28 de noviembre de 2023
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Esta miniserie expone cómo la fe y la paciencia se relacionan para heredar las promesas de Dios. En el episodio anterior se enfocó la fe como certeza para atravesar la incertidumbre, con el ejemplo del pueblo de Israel, dirigido por Moisés en su travesía por el desierto. Esta prédica es sobre la paciencia.[1] La bendición de Abraham sobre tu casa es una promesa de abundancia y multiplicación.
El propósito es construir un mejor significado sobre la paciencia para que esta comprensión vaya en aumento al activarse en nuestra vida. Hemos perdido un poco la capacidad de esperar gracias a las bondades de la tecnología y si una aplicación se tarda en abrir, nos quejamos diciendo que no funciona. Lo malo es tener esa actitud impaciente cuando una promesa de Dios tarda en cumplirse creyendo que no funciona. Así podemos perder promesas de Dios, no por falta de fe sino por la impaciencia. La estrategia del enemigo es ofrecerte algo más rápido, más accesible, pero sabemos que las cosas que vienen del cielo se alcanzan con fe y con paciencia en una espera que nos perfeccionará.
Entonces paciencia no solo es la capacidad de esperar.[2] La palabra paciente en Hebreos significa ser perseverante en medio de un sufrimiento. Por esa razón, como cristianos debemos tener una correcta relación con el sufrimiento cuando llegue a nuestra vida. Jesús ilustra el sufrimiento más grande con su muerte en la cruz y gracias a su resurrección somos salvos, porque venció el dolor y nos hizo coherederos juntamente con Él.
Paciencia es esperar en medio del sufrimiento y esa es la primera verdad que necesitamos comprender. Como en el caso de Lázaro que esperaban a Jesús en medio de la enfermedad y luego sus hermanas le esperaban en medio del dolor de la muerte.[3] Quien no soporta el dolor no puede decir que es paciente.
Fe en la promesa de Dios le da certeza a los tiempos inciertos, pero el rol de la paciencia es seguir esperando, continuar creyendo a pesar del dolor. Cuando todo falla y viene la pérdida, con dolor y sufrimiento, es fácil ver al cielo para decir: ¿Señor, por qué lo permitiste? Esta es la segunda verdad: Jesús permite el amor y eso da lugar al sufrimiento, porque amor solo se puede dar cuando uno puede sacrificar algo. El amor solo se demuestra cuando se elige en medio de otras opciones. Entonces, si quiero afirmar que Jesús permite el sufrimiento eso es una parte de la verdad, pero no toda la verdad, porque Jesús está permitiendo algo más grande que nuestra capacidad de amarlo a él y amarnos los unos a los otros.
En el caso de Pedro, caminando sobre las aguas en medio de la tormenta, se encuentra la certeza de la fe ante la incertidumbre y luego el elemento del dolor y sufrimiento cuando se hunde y tiene que pedir ayuda a Jesús.[4] La pregunta de Jesús fue: ¿Por qué dudaste de mí? Pero no fue por qué dudaste de ti mismo, que hubiera sido lo más lógico. Pero el origen de la duda era: ¿Por qué no calmaste la tormenta? De igual manera, ante la crisis dudamos de la bondad de Dios a pesar de tener nuestra fe en Cristo.
Paciencia no solo es la capacidad de esperar en medio del sufrimiento que permite Jesús. Santiago expone que hay una perfección en tu vida, que solo viene cuando seas paciente, cuando desarrolles esta paciencia perfecta propia de un miembro del Reino de Dios.[5] Debemos tener fe en tiempos inciertos y paciencia en tiempos de dolor. La actitud completa es esta: con fe y con paciencia se heredan las promesas del Señor.
[1] Hebreos 6:11: Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas. Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa.
[2]Salmos 40:1-3: Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.3Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová.
[3]Juan 11:1-6: Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.) Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.
[4]Mateo 14:25-33 (NTV): A eso de las tres de la madrugada, Jesús se acercó a ellos caminando sobre el agua. Cuando los discípulos lo vieron caminar sobre el agua, quedaron aterrados. Llenos de miedo, clamaron: «¡Es un fantasma!». Pero Jesús les habló de inmediato: —No tengan miedo—dijo—. ¡Tengan ánimo! ¡Yo estoy aquí! Entonces Pedro lo llamó: —Señor, si realmente eres tú, ordéname que vaya hacia ti caminando sobre el agua. —Sí, ven—dijo Jesús. Entonces Pedro se bajó por el costado de la barca y caminó sobre el agua hacia Jesús, pero cuando vio el fuerte viento y las olas, se aterrorizó y comenzó a hundirse. —¡Sálvame, Señor! —gritó. De inmediato, Jesús extendió la mano y lo agarró. —Tienes tan poca fe—le dijo Jesús—. ¿Por qué dudaste de mí?
[5]Santiago 1:2-4 (NBLA): Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia y que la paciencia tenga su perfecto resultado para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte.
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