12 de junio de 2021
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El servicio, al igual que el trabajo, dignifica. Muchos podremos decir: “Yo y mi casa serviremos a Jehová”[1] y está bien. Pero ¿qué pasa con el resto, con nuestra ciudad, con nuestra nación? ¿Quiénes están dispuestos a ir por todos aquellos que aún no han conocido al Señor?
Dios nos podrá dar posesiones, pero nunca descuidemos que nosotros también somos posesión Suya. Muchas veces podríamos conquistar logros sin darnos cuenta de que si nos descuidamos también los podríamos perder. Si te metiste al reto de tu gimnasio y al final del desafío obtuviste una magnífica figura, deberías estar consciente de que eso no es algo que así nomás se mantenga en automático. Si ese cuerpo no se logró por sí solo, tampoco se conservará por sí solo: si dejas de hacer ejercicio y no te alimentas bien, volverás a tener el estado físico que tenías antes.
Cuando somos hombres y mujeres de fe desde nuestro nacimiento y permanecemos así, de alguna forma estamos honrando a los padres que nos enseñaron el camino correcto. Al igual que el ejemplo que acabo de darles sobre el ejercicio, todo lo bueno que ellos hicieron no servirá de nada si nosotros no continuamos con su ejemplo. Esto fue lo que pasó al pueblo de Israel luego de la muerte de Josué: olvidó lo aprendido y se perdió.[2]
Como padres, si no fortalecemos a las nuevas generaciones, no asumamos que harán lo correcto cuando no estemos. Es algo intrínseco en el ser humano la búsqueda de algo en qué creer. Y si ese algo no se lo damos nosotros que sabemos los principios del Evangelio, se lo dará alguien más, aunque promueva todo lo contrario. Por eso, cuando Dios pregunta a quién irá, ¿quién más debería decir “yo”?[3] ¿Quién irá con la confianza de Elías?[4]
Cuando un bebé comienza a caminar lo hace sin considerar los riesgos que podía traerle una mala caída, pues camina con una seguridad inherente dentro de él. Y es que a veces creemos que la seguridad viene aunada a la experiencia, cuando en realidad no siempre es así. Que algunos tengamos mayor edad no es garantía de nada: podremos triunfar o fracasar de igual modo que un muchacho. A lo largo de la Biblia está demostrado que el Señor ha usado a la juventud y a la inexperiencia para hacer grandes proezas. Por lo tanto, hombre y mujer que me lees, no creas que porque eres joven e inexperto Dios no te podría enviar a ti.
¿Eres influencer o quieres serlo? Pues hazlo, pero compartiendo el mensaje correcto. Tu unción y misión son las mismas que las que tuvo Jesús; sé como Él[5] y que nadie confunda tu determinación con arrogancia. Camina en esta vida sabiendo quién eres en Cristo. Si te dijeran: “Te enviaremos a una misión a Marte”, no seas de los que dicen: “Pero por qué, si yo ni siquiera sé montar bicicleta”.
¿Cuántos de nosotros hemos recibido el llamado de Dios y respondimos que sí? Si Él te llama es porque confía en ti y sabe que en realidad puedes. Debes renacer, renovarte y rejuvenecer en tu mentalidad y te aseguro que los beneficios serán grandes para tu vida[6]. Si como líder quieres saber si tu iglesia está rejuveneciendo, fíjate en los jóvenes. Si el ánimo y vigor de tu congregación están concentrados en la gente joven, vas por buen camino.
[1] Josué 24:15: Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.
[2] Jueces 2:6-10: Porque ya Josué había despedido al pueblo, y los hijos de Israel se habían ido cada uno a su heredad para poseerla. Y el pueblo había servido a Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los cuales habían visto todas las grandes obras de Jehová, que él había hecho por Israel. Pero murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, siendo de ciento diez años. Y lo sepultaron en su heredad en Timnat-sera, en el monte de Efraín, al norte del monte de Gaas. Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel. Después los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales.
[3] Isaías 6:8: Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.
[4] 1 Reyes 17:1: Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra.
[5] Lucas 4:16-21: Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.
[6] Salmos 103:2-5: Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila.
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