13 de junio de 2023
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Jesús nos dio indicaciones para que podamos restaurar a nuestros hermanos en el contexto de iglesia.[1] Sin embargo, los procesos de los hermanos los pueden convertir en gentiles: empiezan como hermanos y terminan como gentiles.[2] Pero también nos recuerda que donde hay dos o tres congregados está Él.[3] Cristo no formó Su Iglesia para que fuéramos adversarios de las personas que pecan, sino para que nos pongamos en su favor y las cubramos con gracia: perdonándolas hasta setenta veces siete.[4]
Quiero hacer énfasis en hermano porque es diferente perdonar a alguien que no consideramos nuestro hermano. En los Evangelios, Jesús nos enseñó a reconciliarnos entre hermanos. Sin embargo, nuestro sentido de justicia nos dificulta perdonarlos porque los pecados en nuestra contra siempre los consideraremos mayores que los que cometemos. Entonces ¿qué pecado es mayor? Cuando di mi primera prédica, junto a un amigo, recuerdo que él mostró una cartulina con una piraña y un tiburón. Preguntó cuál era el pecado más grande, entonces dijo: “Aunque consideremos uno más grande que el otro, los dos son destructivos”. Solemos crear una escala de valoración del pecado en la que establecemos cuáles son más grandes que otros, sin embargo, son igual de destructivos.
En el siglo IV la Iglesia se dividió: por un lado, el papa Calixto I y, por el otro, el obispo Hipólito. Calixto decía que había que perdonar a quienes negaron su fe, mientras que Hipólito decía que no. Sin embargo, en los Evangelios dice que primero debemos sacarnos la paja del ojo para ver bien la paja del hermano.[5] Mi pecado es peor porque el más necesitado de la gracia de Cristo soy yo; por eso, medir el tamaño de los pecados nos hace creer que otros necesitan más de Su gracia que nosotros.
En una ocasión, cuando mis papás se fueron de viaje, organicé una fiesta con tres personas. Tomamos tanto que me embriagué. Mi abuela les enseñó las botellas a mis papás y ellos me corrigieron. Aunque recibí su perdón, lo que más me costó fue perdonarme porque todos los días me lo reprochaba, como le sucedió a Pedro luego de negar a Jesús tres veces.[6] Sin embargo, hay cinco cosas que podemos hacer cuando pecamos: primero, arrepentirnos; segundo, confesar; luego, aceptar el perdón; después, pedir perdón; y, por último, iniciar el proceso de restauración. Asimismo, hay tres puntos que podemos recordar para que sea fácil perdonarnos:
La parábola del hijo pródigo nos enseña que no dejamos de ser hijos y que siempre habrá un beso misericordioso para nosotros;[8] si nos perdemos, nuestro Padre nos encuentra.[9] El pensamiento más importante para perdonarnos es que seguimos siendo Sus hijos.
Valemos la sangre de Cristo desde el momento en que Él decidió bajar de Su trono y morir por nosotros. Dio el primer paso para nuestra salvación y, cuando creemos que fuimos nosotros quienes lo dimos, estamos tentados en caer en lo que se llama religión. No hay paso que demos que nos haga más aceptos de Su gracia.
La forma en que Jesús afirmó a Pedro fue recordándole el servicio de apacentar a sus ovejas: el sacrificio que podía hacer por amor a otras personas. Cuando se trata de un ancla para la vida, la atadura tiene una connotación positiva porque durante una tormenta permanecemos sin perdernos. El servicio siempre nos mantendrá firmes; es un ancla para nuestra vida.
La gracia de Dios funciona a partir del recordatorio de que tenemos un Padre y que en Su compañía nunca nos faltará perdón y misericordia. Él nos ama como hijos Suyos. Si el Señor nos perdonó, nos podemos perdonar a nosotros mismos. Jesús pagó el precio y llevó nuestra culpa, por eso la culpa solo tiene un propósito: llevarnos al arrepentimiento. Te invito a iniciar tu proceso de restauración recordando que eres hijo de Dios.
[1] Mateo 18:15-16: Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra.
[2] Mateo 18:17: Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.
[3] Mateo 18:18-20: De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
[4] Mateo 18:21-22: Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
[5] Mateo 7:1-5: No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
[6] Mateo 26:34-35: Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Pedro le dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
[7] Juan 21:15-19: Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.
[8] Lucas 15:20-24: Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
[9] Lucas 15:32: Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.
[10] Juan 1:15-16: Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Esto os mando: Que os améis unos a otros.
[11] Juan 21:17: Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.
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