de los apóstoles pero el que más había trabajado, gracias al Señor y para Su gloria (1 Corintios 15:5-8). No importa ser el primero o el último,  debemos apreciar Su llamado antes que se desvanezca. Si quieres servir a Jesús, hazlo, no le des mas vueltas al asunto, eres digno porque Él te ha invitado y te da la oportunidad.  Hacen falta manos y sobra trabajo qué hacer. Ser servidor en Su obra es un honor y oportunidad. Imita a Pablo quien decía: “Aunque entré de último a la obra, seré el mejor”.

No menosprecies las oportunidades de servirle. Aceptar Su invitación puede traer dificultades y presión, pero jamás se desprecia un honor tan grande. Descansa si estás cansado, pero vuelve a formar parte del ejército de Dios. Si has pecado, pide perdón y Él te levantará para servirle porque no quiere que desprecies esa invitación y oportunidad. Estamos listos para servirle, por eso nos da la oportunidad de hacerlo. No la desperdicies, acéptala de corazón porque no hay honor y bendición más grande que servir al Rey de reyes con humildad y entusiasmo.

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