30 de julio de 2024
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Sabemos que la abundancia, la bendición, y la prosperidad dada por Dios es buena, pero se puede comparar con dos puntos de vista diferentes. El primero muestra dos extremos indeseables bajo la etiqueta de una petición: no me des pobreza, tampoco riqueza, mantenme del pan necesario.[1] En cualquiera de las dos opciones, el control está en manos de Dios y se requiere un corazón transformado para seguir viviendo en la fe. Lo importante es aprender a vivir en escasez o en abundancia, sin que el corazón se dañe, según lo enseña el apóstol Pablo.[2] El énfasis es aprender a vivir y sobrevivir en cualquier temporada.
Quiero que me acompañen en un viaje imaginario por la vida de tres personajes de una misma familia, Abraham, Isaac y Jacob, persiguiendo una promesa de Dios que ha llegado hasta nuestros días. El título de este mensaje es ‘El Dios que me bendijo’. La clave es no olvidar a Dios, pues es el que da el poder para hacer las riquezas. Dios juró e hizo un pacto con Abraham y se extendió a lo largo de sus generaciones. ¿En qué consistía ese pacto? ¿Qué repercusión tiene la vida de estos tres personajes en nuestra vida?[3]
El recorrido inicia con el deseo de Abraham, pues era estéril y avanzado de edad, pero se aferraba a una petición: quería tener un hijo y Dios le prometió una gran descendencia, como las incontables estrellas que miraba en los cielos, y ahora somos parte de esa descendencia.[4] Con esa promesa, Abraham levantó un altar como señal para recordar ese día en el futuro, pues allí Dios establece la bendición para Abraham, y ahora nos ha alcanzado también a nosotros: somos bendecidos por Dios con un pacto y un juramento.[5]
Ahora, la voluntad de Dios era que esa bendición no solamente estuviera sobre Abraham, sino sobre todos aquellos que vinieran después de él, pues la multiplicación sería como las estrellas del cielo. ¿Cómo se manifiesta esa bendición sobre Isaac? Isaac deseaba tener un hijo, porque también su esposa sufría el mismo problema de la esterilidad, así como también ocurrió con Jacob y Dios siempre fue fiel a su promesa para bendecirlos. Entonces, ¿qué le pasó a Isaac con la bendición que le dio su padre antes de morir?[6]
Isaac se hizo rico y mientras más procuraban cerrar los pozos de su padre, iba y abría nuevos y seguía multiplicando sus bendiciones con cosechas a ciento por uno de rendimiento y esa es la bendición que vino de generación en generación.[7]
Isaac sabía lo que tenía y Dios se lo ratificaba constantemente, por eso mismo allí construyó un altar que pasaría a la posteridad como otra señal del cumplimiento de las promesas de Dios a su padre Abraham con una descendencia, con riquezas, cosechas al ciento por uno y con pozos de agua por donde quiera que se desplazaban.[8]
En la tercera generación vemos a Jacob huyendo de su hermano que reacciona y se da cuenta que ha perdido la bendición como primogénito, por no valorarla en un momento de despiste ante Jacob, ahora lo busca para quitarle la vida. Pero Jacob huye, habiendo logrado la bendición de Isaac, que provenía de su abuelo Abraham y allí en su soledad se encuentra con Dios. En el peor momento de su vida, en medio de la nada.[9]
Jacob nos ayudará a entender que todo esto es un asunto de fe, cuando está en su peor temporada; todo lo que tiene es una piedra que usará de almohada, está solo y lejos de casa, pasando hambre y durmiendo en el suelo, pero desde allí hace un voto al elevar su petición ante Dios. Más adelante la bendición llega a Jacob y Dios empieza a bendecirlo, dándole familia y riquezas, pero le ha recordado que todo viene desde Su promesa a Abraham su abuelo.
Ahora esa misma bendición es para cada uno de nosotros que hemos hecho un voto de entrega a Jesús, la misma promesa para las generaciones pasadas es para las generaciones venideras, pero hay que bendecirlas. El deseo de Dios es que la misma bendición de Abraham, que se impartió a Isaac, y luego le dejó a Jacob, también pase a toda tu familia.
Si no estás en tu mejor temporada en la vida, debes oír la voz de Dios y cambiar tu temporada haciendo un nuevo voto para creerle a Sus promesas, porque es mejor que corrija nuestros corazones, que nos perdone para que podamos levantar un altar de rendición y vivir bajo Su bendición.
[1]Proverbios 30:7-9 (RVR1960): Dos cosas te he demandado; no me las niegues antes que muera: vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios.
[2]Efesios 6:12-13 (RVR1960): Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
[3]Deuteronomio 8:18 (NTV): Acuérdate del Señor tu Dios. Él es quien te da las fuerzas para obtener riquezas, a fin de cumplir el pacto que les confirmó a tus antepasados mediante un juramento.
[4]Génesis 12:2-4 (NVI): Haré de ti una nación grande y te bendeciré; haré famoso tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra! Ver también Génesis 15, 17.
[5]Hebreos 6:13-18 (NVI): Cuando Dios hizo su promesa a Abraham, como no tenía a nadie superior por quien jurar, juró por sí mismo y dijo: «Te bendeciré en gran manera y multiplicaré tu descendencia». Y así, después de esperar con paciencia, Abraham recibió lo que se le había prometido. La gente jura por alguien superior a sí misma, y el juramento, al confirmar lo que se ha dicho, pone punto final a toda discusión. Por eso Dios, queriendo demostrar claramente a los herederos de la promesa que su propósito nunca cambia, confirmó con un juramento esa promesa. Lo hizo así para que, mediante la promesa y el juramento, que son dos realidades que nunca cambian y en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un estímulo poderoso los que, buscando refugio, nos aferramos a la esperanza que está delante de nosotros.
[6]Génesis 26:12-13 (NVI): Isaac sembró en aquella región y ese año cosechó al ciento por uno, porque el Señor lo había bendecido. Así Isaac fue acumulando riquezas, hasta que llegó a ser muy rico.
[7]Génesis 26:18-22 (NTV): También reabrió los pozos que su padre Abraham había cavado, porque los filisteos los habían tapado después de su muerte, y les puso nuevamente los nombres que Abraham les había dado. Los siervos de Isaac también cavaron en el valle de Gerar y descubrieron un pozo de agua fresca; pero después, los pastores de Gerar llegaron y reclamaron el manantial. «Esta agua es nuestra», dijeron ellos, y discutieron sobre el pozo con los pastores de Isaac. Por eso Isaac llamó a aquel pozo Esek (que significa «disputa»). Luego los hombres de Isaac cavaron otro pozo, pero de nuevo hubo conflicto. Por eso Isaac lo llamó Sitna (que significa «hostilidad»). Isaac abandonó ese pozo, siguió adelante y cavó otro. Esta vez no hubo ningún conflicto, entonces Isaac llamó a aquel lugar Rehobot (que significa «espacio abierto»), porque dijo: «Al fin el Señor ha creado espacio suficiente para que prosperemos en esta tierra».
[8]Génesis 26:23-25 (NTV): De allí Isaac se mudó a Beerseba, donde el Señor se le apareció la noche de su llegada. «Yo soy el Dios de tu padre Abraham —dijo—. No tengas miedo, porque yo estoy contigo y te bendeciré. Multiplicaré a tus descendientes, y se convertirán en una gran nación. Lo haré a causa de la promesa que hice a Abraham, mi siervo». Luego Isaac construyó allí un altar y adoró al Señor. Estableció su campamento en ese lugar, y sus siervos cavaron otro pozo.
[9]Génesis 28:12-18 (NTV): Mientras dormía, soñó con una escalera que se extendía desde la tierra hasta el cielo, y vio a los ángeles de Dios que subían y bajaban por ella. En la parte superior de la escalera estaba el Señor, quien le dijo: «Yo soy el Señor, Dios de tu abuelo Abraham, y Dios de tu padre Isaac. La tierra en la que estás acostado te pertenece. Te la entrego a ti y a tu descendencia. ¡Tus descendientes serán tan numerosos como el polvo de la tierra! Se esparcirán en todas las direcciones: hacia el oriente y el occidente, hacia el norte y el sur; y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia. Además, yo estoy contigo y te protegeré dondequiera que vayas. Llegará el día en que te traeré de regreso a esta tierra. No te dejaré hasta que haya terminado de darte todo lo que te he prometido». Entonces Jacob se despertó del sueño y dijo: «¡Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo ni me di cuenta!»; pero también tuvo temor y dijo: «¡Qué temible es este lugar! No es ni más ni menos que la casa de Dios, ¡la puerta misma del cielo!». A la mañana siguiente, Jacob despertó muy temprano y erigió como columna conmemorativa la piedra en la que había reposado la cabeza y después derramó aceite de oliva sobre ella.
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