27 de mayo de 2025
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Quiero hablarles del prodigio del diluvio que no llegó de un día para otro. Se ha calculado, que la construcción del arca pudo haber llevado hasta 120 años. Noé la construyó siguiendo un diseño y una estructura como algo nunca visto sobre la tierra, con un tamaño que superaba la imaginación de la gente, porque ni siquiera estaba lloviendo y menos con una cantidad tan profunda de agua, como para ver que flotaría.[1]
Dios alertó a la humanidad por medio de Noé, quien pasó 6 días subiendo distintas especies de animales y provisiones al arca sin que nadie se interesara en su mensaje y en la oportunidad de salvarse del anunciado diluvio.[2] Entonces, un prodigio es algo que Dios ha venido preparando por mucho tiempo y se manifiesta cuando se cumple el tiempo.
Hay prodigios hechos por Dios y también hay prodigios fabricados por el hombre, como fue el caso de Noé. Por ejemplo, el proceso de la siembra y la cosecha es un prodigio humano cuando siembras, pero la cosecha abundante viene con la bendición de lo que Dios sabe hacer para que prosperemos. Cuando Noé hizo meticulosamente su parte, Dios cumplió el prodigio que había ofrecido.
El templo de Salomón, eso es un prodigio que Dios no lo hizo, pero que Dios sí diseñó y fue Salomón el ejecutor de la obra. El mismo tabernáculo de Moisés es un prodigio; Dios da el diseño y Moisés lo construye. Allí estaba el arca del pacto y de pronto la gloria de Dios y su presencia llenaron ese lugar desde donde les hablaba directamente. Así sucedió con el templo: la gloria de Dios lo llenó cuando ya estaba construido en todo su esplendor.
Es decir, si tú le has cumplido a Dios lo que te ha pedido, ¿cómo puedes desconfiar de la parte que a Dios le corresponde hacer? Si Dios dice que impongamos las manos para que los enfermos sanen y ve que tú lo haces, ¿cómo se puede pensar que Dios no hará su parte, trayendo sanidades? Pero, primero tienes que orar por los enfermos. Porque si nosotros somos medio fieles, Dios es totalmente fiel para cumplir lo que nos ha prometido.
Otro prodigio, Moisés camina por el desierto con la formación intelectual de un faraón y el corazón de un hijo de Dios, así se encuentra la zarza ardiendo, que le llama la atención y se acerca a mirar. Repentinamente, la zarza le habla y era Dios mismo que le hablaba. ¡Qué señal, qué prodigio de Dios! Su mente podría argumentar que eso no era Dios hablando con él, pero no lo hizo; creyó y siguió sus instrucciones.
Cuando estamos empezando a argumentar es porque estamos delante de un prodigio, así como Pedro caminando sobre el agua, o el profeta Elías desafiando a los sacerdotes de otros dioses para que hicieran llover fuego del cielo. Esos dioses no pudieron, pero cuando Elías clamó a Dios, vino el fuego del cielo, como si estuviera lloviendo.
El problema de los avivamientos es que establecemos precedentes y deseamos sujetarnos a ellos para que ocurran las cosas como pensamos y no como todo lo nuevo que el Espíritu Santo quiera traer. Eso es cerrarse solamente porque la mente pequeñita no entiende, ni lo puede razonar. No podemos participar de señales y prodigios si primero lo queremos razonar todo porque un prodigio va más allá de nuestro entendimiento. Y esta iglesia está abierta a todo lo nuevo que el Espíritu Santo nos quiera traer.
Dios no le envió un índice detallado de las plagas a Moisés; solamente los sacó de Egipto haciendo grandes señales y prodigios. Convirtió el gran río Nilo en sangre, vino la plaga de ranas, de piojos, de moscas como nubes, la aparición de úlceras, la lluvia de granizo, el ataque de las langostas, la muerte del ganado, la oscuridad durante tres días, la muerte de los primogénitos; la gente les transfería su riqueza con sus joyas para que se fueran.
Luego, por su corazón endurecido, los persiguen y acorralados ven el gran Mar Rojo abrirse ante ellos para que pasen por el parteaguas de Dios. La ciudad de Jericó era un prodigio humano; sobre sus muros corrían carros con caballos sobre amurallados caminos, pero con todo eso, con sonidos de música, gritos y caminata alrededor, todo se cayó y fueron conquistados. ¡Eso fue un prodigio de Dios!
No obstante, el problema que tenemos como creyentes es que muchas veces no creemos, porque pensamos que esas historias antiguas son cosas del pasado y ese es el problema de los prodigios, que parecen increíbles.
Mientras nos dediquemos a creer las historias del pasado, estaremos listos para creer lo que Dios quiere hacer en estos días. Así cayó el maná para alimentar a un pueblo entero; no había agua en el desierto, pero de repente empezaba a brotar de una roca. Todo eso no era lo normal. Jesús convirtió el agua en vino y fue su principio de señales, pero fue un vino de excelente calidad.[3]
Entonces, si estamos entrando a un mega avivamiento más grande que el que tenemos, tiene que pasar por creerlo en nuestra cabeza, aunque no podamos ni explicarlo, y menos entenderlo. No necesitamos saber todo lo que Dios hará en nuestra vida; permite que pase, pero no hay que tener miedo.
Recuerda, el temor es un bloqueador de milagros; no temas, cree solamente. Del cielo cayeron como lenguas de fuego sobre la cabeza de los reunidos el día de Pentecostés, ya había sido anunciado por Jesús.
Tal como ocurrió cuando Pedro explica, estos no están borrachos como pueden suponer; no debemos suponer cosas porque lo sobrenatural de Dios es un cumplimiento de sus profecías y sus promesas, pero nosotros lo queremos.[4] Tres mil personas se convirtieron a Jesús en forma milagrosa.[5] La señal de convertir agua en vino abrió muchos milagros más donde Jesús estaba; era un vino de excelencia, de lo mejor y de alto valor para los conocedores.
Si Dios nos trae de su aceite en las manos, de su fuego en la cabeza, de su gozo con vino nuevo, del oro del cielo en nuestras manos, es todo un tema de confianza antes que de riqueza. Las señales y prodigios son para todos los que creemos en Dios, pero en Egipto no creyeron ni viendo las plagas.
En conclusión, vamos a creerle a Dios y a recibir todo lo que tiene preparado y lo hará con excelencia, porque tiene lo mejor para nuestra vida. Veremos lo que nunca hemos visto. Cree esta palabra, deja que penetre en tu mente y llévala a lo más profundo de tu corazón, porque Dios nos va a invadir con sus ángeles.
Finalmente, para mí el prodigio más grande es tener el Espíritu Santo viviendo dentro de ti. El mayor de los prodigios es que en este cuerpo humano, carnal que tenemos, a Dios se le ocurrió la brillante idea de pasarse a vivir allí.
[1]Hebreos 11:7 (RVR1960): Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.
[2]Génesis 7:10 (RVR1960): Y sucedió que al séptimo día las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra.
[3]Juan 2:9-11 (RVR1960): Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora. Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.
[4]Hechos 2:14-21 (RVR1960): Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
[5]Hechos 2:41-42 (RVR1960): Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.
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