12 de julio de 2021
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Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.
2 Corintios 9:6
La generosidad nace de la voluntad del corazón. No es algo que Dios nos obliga a hacer, pero sí algo que le agrada que hagamos. Las Escrituras nos muestran que los que siembran abundantemente reciben grandes cosechas. Jesús mismo es una ofrenda y presenta las nuestras delante del Padre.
Dios, Abram y Melquisedec voluntariamente ofrecieron. Ese mismo patrón se repite varias veces en las Escrituras: personas que ofrecen más allá de lo que se les pide. Ahora más que nunca debemos confiar y creer firmemente en que el Señor nos promoverá para que podamos ofrecer mucho más.
Jesús vino a salvar al pueblo judío y terminó salvando a toda la humanidad. Era necesario que derramara Su sangre para el perdón de nuestros pecados y terminó derramando también el agua de Su cuerpo. Sigamos Su ejemplo y ofrezcámosle a Dios y a las personas más de lo que nos piden.
Tenemos un Padre productivo que busca que Sus hijos también lo sean. No tenemos excusa para no cosechar si es Él quien promete darnos semilla y multiplicación. Debemos tener la disposición de sembrar para cosechar y creer que nuestra cosecha será enorme, pues nunca hemos cosechado menos de lo que sembramos.
¡Confía en que pronto vendrá a tu vida la cosecha de lo que has sembrado!
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