17 de septiembre de 2024
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El nivel de confianza en la Palabra de Dios tiene que crecer para que las cosas que esperas se hagan realidad. La confianza es un territorio que debe ser conquistado por cada hijo de Dios. Tal como lo expresa el libro de Hebreos en los capítulos 11 y 12 donde los héroes de la fe sirven de ejemplo, pero se lleva a otro nivel al citar el momento de la legítima relación entre un padre y un hijo.
Si la confianza crece tu vida será más segura, de esta manera las reacciones ante la adversidad serán diferentes y el afán no dañará el corazón, ni se ahogarán las promesas de Dios para tu vida. Por el contrario, caminarás seguro porque sabes a quien le estás creyendo.
Para que la confianza crezca, el camino del territorio a conquistar tiene tres destinos: la paternidad, la identidad y la seguridad. La paternidad construye la identidad y da como resultado la seguridad, porque venga lo que sea, tu confianza estará firme en Dios que nunca falla. El Padre el Hijo y el Espíritu Santo trabajan unidos para que se conquiste este territorio y tu confianza siga creciendo.
La paternidad de Dios se establece para el pueblo de Israel, porque los libera para su servicio. Así ve Dios a sus hijos con talentos, dones, habilidades y una inteligencia que les hace útiles para su servicio.[1-3] Jesús es el camino hacia la paternidad de Dios para todos nosotros.[4] Su mensaje nos lleva a descubrir lo que el Padre tiene para cada uno, en particular, porque en Él está nuestra identidad y ella nos lleva construir la seguridad interna que necesitamos en la vida.
En el Padre está la identidad correcta que tú debes tener, el propósito por el cual naciste en este mundo. En tus generaciones había maldición y él vino a quitar la maldición para levantar un ser humano bendecido que lo representa en esta Tierra.[5] Descubre en Jesús la paternidad que vino a mostrarnos. Así como tenemos rasgos de nuestro padre terrenal, adentro en el espíritu se está formando un hijo de Dios por su Espíritu Santo que transforma nuestra alma.
Dios te escogió para que en tus generaciones se termine la escasez, la pobreza, la enfermedad, la mediocridad y te conviertas en el antes y el después de tus generaciones. Sin importar cómo fue la relación con tu padre has sido redimido por Dios para construirte como una persona nueva, que ya no sigue definida por lo que alguien te hizo vivir, como para seguirlo repitiendo en las siguientes generaciones.
Permite que el Padre te haga un mejor papá para tus hijos, porque eres el nuevo modelo que Dios escogió para levantarlos a ellos por medio de Jesús.
Si te dejas construir por el Padre serás el camino que prepare el corazón de tus hijos para que ellos crean en el Padre celestial y no seas la imagen incorrecta de su presencia para afectarlos. Jesús enseñó, que aún siendo malos como padres, sabemos dar buenas dádivas a nuestros hijos, y cuánto más el Padre nos dará a su Espíritu Santo para aprender a descubrir el corazón del Padre celestial para cambiar tu corazón, desde su misma presencia.
Por tanto, Jesús es el camino para la transformación de tu corazón en la identidad con el Padre, pero el Espíritu Santo va a definir tu seguridad dependiendo de la relación que desarrolles con Él. El Padre que nos redimió está esperando que te vuelvas a Él para servirlo, no por una recompensa, sino por amor. Es el Espíritu Santo el que te define como hijo y en esa intensidad de relación están las respuestas de tu corazón hacia Él en la paternidad que se ha desarrollado.
Finalmente, el Espíritu de Dios es el mejor compañero que puedes tener en tu vida, es el mejor amigo que puedes conservar y necesitas hablarle, así definirá tu caminar diario para llevarte ante el Padre, te contará las cosas del Padre, lo que te quiere dar para que puedas llamarlo papito.[6] Hubo una mujer que se conformó con lo que Jesús llamó las migajas para recibir sanidad para su hija, pero ahora somos hijos y el pan completo es de los hijos.[7]
Dios ama a todos sus hijos, pero tiene una relación particular con cada uno de ellos, porque tienes muchas cosas por recibir del cielo, que son parte de tu herencia.
[1]Éxodo 4:22 (RVR1960): Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito. Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo, para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir; he aquí yo voy a matar a tu hijo, tu primogénito.
[2] Jeremías 31:16-17 (RVR1960): Así ha dicho Jehová: Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová, y volverán de la tierra del enemigo. Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová, y los hijos volverán a su propia tierra.
[3]Oseas 11:1-2 (RVR1960): Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. 2 Cuanto más yo los llamaba, tanto más se alejaban de mí; a los baales sacrificaban, y a los ídolos ofrecían sahumerios.
[4]Mateo 11:27 (RVR1960): Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
[5]Juan 14:6 (RVR1960): Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
[6] Gálatas 4:6 (TLA): Ahora, como ustedes son sus hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a vivir en ustedes. Por eso, cuando oramos a Dios, el Espíritu nos permite llamarlo: «Papá, querido Papá». Ustedes ya no son como los esclavos de cualquier familia, sino que son hijos de Dios. Y como son sus hijos, gracias a él tienen derecho a recibir su herencia.
[7] Mateo 15:21-28 (RVR1960): Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
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