30 de abril de 2011
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Todos deseamos tener una buena vida con paz, amor, salud y prosperidad. Al pensar en eso que deseamos, podemos descubrir que en buena medida, el trabajo nos ayuda a lograrlo ya que nos da la oportunidad para ser felices y obtener bendición. Aprende a disfrutar lo que haces porque es a través de esa actividad que el Señor te prosperará. Dios nos enseña que el trabajo es el fundamento para ver cumplidas Sus promesas en nuestra vida. La única forma de recibir bendición es trabajando.
Fuimos hechos a Su imagen y semejanza, es decir que tenemos ADN celestial. Desde este punto de vista, también vemos el trabajo como bueno porque el mismo Dios trabajó para crear todo lo que existe. Además, Génesis nos relata que el Señor nos hizo para multiplicarnos y ejercer autoridad sobre lo creado(Génesis 1:26-28), es decir que nos encomendó una tarea. Recibirás todo lo bueno y agradable cuando comprendas el verdadero valor del trabajo. En ese momento, Dios te dará más trabajo y podrás aprovecharlo buscando en bien común.
Veamos que según la Palabra, luego del pecado de Adán y Eva, la maldición cayó sobre la tierra, no sobre el hombre y su esfuerzo (Génesis 3:17-18). Algunos mal interpretan la Escritura diciendo que Dios maldijo el trabajo porque Adán, desde entonces, debía sufrir para producir su alimento, pero no es así. Antes del pecado, la naturaleza funcionaba a favor de Adán que guardaba el Edén, labraba y la tierra producía (Génesis 2:15), pero cuando cometió pecado, es la tierra la que cambia y él debe luchar contra los elementos naturales para producir su alimento. Dios no maldice el trabajo porque Él es un trabajador.
Luego del pecado de Adán, nuestra herencia es esforzarnos para obtener las bendiciones del Señor. Tu trabajo, sin importar cuál sea, te traerá alegría y prosperidad, a menos que sea algo ilegítimo, fuera de Su voluntad. Si lo que haces está lleno de los principios de Dios, tienes un trabajo “amal”, es decir legítimo, bendecido, de acuerdo a tu llamado y Su propósito. Ese trabajo transformará tu esfuerzo en frutos agradables y en oportunidad para bendecir a otros, no lo dudes.
Todos trabajamos, la diferencia es con qué actitud lo hacemos. El esclavo obtiene frustración, pero el buen trabajador obtiene satisfacción. Si te quejas por todo y ves que no avanzas, vives al día como un esclavo, no das la milla extra, tal vez no te estás dedicando a tu llamado y no estás cumpliendo el propósito que Dios tiene para ti. Procura tener una actitud de trabajador “amal”, legítimo, comprometido y con actitud de servicio porque la recompensa se hace palpable con más trabajo que provee gozo.
La Palabra nos aconseja que hagamos nuestra parte: trabajar con esfuerzo y dedicación porque sólo de esa forma, estaremos listos para que Dios haga Su parte y nos permita disfrutar con gozo de los frutos de nuestro trabajo, dándonos riquezas y bienes (Eclesiastés 5:18-19).
Gózate en tu trabajo y hazlo bien. Prepárate, busca la excelencia en lo que haces y verás que tu actitud y futuro cambian. No puedes decir que no te gusta tu trabajo si lo haces mal y con desgano. Para ver buenos resultados, debes buscarlos con esfuerzo. Dedicarte a lo que te brinde satisfacciones personales es la forma de echar a andar el círculo de bendición. Un salario nunca pagará tu felicidad y realización personal.
Realízate en lo que haces, esa es tu parte, la parte de Dios, es bendecirte y lo hará si eres un trabajador legítimo, no un esclavo. El Señor puede hacer que te goces aunque el trabajo sea difícil, también te dará riquezas y honra, esa es Su promesa. Agrada al Señor con tu trabajo, asume una actitud de servicio y verás que las cosas mejorarán. La naturaleza dejará de funcionar en contra tuya y todas las cosas obrarán para bien.
Dale gracias al Señor por tu trabajo y por las bendiciones que te ha preparado. Declara que disfrutarás ejecutando la obra que te encomendó, prométele que te esforzarás para Él y para Su reino. Demuestra que eres hijo de Dios, por eso, trabajas con calidad, excelencia e integridad como Él te enseñó con Su ejemplo.
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