01 de abril de 2025
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La educación de nuestros hijos es tan importante como el cuidado que debemos tener de la familia. Como familiares, podemos interceder por la sanidad de los nuestros; los padres van a orar por sus hijos y los hijos deben estar orando por sus padres.
Vemos a una mujer siguiendo a Jesús con la gran necesidad de recibir sanidad para su hija, pidiendo misericordia.[1] Esta mujer sabía que un poder del mal atormentaba a su hija y ella no podía luchar contra la brujería. Pero ella sabía otra cosa, que también había alguien que podía liberar a su hija de dicho tormento. El Señor Jesucristo es capaz de liberar de síndromes, enfermedades mentales y todo tipo de tormento porque Dios es poderoso para hacerlo. Y la hija fue sanada en aquel momento, gracias a una madre que no se dio por vencida ante el primer no; ella insistió en creer y fue paciente para verlo porque Dios es el dueño del tiempo.
El segundo caso es un oficial del rey que viene rogando sanidad para su hijo que estaba a punto de morir. Jesús le dijo: ¡Ve, tu hijo vive![2] Jesús no le acompañó, solo dijo que ya estaba sano; mientras se dirigía a casa, recibió la noticia de que su hijo estaba bien. El oficial del rey preguntó a qué hora había empezado a sanarse y le dijeron que a las siete. Esta precisión señala que un milagro tiene un inicio del proceso hasta llegar a la totalidad de la sanidad.
¿Qué necesita Jesús para obrar el milagro? Que creas a su palabra y, a la primera señal de mejora, declares toda la sanidad. Si Dios pudo crear el universo con Su palabra, también puede salvar a tu familia con la Palabra. Ahí es donde la fe no logra ser racional porque la fe te lleva a donde la razón te abandona. La fe es para mentes superiores y no tiene límites, pero la mente sí los tiene.
Primero, vino una mujer cananea buscando sanidad mental para su hija, luego vino un oficial de alto rango al servicio del rey con un hijo a punto de morir, y ahora viene un principal de la sinagoga llamado Jairo. También vino arrodillado y suplicando porque su hija agonizaba entre la vida y la muerte.[3] No importa la posición o el nivel social, todos podemos venir suplicando un milagro, sobre todo cuando se trata de una hija, de un hijo.
¿Cuál es el milagro que necesitas? Dios no hace acepción de personas para el milagro. Un milagro no se gana por buena conducta, ni se pierde por tu mal comportamiento; es la misericordia de Dios que te cubre en medio de la necesidad. Solo se pueden recibir mediante la fe en que Dios es bueno.
Las noticias eran malas; cuando estés ante ellas, no le pongas atención a esa voz y decide creer por un milagro.[4] Jesús dijo que la niña no estaba muerta, fue y la despertó. Y si hubiera muerto, hubiera estado mejor, pues la presencia de Dios nos recibe si nos entregamos a Jesús; esa es la importancia de dar la vida a Cristo.
Las pruebas, las crisis por enfermedad y los problemas no son agradables, pero eso no importa si pones tu mirada y confianza en Jesús hasta entrar en ese estado de paz que sobrepasa todo entendimiento. ¡Jesús es tu sanador y el salvador de tu familia!
[1]Mateo 15:21-28 (RVR1960): Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
[2]Juan 4:46-53 (RVR1960): Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa.
[3]Marcos 5:22-24 (RVR1960): Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies, y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá. Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban.
[4]Marcos 5:35-42 (RVR1960): Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente. Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente.
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