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El honor de ser podados

El honor de ser podados

16 de enero de 2022

Tiempo de lectura: 4 minutos

En la vida hay pérdidas de todo tipo. Algunas irreparables a corto plazo —como, por ejemplo, la muerte de un ser querido—, pero también hay otras que durante nuestra permanencia en la Tierra no son definitivas. Habrá muchas veces que para recibir deberemos tener las manos vacías y en eso consiste el honor de ser podados: en limpiar y crear espacio para fructificar mejor.

Dios es el labrador de nuestra vida y como tal la limpia de todo lo que no da fruto:[1] así es como liberamos espacio para recibir mayores bendiciones. De nada serviría un viñedo si no hubiera quien lo pode, pues sin este proceso jamás llegaría a ser un viñedo exitoso. Una poda consiste en limpiar una planta de tal manera que se vuelva lo más fructífera posible.

Nuestra vida es muy parecida a una vid y la experiencia ante la poda dependerá de nuestra forma de ver la situación: si la vemos con el horror de ser cortados, o bien, con el honor de ser podados. Por ejemplo, una vid de tres o cuatro años está muy joven y se debe podar para que vaya adquiriendo forma y dé sus primeros frutos. Más adelante debe podarse otra vez para que dé más fruto que antes; y tiempo después, una vez más para que dé fruto abundante.

Por esa razón no debemos dar por perdido lo que en realidad solo ha sido podado en nuestra vida: porque muchas veces será cortado para que podamos fructificar más. Con una poda llegan pruebas que debemos recibir con gozo porque pondrán a prueba nuestra fe y nuestra paciencia[2] y ambas son necesarias para alcanzar bendiciones. ¿Qué es una poda para la vid, sino una prueba de fe en que algún día llegará a fructificar más?

En el Antiguo Testamento leemos muchos ejemplos de personas que fueron podadas en su vida, pero ahora me centraré en dos: Job lo perdió todo y solo se quedó con su mujer; pero cuando tuvo el sumo gozo de orar por sus amigos, Dios empezó a fructificarlo de nuevo; primero le dio el doble de lo que había perdido[3] y al final sus días terminaron prósperos y felices en la Tierra.[4]

Por otra parte, José, hijo de Jacob, fue el consentido de su padre hasta que sufrió la envidia de sus hermanos. Llegó a estar en lo más bajo cuando fue encarcelado injustamente y a partir de entonces fue fructificando poco a poco hasta llegar a ser el hombre más importante de Egipto después del faraón.[5] Sin embargo, para llegar a ese punto tuvo que tener mucha fe y paciencia, pues tuvieron que pasar muchos años desde que estuvo en la cárcel hasta que fue gobernador.

Ambos casos, tanto el de Job como el de José, son resultado de la poda; y nos demuestran que cuando nuestra fe ha sido probada obtenemos paciencia y el fruto de ambas es la promesa cumplida de Dios.

Quiero que recibas la esperanza de que no todo lo que se ha ido se debe dar por perdido, sino solo por podado. Ten la fe de que viene mucho más para tu vida, para tu empresa, para tu trabajo, para tu familia, para tu ministerio. Todo ayuda a bien para quienes aman a Dios[6] —incluso las pruebas—, así que no des por perdido lo que ha pasado por una poda. Ten fe, sé paciente y maneja tus emociones sabiamente. Muchas cosas habrán podido ser podadas en tu vida y seguramente llegarán más pruebas, pero todo será para que puedas fructificar más y para la gloria postrera.


[1] Juan 15:1-16: Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 

[2] Santiago 1:2: Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.

[3] Job 42:10: Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job.

[4] Job 42:11-17: Y vinieron a él todos sus hermanos y todas sus hermanas, y todos los que antes le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y se condolieron de él, y le consolaron de todo aquel mal que Jehová había traído sobre él; y cada uno de ellos le dio una pieza de dinero y un anillo de oro. Y bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero; porque tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas, y tuvo siete hijos y tres hijas. Llamó el nombre de la primera, Jemima, el de la segunda, Cesia, y el de la tercera, Keren-hapuc. Y no había mujeres tan hermosas como las hijas de Job en toda la tierra; y les dio su padre herencia entre sus hermanos. Después de esto vivió Job ciento cuarenta años, y vio a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación. Y murió Job viejo y lleno de días.

[5] Génesis 41:37-43: El asunto pareció bien a Faraón y a sus siervos, y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como este, en quien esté el espíritu de Dios? Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú. Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú. Dijo además Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto. Entonces Faraón quitó su anillo de su mano, y lo puso en la mano de José, y lo hizo vestir de ropas de lino finísimo, y puso un collar de oro en su cuello; y lo hizo subir en su segundo carro, y pregonaron delante de él: ¡Doblad la rodilla!; y lo puso sobre toda la tierra de Egipto.

[6] Romanos 8:28: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 

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