20 de abril de 2025
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Vamos a hablar de la fe que Dios nos dio a todos, porque tenemos un serio problema en la interpretación de las Escrituras. Cuando la Palabra dice en Romanos que pensemos cada uno de nosotros mismos con cordura, según la medida de fe que Dios dio a cada uno; creemos que a cada uno Dios le dio una medida diferente de fe.[1] Acá radica el grave problema que tenemos para ejercer la fe.
Te doy un ejemplo: el señor le dio cinco talentos a uno, dos a uno y uno a otro, según su capacidad. Dos lo multiplicaron al cien por ciento y el que tenía uno lo enterró y no multiplicó nada. Pero si seguimos la misma línea de pensamiento, el que repartió esos talentos sabía que eran capaces de duplicarlo los tres, solo quedos usaron su fe y uno tuvo miedo.
¿Sabes cuánto influye el miedo en nuestra mente para recibir o dejar de recibir un milagro? Y todos pasamos por ese túnel del miedo. Yo siempre he dicho que las cosas se hacen con todo y miedo. Lo que saca la emoción del miedo no es otra emoción; la que combate el miedo es una acción para dar un primer paso.
Cuando Pedro camina sobre el agua, luego tuvo miedo y se hundió; Jesús extendió la mano hacia él, no lo dejó que se ahogara y le dijo: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?[2] Ahora yo no creo que Pedro empezó a caminar con una cantidad de fe que Dios le había dado. Pero cuando vio la tormenta y tuvo miedo, el regalo que Dios le dio de la fe desapareció.
Yo no entiendo por qué Dios le da poca fe a un apóstol que debe conquistar el planeta para él. Pero después aparece una mujer cananea, sirofenicia, a quien el mismo Señor Jesús le dijo: ¿No es bueno que yo les dé la comida de los hijos a los perrillos? Y ella le contesta: Sí, Señor, pero aun los perros comen de las migajas que se caen de la mesa de los hijos.[3] Y le dice Jesús: Oh mujer, grande es tu fe. ¿Cómo así? Dios que distribuye la fe al apóstol, que tiene las llaves del reino, le dio poca fe y a la mujer cananea extranjera, no judía, le dio grande fe.
Resulta que hay un centurión romano cuyo siervo estaba enfermo. El pueblo de Israel estaba bajo Roma y cuando este centurión le dice: «Señor, yo sé que eres el Señor, pero una cosa sí te quiero decir: yo tengo hombres bajo mi autoridad y al que le digo que va, va y al que le digo que viene, viene. Tú di la palabra. ¿Y qué dijo Jesús? Ni aun en Israel he hallado tanta fe. Quiere decir que toda la fe sumada de los israelitas no le alcanzaba para llegarle a la fe del romano.
Para mí eso es un error. ¿No puede Dios darle más fe a un romano que tiene sometido al pueblo de Israel que al pueblo de Israel? O es que Pedro usó la fe para empezar a caminar y después, cuando vio el fuerte viento, volvió a su estado natural de no usar la fe y ya no funcionó. Eso es un error.
Por tanto, es tiempo de confesar: ahora entiendo que Dios me dio la fe de esa mujer, de ese romano y de Pedro. Solo que Pedro la usó menos; los otros la usaron más, y aquí yo la voy a usar más que nadie. Mi hijo va a ser sano, mi hija va a quedar sana, mi madre va a quedar sana, mi hermana va a quedar sana, van a quedar sanos porque yo lo estoy creyendo.
Finalmente, Dios te dio la fe para lograrlo, porque quiere que todos sean sanos. ¿A cuántos les dio fe para ser sanos?
[1]Romanos 12:3 (RVR1960): Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
[2]Mateo 14:30-31 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! 31Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
[3]Marcos 7:25-29 (RVR1960): Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies. La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio. Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.
[4]Lucas 7:7-10 (RVR1960): por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano. Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
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