30 de septiembre de 2018
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Algo importante para tu éxito en la tierra, pero también para tu vida eterna, es mantenerte en tu lugar de asignación divina. No eres un accidente: naciste con un propósito de Dios. Él te creó y eso te hace valioso ante su presencia.[1] Tu valor no lo dicta tu cuenta bancaria, ni tu novio, ni tus hijos, ni tu jefe, sino el Señor; y aun antes de nacer tenías un valor incalculable para Él.
Dios te asignó a un lugar exacto: si estás donde estás no es por casualidad. Incluso los árboles en los bosques están sembrados tal como Él lo pensó.[2] Pídele que te revele cuál es tu lugar y te aseguro que si permaneces en él a cambio obtendrás crecimiento (todo árbol gigante empezó con una semilla), dones (no todos los árboles proveen los mismos frutos) y propósitos (un árbol da fruto siempre y cuando sus raíces se mantengan bajo tierra, y ese fruto alimenta a otras especies).
Muchas veces habrá personas que tratarán de desarraigarte de tu lugar de asignación divina, pero el único que puede trasplantarte es Dios. Talvez un miembro de tu iglesia no te agrade o quizá no soportes a tus padres o tus hermanos en casa, pero antes de moverte piensa que nuestro Padre quiso que estuvieras allí y las bendiciones llegarán cuando Él te encuentre en ese lugar. Por eso, estas son cinco cosas que necesitas para aferrarte a tu lugar de asignación:
No olvides que tu vida está conectada a un propósito eterno que se cumplirá en el lugar donde Dios te ha puesto. Estás el lugar exacto donde darás fruto a muchas personas. ¡Confía en que Él te levantará y hará algo grande contigo! Pídele que te revele tu propósito y lugar de asignación y no permitas que nada ni nadie te mueva de allí.
[1] Isaías 49:5: Ahora pues, dice Jehová, el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza).
[2] Jueces 9:8-15: Fueron una vez los árboles a elegir rey sobre sí, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros. Mas el olivo respondió: ¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros. Y respondió la higuera: ¿He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron luego los árboles a la vid: Pues ven tú, reina sobre nosotros. Y la vid les respondió: ¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron entonces todos los árboles a la zarza: Anda tú, reina sobre nosotros. Y la zarza respondió a los árboles: Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos bajo de mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano.
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