12 de noviembre de 2024
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En la primera prédica de esta serie se explica por qué Dios está interesado en encontrar personas que le adoren y la responsabilidad de levantar adoración al Señor. En esta segunda entrega oramos para que el Espíritu Santo nos guíe a ser verdaderos adoradores, que adoran al Padre en espíritu y en verdad.[1]
Adoración es cuando valoro al máximo a alguien o algo y ese valor hace que mi cuerpo, mi mente y mi corazón esté inclinado hacia allí, eso me llena de energía y me da propósito. En toda la Biblia aprendemos que Dios rechaza la adoración a cualquier ídolo porque provoca tu total admiración. ¿Entonces qué es lo que mueve tu corazón y toda tu vida? Pero Dios mantiene una búsqueda intensa para que vuelvas a Él, porque te ama y desea cautivar tu corazón, hasta ocupar el primer lugar de tu vida.
Puedes saber a quién adoras cuando mides qué consume tu tiempo, que atrae tu energía y hacia lo que te inclinas cada día, incluso puede ser una profesión o un don artístico. Nos damos al Señor porque Él se dio a nosotros. Eres un verdadero adorador de Dios cuando le asignas tanto valor que tu mente y tu corazón está inclinado hacia Él, deseas que haya más de Él en ti y más de ti en Él.
Jesús describe su conversación con la mujer samaritana recordando que venía el tiempo en que ni en Samaria se adoraría como lo estableció Jacob, levantando allí un altar, ni en Jerusalén donde lo estableció el Rey David al traer de vuelta el arca del pacto, ahora Dios busca adoradores en espíritu y en verdad.
David en sus últimas palabras se presentó como el hombre ungido por Dios, el dulce cantor de Israel.[2] Deseemos ser recordados como buenos adoradores, dulces y ungidos por Dios como David. Entonces para generar una cultura de adoración lo primero que tenemos que reconocer es nuestra identidad: soy un adorador, solo así podemos vencer al espíritu antagónico que desea robar nuestra adoración.
En la unción de David como Rey, el profeta Samuel admite que Dios no ve la apariencia externa sino el corazón de cada uno, eligen a David y se reconoce que el Espíritu de Dios vendría sobre Él y así ocurrió a lo largo de su vida.[3] Un adorador dirá: Espíritu Santo mira mi corazón el día de hoy.
De David aprendemos que una adoración en espíritu y verdad tiene que estar fundamentada en aquello que no cambia, que permanece para siempre. No se trata de una percepción personal, ni de un deseo propio, que a veces no aparece.[4]
Tres verdades que ayudarán a tener una adoración correcta son: Dios es grande y poderoso, su nombre está por encima de todo nombre. Todo el tiempo, todos los días Dios es Señor de Señores y Rey de reyes.[5] Sin importar tu situación en este momento, Dios sigue siendo grande y poderoso, está listo para mostrar su poder y su gloria sobre tu vida, y si no lo vieras, de todas formas tu adoración está fundamentada en Su grandeza y en Su misericordia.[6]
Entonces la primera verdad es que Dios es grande, la segunda que tenemos un Dios misericordioso.[7]. La tercera verdad es que Dios es hermoso.[8] La hermosura y la belleza de Dios es ese momento que para ti tiene un gran significado, para unos el día de su conversión, el día de la resurrección de Jesús, el día de tu milagro, es donde veas su belleza. Si queremos ser adoradores debemos consagrarnos y hacer de su hermosura, nuestra hermosura.
Contemos las historias de la grandeza de Dios en la familia, de su misericordia y de su belleza, exaltemos las bellezas de su creación, así fomentamos la cultura de adoración en nuestro hijos, porque Dios nunca va a cambiar, será poderoso por siempre.
Finalmente, aprendamos a no menospreciar la presencia de Dios, no demos por asegurado que siempre vamos a estar bien y todo lo de Dios puede esperar. La escritura menciona que no siempre los primeros recibieron bendición como el caso de Caín y Abel, Jacob y Esaú, los hermanos mayores de David, o los hermanos mayores de José. Además de los ejemplos, Jesús lo explicó con mucha claridad.[9] Que tu corazón sea el de un verdadero adorador, porque ama y anhela la presencia de Dios.
[1]Juan 4:21-24 (RVR1960): Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
[2]2 Samuel 23:1-2 (RVR1960): Estas son las palabras postreras de David. Dijo David hijo de Isaí, dijo aquel varón que fue levantado en alto, el ungido del Dios de Jacob, el dulce cantor de Israel: El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua.
[3]1 Samuel 16:6-13 (RVR1960): Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido. Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. Entonces llamó Isaí a Abinadab, y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: Tampoco a este ha escogido Jehová. Hizo luego pasar Isaí a Sama. Y él dijo: Tampoco a este ha elegido Jehová. E hizo pasar Isaí siete hijos suyos delante de Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: Jehová no ha elegido a estos. Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son estos todos tus hijos? Y él respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí. Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque este es. Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá.
[4]Salmo 95:1-6 (RVR1960): Venid, aclamemos alegremente a Jehová; cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación. Lleguemos ante su presencia con alabanza; aclamémosle con cánticos. Porque Jehová es Dios grande, y Rey grande sobre todos los dioses. Porque en su mano están las profundidades de la tierra, y las alturas de los montes son suyas. Suyo también el mar, pues él lo hizo; y sus manos formaron la tierra seca. Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.
[5]Salmo 111:2-3 (RVR1960): Grandes son las obras de Jehová, buscadas de todos los que las quieren. Gloria y hermosura es su obra, y su justicia permanece para siempre.
[6]Salmo 111:2-4 (RVR1960): Grandes son las obras de Jehová, buscadas de todos los que las quieren. Gloria y hermosura es su obra, y su justicia permanece para siempre. Ha hecho memorables sus maravillas; clemente y misericordioso es Jehová.
[7]Salmo 145:8 (RVR1960): Clemente y misericordioso es Jehová, lento para la ira, y grande en misericordia.
[8]Salmo 27:4 (RVR1960): Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.
[9]Mateo 19:30 (RVR1960): Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros.
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