02 de julio de 2012
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Necesitamos renovar nuestra fe, así como renovamos las fuerzas. No hay duda que tenemos fe, cada uno tiene su medida personal, la cuestión es saber si tenemos los pantalones para activarla, porque muchas veces, el miedo nos detiene. Siento temor a las alturas, pero he vivido experiencias en las que he tenido que vencerlo. Gracias a Dios, mi trabajo no depende de vencer ese temor, pero sí debo concentrarme en vencer los temores que podrían impedirme emprender los retos que Dios pone en mis manos. Lo mismo sucede en todas las áreas. Eso es lo que identifica a los campeones: enfrentar y vencer sus temores para lograr aquello en lo que creen.
Luego de años en el desierto, cuando se levantó una generación que finalmente conquistaría la Tierra Prometida, Dios le pidió a Josué que fuera valiente y se esforzara1. No le dijo que creyera porque era evidente que tenía fe. ¡El pueblo de Israel creía en la promesa del Señor desde el tiempo de Abraham! Pero no habían podido entrar en esa tierra porque les faltaba el valor para luchar por ella. Pero finalmente Josué tuvo la fe con pantalones para lograrlo.
La fe necesita valor. Sé valiente, tienes fe, ¡ahora necesitas el coraje para realizar tu hazaña! No permitas que tus sentimientos de temor sigan dominando y traicionando tu fe. Además, nuestra fe debe crecer. La fe con la que le declaras amor a tu novia, no es la misma que te ayuda a superar 10 o 15 años de matrimonio. Debemos estrenar una fe nueva cada vez que emprendemos un reto.
A veces, cometemos el error de tener fe para salir de las dificultades, pero no para avanzar y alcanzar nuevas alturas. Por ejemplo, cuando nos diagnostican una enfermedad grave, demostramos gran confianza en que Dios puede sanarnos, pero si gozamos de buena salud, no ejercemos fe para pedir al Señor que nuestro cuerpo se desarrolle con más vitalidad y energía. No caigamos en el error de creer que la fe solamente es buena para sacarnos del pozo, porque también es efectiva para llevarnos a la cumbre. Levanta el nivel de tu fe porque la estás utilizando como un salvavidas, no como tu arma más poderosa en la vida. La fe que el Señor nos ha dado es para salir del desierto, pero también para conquistar la tierra.
En la Biblia leemos la historia de una mujer que insistió hasta conseguir el milagro de sanidad para su hija2. Al leer suena como si Jesús le negara lo que pedía, pero lo que buscaba era retar la fe de la mujer para que estuviera al nivel de lo que pedía. Podríamos asumir que la despreció, pero era como un padre que al buscar un bien para sus hijos los enfrenta a situaciones que a ellos les pueden parecer difíciles. Si les pones todo en bandeja a tus hijos, no maduran ni les enseñas el carácter para luchar por lo que anhelan.
Cuando la mujer llegó ante Jesús, su fe tenía un nivel menor al deseo por ver sana a su hija. Cuando un deseo es mayor que la fe para alcanzarlo, te alejas del éxito porque estás enfocado en el problema y no en la solución. Tus emociones nunca deben ser mayores a tu fe, por eso es necesario el dominio propio, para que tu fe supere a tus sentimientos y provoque el milagro. Si deseas sanidad, debes enfocarte en la salud, no en la enfermedad, debes demostrar que tu fe ha llegado al nivel de asegurar que estás sano. Pero si estás lamentándote, si tus emociones y aflicción te dominan, la fe se ahoga y no produce fruto. ¡Eso es lo que Jesús buscaba en la cananea, aumentar y reforzar su fe para que el milagro sucediera!
Él la provocó para que buscara con insistencia y dominara sus emociones. Ante un problema grande debe levantarse una gran voluntad para resolverlo. La cananea pudo sentirse ofendida y alejarse cuando fue ignorada, cuando escuchó que los discípulos le pedían a Jesús que la despidiera, o cuando el mismo Jesús parecía rechazarla. Pero ella estaba convencida de que si insistía, su hija sanaría. Si ella permite que sus sentimientos de rechazo la dominen, hace morir su fe y a su hija. No permitas que tus sentimientos ahoguen tu fe.
Al final, ella le demostró que estaba lista para recibir porque le aseguró que su hija sanaría, si Él le daba esa bendición que otros desperdiciaban. En ese momento, Jesús le dijo que ¡se hiciera como ella deseaba! No hay más resistencia, su fe llegó a alcanzar el nivel adecuado para recibir. Prácticamente Él la empujó para conseguirlo.
Deja de lado esa necedad que te impide ver crecer tu fe y que limita tu potencial. Comprende que lograrás todo lo que te propongas en la medida que creas y afrontes los retos para lograrlo. La cananea tuvo pantalones, no sintió pena, no se dejó intimidar. Esa debe ser tu actitud de fe e insistencia. No sientas vergüenza de pedir al Señor con fe. Lo que debería avergonzarte es pedirle poco cuando Él puede dártelo todo. ¡Rétalo con tu fe! Cambia tus creencias para que tu oración también cambie, lo que provocará un cambio en tus resultados y en tu vida entera.
Dale gracias por Su Palabra, por los desafíos que enfrentas, por la voluntad y carácter que te ha dado. Prométele que de ahora en adelante tendrás el valor para hacer que tu fe crezca y produzca mucho fruto.
1 Josué 1:6 leemos lo que Dios le dice a Josué: Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos.
2 Mateo 15:22-29 relata: Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
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