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Mientras vamos

Mientras vamos

17 de diciembre de 2017

Tiempo de lectura: 3 minutos

El Nuevo Testamento relata la historia de diez leprosos que aparecieron en el camino de Jesús para pedirle auxilio; Él les ordenó que fueran adonde se encontraban los sacerdotes y se mostraran ante ellos;[1] los leprosos cumplieron esa orden y fueron sanados en el camino. Da por hecho que mientras vayas en el camino que el Señor ordena, verás cumplirse Sus bendiciones en tu vida.

A veces no queremos entrar en la presencia de Dios porque sentimos afrenta de nosotros mismos, de nuestro pasado, de nuestros pecados. Algo similar les sucedió a los diez leprosos: se afrentaban de presentarse ante Jesús a causa de su condición penosa; sin embargo, lo cierto es que Dios no siente repulsión por nuestra apariencia o por nuestros pecados. Su amor es tan grande que está dispuesto a abrazarnos siempre, pero debemos caminar hacia Él con determinación; no esperemos a ser perfectos para hacerlo.

Esto me hace pensar en algunas personas que no quieren casarse hasta tenerlo “todo”, o sea, una casa propia, un trabajo estable, un automóvil, etcétera; cuando lo ideal sería lograr todas esas cosas al lado de alguien con quien hayamos transitado el camino que nos condujo hasta esas metas. Debemos comprender que nunca habrá un momento idóneo o mejor que otro para acercarnos al Señor y, en Su compañía, transitar nuestro camino.

Cuando Dios prometió a Abraham que sería padre de naciones, le ordenó salir de la tierra de su parentela y él obedeció contra toda lógica aun cuando sabía que Sara seguía siendo estéril, pero ¿qué pasó? El Señor cumplió con Su palabra porque valora a quienes se atreven a tomar el camino sin importar si son o no pecadores o si sus padres lo fueron.[2]

Toma la decisión de entrar en Su presencia. Es cierto que muchas veces, aun cuando decidimos caminar en fe, vemos que los problemas siguen allí. Por ejemplo, cuando oramos al Señor para que nos ayude a llevar una buena relación con nuestra esposa, lo más seguro es que al terminar nuestra oración ella siga exactamente igual a como estaba antes de que empezáramos a orar; o cuando vamos a la iglesia y salimos de allí motivados, es probable que enfrentemos el lunes o el martes como si tuviéramos lodo encima y que todo vaya de mal en peor. Lo que debes hacer en ese caso es tomar la actitud del ciego que caminó al estanque de Siloé, pues aunque sientas lodo en los ojos, si sigues la instrucción del Señor, tarde o temprano llegarás al estanque y regresarás bendecido[3] porque el milagro ocurre mientras vamos sobre el camino que Él nos llamó a seguir. Cuando todos vieron al ciego luego de enjuagarse los ojos en el estanque se sorprendieron porque regresó viendo.[4] La Biblia no cuenta si alguien le ayudó cuando iba caminando al estanque, seguramente le habrá tocado caminar solo, pero sabía que Cristo le proveería un milagro. Cuando caminas por un proceso difícil y tenso debes saber que Jesús es tu proveedor y sanador, quien te promete que al final del camino está el estanque, tu bendición.

No olvides que Él transitó el más difícil de todos los caminos hacia la crucifixión para que nosotros fuéramos salvos. Su camino también fue difícil, sin embargo, al tercer día resucitó y por tanto tiene la autoridad para asegurarte que todo saldrá bien y que mientras vayamos en el camino señalado por el Padre, Él estará allí a nuestro lado.


[1]Lucas 17:11-14: Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.

[2]Juan 9:1-3: Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.

[3]Juan 9:6-7: Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.

[4]Juan 9:8-9: Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba? Unos decían: Él es; y otros: A él se parece. Él decía: Yo soy.

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