28 de marzo de 2023
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La idea de esta serie es entender que Jesús da vida a lo que está muerto y vida en abundancia a lo que ya tiene vida. Solemos dejar que el ladrón gane y concluimos que lo que perdemos no se puede recuperar. Sin embargo, Jesús requiere que nos levantemos para iniciar el camino hacia el milagro.[1]
En el Nuevo Testamento leemos la historia de una niña a la creían muerta pero que Cristo levantó. La gente incluso lloraba su supuesto fallecimiento y se sentía el ambiente de muerte. Sin embargo, Jesús le dijo: “Levántate”; le habló como si estuviese dormida y no como si hubiera muerto.[2] Muchas veces queremos que el Señor hable desde nuestra circunstancia, pero Él habla según Su perspectiva. Levántate porque no estás muerto, solo duermes; Jesús habla de vida en abundancia. Cree en lo que Dios hará en tu vida.
Quiero hablar de tres momentos. El primero fue la acción de Jairo, un principal de la sinagoga que no tuvo problema en postrarse a los pies de Jesús.[3] Para experimentar una vida abundante debemos tener la humildad de postrarnos ante Él. El orgullo nos hace pretender que no necesitamos de un milagro y nos impide ver nuestras verdaderas necesidades. Sabemos que Jesús es el Salvador de la humanidad y aun así tenemos dificultad en ser como Jairo. La humildad abre el corazón como una tierra fértil donde simplemente una Palabra de Él dará fruto.
El segundo momento ocurre cuando una mujer entre la multitud presenció un milagro de Jesús y con temor se postró delante de Él.[4] En este caso particular quiero enfatizar la alegría de ser empático con el milagro de alguien más. No seamos un corazón frío que no se regocija con las bendiciones que Dios les da a otros. En esos momentos de aprietos entendamos que no somos el centro del universo y que las demás personas pueden recibir la bendición del Señor. En la dificultad celebremos la victoria y el milagro de alguien más. Quizá el milagro de la persona que esté a tu lado sea el que te dé la fe para recibir el tuyo.
El tercer momento ocurre cuando, a pesar de que le dijeron a Jairo que su hija ya estaba muerta, Jesús le dijo que creyera solamente, y de esa forma se hizo el milagro.[5] El camino que hacemos cuando no tenemos fe termina en la interrupción; en cambio, cuando hay fe, persistimos. A veces la duda ocupa el espacio de la esperanza; el temor y el miedo bloquean la acción de la certeza. Jairo, luego de la noticia, permitió que Jesús caminara hacia su casa para que hiciera el milagro.[6] El problema está en que queremos que el Señor haga lo que deseamos y no lo que Él quiere hacer.
Puede que estés en cualquiera de estos tres momentos: en el de expresar tu humildad postrándote a los pies de Jesús, en el ser empático y celebrar los milagros de los demás, o en el de creerle a Cristo para que puedas ver tu milagro. Y quizá te encuentres con gente que prefiera ver la circunstancia en vez de creer. Por eso procura estar en un entorno que crea en lo que Él dice. Las personas observarán los acontecimientos de la vida, pero debes enseñarles los hechos desde la perspectiva del Redentor.
Talvez tengas sueños que consideres perdidos, pero en realidad solo están dormidos. Rodéate de personas que te ayuden a perseverar y seguir el camino hacia esa visión. Recupera tu fe para celebrar el milagro de alguien más porque se está preparando el tuyo. Recuerda que el mayor milagro que ya recibiste es el de la salvación eterna.
[1] Juan 10:9-10: Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
[2] Marcos 5:40-41: Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate.
[3] Marcos 5:22: Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies.
[4] Marcos 5:31-33: Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.
[5] Marcos 5:35-36: Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.
[6] Mateo 5:37-41: Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate.
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