27 de octubre de 2019
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Cuando en la Biblia se muestra un río comúnmente hace referencia al Espíritu de Dios. En la historia del profeta Ezequiel no es la excepción.[1] Es muy importante identificar que él no suplicó para que el río fluyera, sino que este lo hizo espontáneamente. Tenemos la falsa creencia de que para experimentar un mover del Espíritu Santo tenemos que rogar y suplicar. No hemos entendido que para experimentar un avivamiento lo más importante es creer. En el cielo no hay ningún problema para que se manifieste el poder de Dios, el problema está aquí en la tierra. El Señor siempre está dispuesto a cumplir sus promesas y si Él prometió que iba a derramar su Espíritu sobre toda carne, es porque lo hará.
El poder del Espíritu Santo se manifiesta cuando decidimos sumergirnos en la profundidad de su presencia. No basta con ser observador o comentarista, es necesario ser protagonistas y experimentar de primera mano una experiencia con Él. Ezequiel al principio vio de cerca el río y entendió que debía nadar en él. La Iglesia pierde mucho tiempo suplicando un avivamiento que ya está entre nosotros; el río ya está fluyendo. Dios no quiere que únicamente caminemos en el Espíritu, sino que nos sumerjamos y nademos en Él.
En el momento que morimos a nosotros mismos somos capaces de sumergirnos plenamente en Dios. Cuando morimos en lo terrenal resucitamos en lo celestial. Cuando renunciamos a los métodos del mundo experimentamos a Dios. Si creemos en Jesús, brotarán ríos de agua viva a través de nosotros[2] y de esta forma experimentaremos la nueva vida[3] que Él nos prometió. No fuimos llamados a analizar al Espíritu Santo, sino a experimentarlo. No se trata de tener conocimiento de Dios sino vivencias con Él.
Cuando uno se lanza al río del Espíritu Santo debe abandonar la conexión con lo terrenal, la dirección previamente establecida, el entorno normal y nuestra propia imagen. Si queremos experimentar un avivamiento de parte de Dios es necesario que perdamos la dependencia a lo terrenal para que dependamos única y exclusivamente de Él. A veces será necesario experimentar situaciones que nos produzcan inseguridad para que el Señor tome total control de nuestra vida. Pero incluso en los momentos de incertidumbre confiemos en que no nos movemos de lugar por decisión propia sino por designación divina.
Debemos tener la actitud correcta para experimentar la manifestación de la presencia de Dios. Hay quienes se creen bomberos del fuego del Señor (siempre se resisten a sus manifestaciones); otros, prácticamente son catadores del vino de su Espíritu (siempre calificando y emitiendo juicios); pero también hay quienes se enfocan exclusivamente a experimentar su presencia. ¿Con cuál de estas tres te identificas más? Dejemos de analizar al Espíritu Santo y simplemente recibamos lo que tiene preparado para nosotros. Hoy es un buen día para sumergirnos completamente en Él.
[1] Ezequiel 47:1-9: Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar. Y me sacó por el camino de la puerta del norte, y me hizo dar la vuelta por el camino exterior, fuera de la puerta, al camino de la que mira al oriente; y vi que las aguas salían del lado derecho. Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado. Y me dijo: ¿Has visto, hijo de hombre? Después me llevó, y me hizo volver por la ribera del río. Y volviendo yo, vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado. Y me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río.
[2] Juan 7:38-39: El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
[3] Romanos 6:4: Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
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