14 de diciembre de 2021
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Las etiquetas —como también pasa con los apodos— siempre han estado ahí para calificar o descalificar a una persona. Las hemos recibido desde que somos niños y algunas veces, incluso, llegaron de nuestra propia familia o de nosotros mismos. “Siempre serás pobre”, “Eres un inútil”, “Estás perdiendo el tiempo”, “No lo puedes hacer”, “Nadie lo ha logrado en esta familia y menos tú”. Estas son solo algunas etiquetas que amenazan nuestro avance en el propósito de Dios para nuestra vida. Por eso te invito a reflexionar: ¿Qué es aquello negativo que alguien te dijo alguna vez, que te creíste en ese momento, y aún hoy lo sigues creyendo?
En la ropa una etiqueta trae información sobre el origen de la prenda, los materiales con las que está hecha y su precio. Cuando alguien te etiquete de forma negativa o injusta no olvides de dónde provienes, de quién fuiste creado a imagen y semejanza y el precio que Cristo pagó por ti. Así que olvídate de las cosas que quedaron en el pasado porque Dios solo tiene cosas nuevas para quienes le creemos.[1] Sus promesas son para todos los que buscamos santidad[2] y son más grandes que cualquier etiqueta negativa; sin embargo, para tomarlas primero debemos dejar atrás el pasado, aferrarnos a Su Palabra y seguir adelante.[3]
Las etiquetas hablan del pasado mientras que las promesas lo hacen del futuro. Nadie corre una maratón con una mochila de piedras en la espalda. Suelta el peso innecesario de cualquier etiqueta que no te permite avanzar y empieza a aferrarte a las promesas de Dios. Sus planes siempre son de bien,[4] así que toma tu Biblia y empieza a buscar las promesas que hoy tomarás para ti.
Dios no te pregunta si eres capaz de ver: te pregunta si eres capaz de creer. El futuro primero se ve con el espíritu antes de convertirse en una realidad. Cuando las circunstancias sean difíciles es cuando más debemos creer en el cumplimiento de esas promesas.[5] Para ello también es de suma importancia congregarnos,[6] porque la iglesia es el lugar donde le decimos a Dios: “Yo sí creo que esas promesas son mías”.
Despojarnos de las etiquetas y creer en las promesas de Dios es solo un paso más para que nuestro nombre llegue a estar grabado en el libro de la vida eterna.[7] ¡Que esa sea tu mayor motivación! No solo veamos el momento difícil, también veamos la oportunidad de crecer en nuestra fe. Porque confiar en Dios también es confiar en que cada proceso, por muy difícil que sea, tendrá como resultado una mejor versión de nosotros mismos.
[1] Isaías 46:18-19: No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.
[2] 2 Corintios 7:1: Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
[3] Filipenses 3:12-16 (NTV): No quiero decir que ya haya logrado estas cosas ni que ya haya alcanzado la perfección; pero sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección para la cual Cristo Jesús primeramente me hizo suyo. No, amados hermanos, no lo he logrado, pero me concentro únicamente en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús. Que todos los que son espiritualmente maduros estén de acuerdo en estas cosas. Si ustedes difieren en algún punto, estoy seguro de que Dios se lo hará entender; pero debemos aferrarnos al avance que ya hemos logrado.
[4] Jeremías 29:11 (NTV): Pues yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza.
[5] Hebreos 10:23: Mantengámonos firmes sin titubear en la esperanza que afirmamos, porque se puede confiar en que Dios cumplirá su promesa.
[6] Hebreos 10:24-25: Pensemos en maneras de motivarnos unos a otros a realizar actos de amor y buenas acciones. Y no dejemos de congregarnos, como lo hacen algunos, sino animémonos unos a otros, sobre todo ahora que el día de su regreso se acerca.
[7] Apocalipsis 3:5: El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.
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