25 de marzo de 2008
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Llevo tiempo en un proceso de restauración en mi boca. Hace dos años terminé un proceso de amalgamas completo. Yo estaba contento, pero este nuevo doctor me dijo que debía repetir el trabajo, porque algunas cosas no estaban bien hechas. Yo pensaba: “Estoy bien, sólo tengo un dolorcito”, pero llevo dos meses y medio con esto. Ahí nace este mensaje porque me di cuenta de muchas cosas. Primero, que por fuera se pueden ver bien, sonríen, pueden estar contentos, pero por adentro, pueden haber cosas que no están bien. Todo esto es fruto de cosas que hemos vivido, que no hubiéramos querido pasar, pero pasaron.
Dios cuando cometemos un pecado, nos perdona, pero hay personas que dentro de su corazón, guardan culpabilidad, o todavía no se creen dignos del amor de Dios; creen que el perdón no ha llegado del todo a sus corazones. Todo pecado deja huella; el alcohol, el adulterio, la fornicación. ¿Cómo me explica usted, que un amigo mío tuvo un noviazgo de diez años, se casa y el matrimonio le duró un año? Y uno dice: ¿Cómo puede ser eso? Se conocían muy bien y ese fue el problema. Ella lo dejó. Yo le preguntaba al pastor: “¿qué le digo?”. Lo que pasa es que corrompieron su corazón, en su relación hubo fornicación y nunca hubo restauración, entonces un año les duro. Hay cosas adentro, en las cuales la gente no ha dejado que Dios obre, y lo mantienen oculto. Hay personas que tienen cosas internas que nadie sabe que están ahí. El pecado lleva marcas. Pero hay una restauración.
Caso 1. Personas que saben que algo no está bien, pero no lo reconocen.
Caso 2. Saben que algo está mal, pero no hacen nada. Pero para esa restitución trabajan tres partes: Dios, usted y lo que tiene a su alrededor. Hay personas que evidencian lo que uno lleva dentro. Por ejemplo, la suegra. Todos tenemos personas que nos sacan lo que llevamos dentro, si no la tiene, ya la va a encontrar, sea bueno o malo. ¿Cómo me explica que hay personas que pasan por un proceso, conocen al Señor, leen la Biblia, oran y aún siguen siendo presas de situaciones mentales y de pecado en las cuales persisten? En este proceso hay ciertas cosas que le tienen que suceder a uno. Hay piezas que ya no se pueden salvar, que es mejor sacarlas, y eso me paso a mi. Pero hay una solución: Hay que hacer un implante. Es como que le barrenen a uno la encía. Con una broca, le hacen un hoyo, le meten algo de metal y lo atornillan.
¿Por qué le digo eso? Porque hay cosas nuestras internamente que es mejor arrancar y entendí algo: Dios en su Palabra dejó un proceso que tiene que ver con el implante de corazón. Ezequiel 36:26 Os daré corazón nuevo y pondré… y quitaré de vuestra carne el corazón… y pondré dentro de vosotros mi Espíritu… que di a vuestros padres… oprobio entre las naciones.
Para poder estar en esas tierras, hay que tener el corazón que dice ahí. Lo que pasa es que la podredumbre del corazón no se mira. Hay cosas que lo están pudriendo, tristeza, amargura, enojo. La gente que mata a otras personas, tienen la conciencia dura, pierden sensibilidad. ¿Es malo ser sensible? No. A veces pensamos que los sentimientos son malos. Pero Dios nos hizo así; amar, enojarse, es normal. Hay personas que se vuelven duras, insensibles, que hace mucho tiempo dejaron de sentir amor y esa es la podredumbre que carcome por dentro. Hay gente que sigue guardando sentimientos hacia alguien que ya murió, pero siguen aferrados manteniendo el recuerdo de esa persona dentro. ¿Sabe qué es lo peor? Que cuando están ebrios, manifiestan eso. Hay gente que sabe bien cuál es su debilidad, pero no han avanzado.
Uno de los primeros pasos es reconocerlo, ponerse al espejo y ver qué lleva dentro, cómo trata a las personas y cómo se trata a usted mismo. Eso dice mucho de lo que usted es. Dice Dios: “Ese corazón ya no sirve, y te voy a poner un corazón de carne, que vuelva a sentir, y además pondré mi Espíritu en mí para que cumplas mi Palabra, y hagas mi voluntad. Caso contrario, un corazón que no haga la voluntad de Dios es porque puede estar endurecido. No reciben amor, no dan amor. Pues El hace trasplante de corazón y busca restituir. Y cuando hace eso, hace una operación a corazón abierto, esos tratos de Dios con su pueblo son persona a persona. Dios con su hijo, a solas, encerrados. Hay cosas aquí dentro de usted que nadie sabe: temores, pensamientos, confusiones, problemas, pensamientos que sólo usted ha tenido que son tan serios por no volverlos a tener, pero los sigue teniendo y usted necesita que Dios trabaje ahí. Le voy a contar porqué. He conocido personas que buscan a Dios, que el espíritu los llena, que han pasado por un encuentro, que conocen de Dios, pero llevan dentro de sí cosas que no los deja madurar. Luego, aparece una persona que logra identificarlas, los cautiva y los saca del reino de los cielos.
Cosas que nadie sabe, que nos mantienen vulnerables a algo y a alguien. Y usted y yo necesitamos que Dios nos ordene y transforme. Parte de ese proceso de restitución tiene que ver con que todas las circunstancias que nos rodean ayuden para que esto cambie.
Ya identificamos el problema con el cual tenemos que luchar. En el proceso, hay personas que creen en él y otras que no; algunas se dejan y otras no; algunos lo aceptan y otros no; algunas empiezan, pero no terminan. En la Biblia aparece Naamán; un hombre cuyo traje era tan hermoso, que nadie notaba que había lepra debajo de éste. La lepra ha sido considerada como algo sucio; cuando ese hombre se quitaba su traje, olía mal, se veía como alguien contaminado. Pero cuando salía, era el que inspiraba, guiaba; sin embargo, a solas era un hombre con lepra que buscó a Dios, y fue a donde el profeta y él le dijo: “Lo que tienes que hacer es irte a meter al Jordán siete veces, y Dios hará el milagro”. No quiso, se enojó y ya se iba de vuelta, porque a veces, queremos que Dios haga las cosas como nosotros queremos, pero él tiene infinitas maneras de hacer las cosas. Y este hombre lo hizo, lo convenció un hombre que iba con él. A la primera vez no pasó nada, pero a veces queremos que a la primera salga. A la séptima vez que se metió, dice que su piel salió como la de un bebé. Esas siete veces, representan el proceso al cual te vas a exponer. En ese proceso, hay gente que se dio cuenta de la lepra que tenía. Hay gente que se da cuenta de cómo es usted, y eso no es malo, pero asegúrese de meterse en el río. Si Dios nos está tratando con esos problemas sexuales que tenemos, hay que hacer lo que él dice. Las personas cercanas ya lo conocen y huele mal.
Este mensaje no sirve de nada si no hace nada con él; si está pensando en otra persona y no en usted. Yo empecé a darme cuenta de cómo Dios estaba tratando en mi corazón; duele, pero es necesario y cuando pasa todo, uno dice “¡qué bueno!”. Me di cuenta de lo que Dios estaba haciendo en mi vida, cuando gente llegaba a mí a decirme las cosas que yo había pasado, y yo sabía qué decirle. Yo tenía una lepra llamada rencor, y cuando empezaba a contar la historia que viví con mi padre, empezó a evidenciarse que yo ya tenía un corazón sano en eso. Cada uno de nosotros tiene cosas que nadie sabe, cosas que no están bien pensarlas, sentirlas; cosas que nos han podido volver vulnerables. A mí me duele que aparezca un “planta de escoba” y se lleve a unas señoritas que han entregado su vida a Jesús. Y me duele porque sé que Dios tiene planes para ellas.
Eso duele porque he visto lo que Dios edifica en ellos y, de repente, se dejan cautivar por algo como eso. A veces, vienen personas a mi oficina y me dicen: “Mi esposo me pega, tiene tres mujeres”, pero yo le digo: “Para que haya hombres así, tienen que haber mujeres que les permitan esas cosas”. Alguien tiene que existir para que ese tipo de hombres existan. Y Dios tiene algo preparado para ellos, pero nunca han dejado que suceda.
Isaías 49:6 Poco es para mí que tú seas mi siervo.
Habla de restaurar, recuperar no sólo lo que se perdió, sino que edificar sobre lo ya restaurado. A mí me tuvieron que restaurar la encía para poder hacer el implante. Me dolió muchísimo; ha sido un proceso largo. Estoy nervioso desde que le ponen a uno la anestesia, duele, desespera, no le gusta a uno, pero es parte de un proceso que es necesario que pasemos. Este mensaje tiene efecto cuando usted llega a desnudarse frente a Dios y le decimos: “Así soy, quiero cambiar”.
Hay mujeres que sus almas necesitan ser restauradas, tienen su autoestima por los suelos, porque no hay valor propio, no hay reconocimiento de lo que Dios ya hizo en sus vidas. Le aseguro que si fuera así, nadie estaría dispuesto a que nadie más lo destruya. Y no estoy hablando del diablo. Nuestras decisiones están en función de lo que tenemos dentro. Es algo que no han dejado que su corazón sea tratado, hay personas que no dejan que les den un consejo. He tenido ministraciones en las que no he podido seguir con un segundo consejo, les doy uno y les digo que hasta que hagan eso, para qué vamos a seguir. Ya deje de pedir perdón por lo mismo, por la misma situación, y esas personas son vulnerables a que las circunstancias los deformen. No se dejan guiar.
Hay un hombre, caminó con Jesús a la par, oyó todo lo que usted lee en la Biblia de la boca de Jesús, durmieron cerca, estuvo con él por mucho tiempo, viene y les dice a todos: “Los felicito, estuvieron conmigo en un momento difícil, ahora van a estar de jueces ante Israel”. En eso volteó con uno y dijo: “Sólo que a ti te va a pasar algo, te quiero contar que el diablo te quiere a ti y te pidió para zarandearte, pero yo he orado para que tu fe no falte”. Pedro ha de haber pensado: “¿El diablo conmigo? Que se dé cuenta que somos doce, ¿por qué sólo conmigo? ¿Yo qué hice?”. Pero dijo: “Tranquilo, yo hasta la muerte, lo que venga, sigo contigo”. Entonces los otros dijeron: “Este se va a agarrar con el diablo, y miren lo que responde”. Y Jesús le dijo: “Tres veces me vas a negar hasta que el gallo cante”. Pedro era emocional, se evidenció lo que llevaba dentro y Jesús estaba tratando eso con el. Cuando a Pedro le toca vivir uno de los momentos de su vida más difíciles, estaba solo, pero ya Jesús estaba orando para que su fe no faltara. En el momento podía aguantar, pero se sintió deprimido, sin embargo, siguió con Él, y Dios lo perdonó. A él le entregó las llaves del cielo, con todo su problema, pero siguió.
Ahí estaba obrando Dios con el corazón de ese hombre. Cuando usted deja que Dios trabaje en su vida, que haya un proceso doloroso, pero usted permanece, porque sabe que Dios está obrando su voluntad en su vida, se convierte en una persona distinta y Dios lo promueve. El hecho que haya un hombre que le gusta tener una y otra mujer, sólo evidencia que ahí hay debilidad. Es un hombre vulnerable que no ha dejado que Dios ocupe el vacío que tiene en su corazón, es débil.
Hay personas que todo el tiempo están ofendiendo a alguien, menosprecian a los demás, ahí adentro hay un problema. No están valorando bien, siguen manteniendo un orgullo y eso es lepra interna. Todo eso sale a luz cuando llega al espejo de Dios, a solas. Ahí en ese momento donde sólo está usted y Dios, El puede operar ahí, sacar lo que no está bien. Dios ha venido edificando su vida por mucho tiempo, ha dejado que pasen cosas en su vida para irlo renovando en su mente y corazón, quiere que se vuelva una persona estable, que no exista cosa en la tierra que pueda separarlo de él. Para que un hombre llegue a decir que no hay nada que lo separe de El, pasó un proceso. Se recuerda de Job, un hombre que aparentemente lo tenía todo, pero llega el momento que pierde todo, hasta que Dios operó en su corazón y dice: “Antes de oídas te había oído, mas ahora mis ojos de ven”. A Job le dolió mucho, dígame si no duele perder los hijos; todo lo que tenía, quedarse en la calle. Pero es un proceso. Amigos que aparentemente ayudaron y no ayudaron nada, porque dice que desechó el consejo de sus amigos y se quedó solo.
Cuando Dios deja solo a un hombre, es cuando está diciendo: “quiero que confíes en la obra restauradora que quiero hacer”. Con el pecado del primer Adán se descompuso la humanidad completa porque entró el pecado. Pero vino el postrer Adán a restaurar lo que se perdió a causa del pecado, y llegar a reconocer la obra redentora. El vino para que tus pecados sean borrados y tengas restauración en él. Y que casualidad que el último versículo dice que restaurará la relación con tu padre, y la de tu padre contigo. Todo eso se restaura cuando dejas que el corazón sea cambiado. El quiere cambiar tu corazón, renovarlo, quiere ponerte un implante, que palpites diferente, que tu vida se edifique, que sea permanente y que nada destruya lo que él ha hecho. Venimos con tantas cosas que nos hicieron daño, nos dejaron complejos y no nos dejan vivir una vida plena. Son el resultado de vivir una vida de pecado. Para mí era imposible poder hablar a tantas personas.
Crecí bajo un régimen oprimido, pero tuve que pasar por una trasformación que me hiciera pensar diferente y reconocer lo que Dios ha hecho en mí. Yo no puedo ver las capacidades que llevas dentro y eso va a salir cuando Dios obre dentro de ti. Pero te sueltas y si eres tan genuino, tan transparente y empiezas a fluir cuando dejas que el corazón sea otro. La gente pone sus ojos en ti porque dejaste que el Espíritu de Dios viniera a trabajar. Y eso pasa cuando estás con Dios a solas, cuando llegas y le entregas el corazón, y le dices: “haz lo que quieras conmigo, porque quiero ser como quieres que yo sea”. Hace tiempo, llegó un hombre muy desesperado a mi oficina y me dijo: “Mi mujer me abandonó. Yo no sabía que mi vida iba a ser tan infeliz cuando ella se fuera. Sé que yo hice todo para que ella tomara esa decisión, ahora vengo a pedirle a Dios que restaure mi matrimonio”. Le dije: “El va a empezar no por restaurar tu matrimonio, sino tu corazón. Sólo te pido que no busques a Dios mientras te devuelve a tu mujer, porque El no es tu sirviente. El tiene un plan para tu vida, pero eso sí, la vida por completo a Dios, y vas a dejar que Él opere para que salga de ahí otro hombre distinto. Entonces, tu esposa se va a casar con otro hombre, porque adentro hay un hombre diferente. Entonces dijo: “Está bien, ¿qué tengo que hacer?”.
Meses después, yo los estaba casando porque habían metido a Dios en su camino, y ahí están. Pero esa restauración comienza en el corazón. En una ocasión, les dijo a unos hombres, quienes habían vivido un divorcio. Y les decía: “¿Ya se aseguraron ustedes de no ser la misma persona que se divorció hace muchos años? Porque se puede repetir la misma historia, pero con otra mujer. ¿Tratas igual a tu mujer? Porque seguramente cuando tengas otra relación, va a pasar lo mismo porque sigues siendo el mismo. Cada uno de ustedes sabe lo que ha vivido, y las marcas que eso les ha dejado. Usted necesita que Dios opere, que saque el corazón y ponga uno nuevo. Le decía a un señor: “Llevas 30 años viviendo lo mismo, reconoces tu problema, pero permaneces en él, siempre has dicho que la salida para eso es desahogarte y sacar todo. Has dicho que el poder contárselo a alguien te va ayudar, pero sigues en lo mismo. Al final, no son los problemas lo que te tienen así, sino que siempre has decidido pensar y sentir de la misma forma. Y de usted se dice cómo piensa, cómo reacciona, cómo actúa, cómo es en realidad.
Le voy a pedir algo simbólico, ¿qué tal si pone su mano sobre su corazón y siente por un momento sus palpitaciones? Ahí llevas sus esperanzas, sus sueños, sus anhelos. Dice: “Dios conceda las peticiones de vuestro corazón”. Hay peticiones que van a funcionar en el momento que su corazón sea otro. Ahí están las debilidades, los problemas, las personas que no ha decidido cambiar, que se conformaron con oír un mensaje e ir el domingo a la iglesia, pero hace mucho tiempo que perdieron esos momentos que tienen el poder de cambiar algo en ustedes. Usted ha conocido al Dios que prospera, pero hay una manifestación de ese dios que es Restaurador. Desde que Adán pecó, él ha venido restaurando el corazón, porque éste se endurece. Ahora, qué tal si con sus propias palabras, le pide a Dios que haga un trasplante de corazón, capaz de valorar lo que Dios ha hecho en usted. El ha venido día y noche tratando de mejorar lo que hay en usted, en aquello que nadie sabe, pero no has dejado que El trabaje en esa área. Te sigue comiendo esa debilidad. Te entristece ser así, te desespera, pero eso cambia cuando te pones en la mano de Dios. Él te pido que cambies tu corazón para que tu vida sea diferente, para que crean en el Dios restaurador, que puede vender cualquier debilidad. Hay personas que venían tristes, con problemas, con pensamientos incorrectos, con debilidades que no los dejan, pero hoy es un día que Dios ha hablado y quiere hacer de nosotros personas diferentes.
Debemos decir: “Señor, estoy dispuesto a pasar el proceso, a ser trasformado por ti. Quiero cambiar, quiero hacer tu voluntad”. Dios me muestra que hay personas que les cuesta obedecer, seguir consejo y cuando les han dado instrucción, se niegan a eso. Esa rebeldía no los deja. Hay personas que tienen muy marcada su manera de ser que no han dejado que Dios ponga la suya.
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