21 de octubre de 2025
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La vida diaria es una carrera en la que todos participamos para ganar el primer lugar y no solamente para participar, según el consejo del apóstol Pablo.[1] Salir del acomodamiento y el conformismo es parte de ese sentido de esfuerzo y sacrificio que impulsa hacia el progreso personal en la vida. La Escritura afirma que lo importante es ganar, ser competitivo y no solamente participativo; todos los cristianos debemos ser campeones.
Que la experiencia sea de triunfo, haciendo lo mejor que sea posible; esa será la muestra de que estamos agradecidos con Dios por la oportunidad que nos da de participar en algo. Recuerda que las experiencias son tan buenas como la entrega de cada uno a profundizar en ellas.
La primera etapa del aprendizaje es cuando uno es inconscientemente incapaz, ignorando por qué le salen mal las cosas. En el extremo, el sentimiento y la emoción se impactan y pueden bloquear el cerebro hasta creer que en cualquier otro intento saldrá todo mal. Eso no es así, pero ocurre por estar enfocado en lo que se hace mal y no en el proceso de superarlo. En la segunda etapa del aprendizaje, se está conscientemente incapaz. Eso ocurre al descubrir por qué algo sale mal y ahí se inicia el proceso de entrenamiento para subir al siguiente nivel.
En la tercera etapa, cuando ya hago las cosas bien, me convierto en conscientemente capaz; ya tengo más control y sé por qué algo puede salir mal. Al llegar a la cuarta etapa, he avanzado a ser inconscientemente capaz, porque ahora todo fluye bien y con naturalidad gracias al nuevo dominio alcanzado. Así es el proceso de entrenamiento y capacitación en la Palabra de Dios. Practicas la Palabra de Dios hasta lograrlo, pero al igual que en el deporte, la clave es buscar la ayuda de un entrenador; eso en determinado momento hasta puede salvarnos la vida.
Este proceso se observa en la vida del hijo que se fue lejos a malgastar la herencia que le pidió a su padre.[2] Este joven fue inconscientemente incapaz porque ni siquiera sabía por qué le iba mal. Cuando la gente quiere evadir su condición, no asocia que está viviendo perdidamente y por eso le va mal. Este es el estado de ser inconscientemente incapaz, pues no logra ver en qué está fallando. Este joven malgastó todo para vivir perdidamente hasta que le hizo falta. Él tuvo riqueza y la perdió. Por el contrario, si eres sabio, no hay vuelta atrás porque debes seguir mejorando en la vida.
Ahora bien, como padres debemos enseñar hábitos de consumo ejemplares y un uso razonable de los bienes que les damos a los hijos. Eduquemos para que decidan sabiamente y no caigan en las adicciones, sean estas de consumo o digitales, porque ahora la adicción que daña el cerebro entra por los ojos. Enseñemos a aprovechar el tiempo, que es un bien valioso y poco considerado. Instruyamos en invertir para tener una mejor mentalidad, una mejor conducta y un mejor carácter porque está en juego el éxito del futuro. Evita todo aquello que te impida ser victorioso.
El joven iluso pasó a la siguiente etapa de vivir conscientemente incapaz cuando reflexionó y se dijo a sí mismo: Me levantaré e iré a mi padre. Luego tomó medidas y llegó ante el padre. Habló de tomar una acción correcta, la de buscar ayuda. Y señaló la siguiente etapa: «Le diré, he pecado contra el cielo y contra ti… tenme como a uno de tus jornaleros», —es decir—, entréname de nuevo.
El hijo pródigo recapacitó y volvió en sí, divisando un nuevo futuro; despertó su conciencia: necesitaba capacitación, un reinicio, un encuentro con sí mismo. A él nadie lo fue a buscar; este joven caminó con sus pies, nadie le aconsejó y por eso el padre dijo que estaba muerto, pero había resucitado. Así superó las cuatro fases de su propia experiencia de aprendizaje.
Así es la adquisición de la sabiduría; se puede obtener caminando con sabios, pidiéndola a Dios o comprándola, valorando que es mejor ser sabio para Dios y no un necio para la sociedad. Valorar la sabiduría significa comprender que nada es gratis, ni la salvación del alma, porque Jesús la compró con Su sangre. Jesús pagó por nuestra salvación y ahora puede regalarla por Su gracia. ¿Cuánto estás dispuesto a pagar por tu formación? Siempre hay un precio que demanda esfuerzo, entrega y pagar el costo para obtener, desarrollar y adquirir carácter, sabiduría e inteligencia.
Todos deseamos encontrarnos con Dios, pero igual de importante es el encuentro con uno mismo; el diálogo personal es clave para superarse porque hace que la conciencia despierte. El mensaje es: No esperes que alguien más te diga lo que puedes decirte a ti mismo. Anímate, cree y date la mejor orden: ¡Yo me levantaré!
Cuando vamos perdiendo, es posible que aparezcan emociones negativas, sentimientos encontrados y pensamientos que roban el sueño, pero no dejes de levantarte otra vez y una vez más.[3] El justo no está libre de fracaso, pero sus metas a corto, mediano y largo plazo pueden ser de utilidad para levantarse. Existe un lugar específico para la fe en el cerebro, al igual que una zona para el análisis; no dejes que el exceso de análisis te paralice.
Ser cristiano no significa que puedes fallar, equivocarte, resbalar, quebrar o no perder; todos podemos pasar por esa experiencia, pero hay que levantarse y no dejar que la falla se convierta en un verdugo. Pregunta: ¿Qué tengo que aprender de esto? ¿Qué propósito puedo hallar en esta situación?
Recuerda que el placer no enseña tanto como el dolor y la ganancia no enseña tanto como la pérdida. A la victoria solo se llega superando las pérdidas las veces que sean necesarias. Quienes tenemos a Cristo Jesús, nuestro Señor, los que sabemos que tenemos el Espíritu de Dios, también sabemos que nos perdona y nos da nuevas oportunidades.
El padre del joven que fue inconscientemente incapaz le dio la bienvenida, hizo una fiesta y lo llevó al nivel conscientemente capaz. Le dio la ropa apropiada, lo hizo mejor que a sus jornaleros porque le enseñó a trabajar y así aprendió la lección más elevada de su vida.
Finalmente, pidamos: Señor, conviérteme en una persona conscientemente capaz hasta que fluya naturalmente con tu vida en mí. Y si caigo, me volveré a levantar porque no le temo al fracaso, pues tengo la garantía de que contigo me vuelvo a levantar.
[1]Corintios 9:24 (RVR1960): ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.
[2]Lucas 15:11-24 (RVR1960) También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme (fórmame, o denigrarme ) como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
[3]Proverbios 24:16 (RVR1960): Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el mal.
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