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Jesús, el niño perdido

Jesús, el niño perdido

15 de diciembre de 2019

Tiempo de lectura: 4 minutos

En uno de los viajes de Jesús y su familia, él se extravió en la ciudad de Jerusalén. Te imaginas ese momento en el que María se percató de que había perdido a su hijo.[1] Ponte en los zapatos de María y José, la angustia que pudieron haber experimentado al saber que su hijo de doce años se había quedado solo en una ciudad.

Recuerdo que una vez me perdí en los parques de Xocomil, en Retalhuleu, no paso a mayores la situación. Recordé las instrucciones que me dieron mis papás y luego de un tiempo ellos me encontraron. Al momento en el que los vi venir, me quebré por completo y el llanto brotó de mi ser. Ahora imagínate a Jesús perdido durante tres días en un lugar que no conocía. Cualquiera de nosotros perdería la compostura en una situación así.

Cuando María encuentra a su hijo, me gusta imaginar que corre hacia él para asegurarse de que este bien. De alguna forma casi milagrosa se encontraba sano y salvo. Jesús les pregunta a sus padres el motivo de su persistente búsqueda, como si no fuera obvio la preocupación natural de unos padres por su hijo. Jesús al hablar de la razón por la cual se perdió menciona que en los negocios de su padre le convenía estar. Esta es una de las revelaciones más importantes respecto a la paternidad que podemos encontrar en la Biblia. Jesús tenía muy claro que debía presentarnos a Dios como nuestro padre y aprovecho cada momento de su vida para hacérnoslo saber.

A pesar de que Jesús tenía pleno conocimiento de todo, tuvo que pasar varios procesos de aprendizaje. Aprendió a ser hijo[2] y a sujetarse a sus padres.[3] Durante toda su niñez fue creciendo en sabiduría, lo cual se evidenciaba en cada área de su vida. Tenemos que aprender a disfrutar las etapas de aprendizaje que nos toque vivir. Reconozcamos que los procesos de formación nos sirven para acercarnos a Dios y así volvernos cada día más dependientes de Él.

A Jesús le tocó aprender a ser hijo de padres terrenales, a nosotros nos toca aprender a ser hijos de un Padre celestial.[4] Muchas veces nos cuesta decirle Padre a Dios por el contexto en el que hemos crecido, en algunas ocasiones esto nos condiciona en cuanto a nuestra perspectiva acerca de la paternidad. No caminamos huérfanos en la vida, tenemos un Padre que quiere tener una relación cercana e íntima con nosotros.

En la adversidad podemos llegar a tener la falsa percepción de que tenemos un mal Padre. Recordemos que Dios también utiliza los malos momentos para formarnos y bendecirnos. Confiemos que todo nos servirá para bien porque tenemos un padre bueno.

Durante tres días Jesús tuvo que sobrevivir solo, sin sus padres proveyéndole lo necesario para subsistir. La enseñanza más grande que podemos aprender de este episodio de la vida de Jesús, es que Dios cuida de nosotros. Podemos confiar que nuestra provisión depende completamente de Él.

Tenemos un Padre celestial que nos ama a pesar de nuestras imperfecciones. Sin importar los errores que hayamos cometido, el Señor está siempre dispuesto a recibirnos con los brazos abiertos. Dejemos que su infinito amor inunde nuestra vida y no dudemos en acudir a Él en todo momento.


[1]Lucas 2:39-50: Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él. Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? Mas ellos no entendieron las palabras que les habló.

[2]Isaías 7:14-15: Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.[b] Comerá mantequilla y miel, hasta que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno.

[3]Lucas 2:51-52: Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.

[4]Gálatas 4:1-7: Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: !!Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.

 

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