30 de enero de 2022
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El COVID-19 nos está enseñando a ser sobrevivientes: no solo de la enfermedad, sino también de las consecuencias económicas, familiares y sociales que trajo consigo la pandemia. Sin embargo, Dios ha prometido un fruto de gloria para quienes creemos en Él y podamos pasar de sobrevivientes a supervivientes. Porque una cosa es adaptarnos a la “nueva realidad”, pero otra es desafiarla para ser mayormente bendecidos.
A Israel —pueblo históricamente sobreviviente— Dios prometió hermosura, gloria, grandeza y honra;[1] lo cual podemos traducir como supervivencia. Esto es ejemplo de que toda poda trae como resultado el nacimiento de vástagos que a su vez traerán más fruto[2] para nuestra bendición y para la honra del Señor. Sin embargo, muchas veces Dios tendrá que quitarte con el fin de hacer mayor espacio para poder añadirte mucho más.
Para dar fruto, más fruto y mucho fruto, además de ser podados, debemos permanecer en Jesús.[3] Con esto, según el capítulo 15 de Juan en el Nuevo Testamento, logramos tres cosas: 1. Que Dios sea glorificado (Él no solo es glorificado por nuestras alabanzas y oraciones, sino también por el fruto que damos); 2. Somos considerados discípulos de Cristo (siempre comprometidos a velar por la calidad y excelencia que Él merece); y 3. Podemos pedir lo que queramos en Su nombre (toda poda tiene como resultado más fruto). La clave está en permanecer a pesar de cualquier circunstancia.
Todo deportista de élite debe tener sueños, pues solo de esa forma estará comprometido a entrenar, practicar, cumplir con horarios y, en resumen, adoptar una mentalidad ganadora. Sam Smith fue un deportista del siglo pasado que ganó seis torneos de golf consecutivos. En una ocasión reveló que su sueño no era ganar torneos, sino tener una hacienda con ganado, una laguna para pescar y a donde retirarse con su esposa y sus hijos. O sea que los campeonatos no fueron el fin, sino el medio para cumplir su verdadero sueño.
Por eso, si tienes grandes sueños, pídeselos a Dios, pero no los confundas con el medio para cumplirlos. Debes saber, además, que para cumplir lo que más anhelas en la vida debes dar fruto que glorifique al Padre. Ya sea que lo hagas al treinta, sesenta o ciento por uno, lo importante es que permanezcas en Cristo y no dejes de ser buena tierra para sembrar.[4]
Toma en cuenta que si bien es cierto que cuando hablamos de dar fruto siempre prensamos en dar el cien, después de Jesús no ha habido nadie, ni siquiera en la Biblia, capaz de dar esa cantidad. Por eso considero que dar sesenta, e incluso treinta, también es bueno y agradable ante los ojos del Señor;[5] pero lo importante es no dejar de dar. Nunca te condenes —ni condenes a nadie— por dar solo el treinta, porque esa cantidad también significa que estás fructificando. Tampoco te conformes y siempre apúntale al cien, pues lo ideal es que seamos como Jesús y busquemos la excelencia.
Si estás fructificando, aunque sea poco, es porque eres buena tierra y estás haciendo las cosas bien. Ten paciencia y tenle paciencia a los demás. Si eres líder de un grupo de amistad, un discipulado o una red que solo está dando el treinta o el sesenta: ten paciencia. Hasta ahora no he conocido un cristiano capaz de dar el cien y permanecer; lo que sí conozco es a muchos con toda la buena actitud para intentarlo. Por eso te motivo a ser uno de ellos. Declara que serás una persona que lleve fruto, más fruto y mucho fruto; y que todo cuanto pidas será hecho para la honra de Dios.
[1] Isaías 4:2: En aquel tiempo el renuevo de Jehová será para hermosura y gloria, y el fruto de la tierra para grandeza y honra, a los sobrevivientes de Israel.
[2] Juan 15:1-2: Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
[3] Juan 15:3-8: Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
[4] Marcos 4:20: Y estos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
[5] Mateo 13:23: Mas el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.
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