07 de marzo de 2009
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Despojados por el pecado
Romanos 3:23 nos dice: por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.
Todos pecamos y por lo tanto hemos sido destituidos de la gloria de Dios. Destituir significa rebajar y degradar, quitar aquello que se poseía. Si te destituyen de tu cargo en la empresa donde trabajas significa que te quedarás sin nada de lo que tu puesto representaba.
La palabra gloria en el original significa esplendor, preeminencia, autoridad, riqueza, prosperidad, brillo y bendición. Comúnmente los cristianos hemos interpretado que la gloria de Dios se refiere únicamente a la nube o la unción del Espíritu Santo, pero es más que eso. La gloria se refiere a todo el esplendor de Dios que rodea su presencia.
Cuando Jesús fue tentado en el desierto, Satanás le mostró la gloria de las naciones que no era precisamente una nube. Lo que le mostró fueron las maravillas y prosperidad del mundo. La gloria de cada país está en sus riquezas y potencial. Guatemala puede ser gloriosa porque Dios la hizo tierra fértil y abundante, pero de nada sirve si no trabajamos para producir. Cuando se menciona la gloria del Imperio Romano, se habla de su dominio, autoridad y poder, no de algo sobrenatural que la cubría. De igual forma cuando se habla de la gloria de Dios, nos referimos a Su majestuosidad, prosperidad y riqueza.
Adán y Eva perdieron la gloria que tenían al vivir en el huerto del Edén donde había paz, salud, bienestar y vida eterna. Esta es la gloria que Dios diseñó para el ser humano, pero por el pecado se perdió. Toma conciencia de que el pecado te hace perder TODO.
Romanos 6:23 comparte: Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Cuando pecamos nos pasan dos tragedias: morimos espiritualmente y somos destituidos de la gloria de Dios. Si reconocemos y aceptamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, si creemos que su sangre lava todo pecado, nacemos de nuevo a la vida eterna pero aún no recuperamos la gloria. El esplendor, preeminencia, autoridad y riqueza continúan perdidos. Jesús dijo que había venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. No es jactancia creernos salvos por la sangre del Cordero, es tener fe en la gracia de Dios. De igual manera, no es arrogante creer que es voluntad divina recuperar Su gloria.
Su gloria de vuelta
Juan 17: 5 – 7 nos revela: Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti.
Incluso Jesús pidió de vuelta la gloria que tenía. Aunque vivió con gloria en la tierra, tuvo que despojarse de aquella del cielo. Él no perdió su gloria por pecar como nosotros, la entregó para venir a la tierra a morir por nuestros pecados y ser obediente al Padre.
Para recuperar la gloria perdida debes pedirlo, así como Jesús lo hizo. Muchos piensan que pedir en la oración no es bueno, pero las Escrituras dicen lo contrario. Jesús insiste en que pidamos. Es más espiritual el que pide al Señor en oración que quien no lo hace, porque demuestra su confianza en el Padre. Además, pedir es glorificar el nombre del Señor ya que así confirmamos que todo lo que tenemos viene de Él, en el nombre de Jesús. No te disfraces de humilde, sólo los orgullosos se niegan a pedir. El humilde pide porque reconoce que alguien tiene algo que necesita y de esa forma da testimonio de que todo cuanto tiene proviene de la gracia de Dios.
Colosenses 2:13-15 dice: Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.
Dios te dio vida cuando te perdonó y además despojó a los principados de aquello que te pertenece. Ahora solamente debes pedirle que te lo devuelva. Incluso la Biblia en Romanos 8:19 dice que la naturaleza misma gime esperando que los hijos de Dios se manifiesten con esplendor, brillo, autoridad, preeminencia, bienestar, bendición y salud para que retorne la gloria y al final, todo sea restaurado. Es un engaño creer que la gloria volverá cuando mueras y llegues al cielo. La historia del hombre empezó en la tierra, Jesús se sacrificó, murió, fue enterrado y resucitó en la tierra y es aquí donde desea restaurarte. El Señor quiere que pidas para poder levantar un pueblo glorioso en Su Nombre.
Para que tu gozo sea cumplido
Juan 16:20-24 dice: De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo. En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.
La promesa es muy grande, el Señor desea verte gozoso. La Escritura pone como ejemplo el sufrimiento de la mujer durante el parto. Dar a luz es doloroso, pero la recompensa es tan grande que nada importa. Igual sucede con la tristeza que te inunda y puede convertirse en alegría. Es como si el Señor nos ofreciera una guía para ser feliz: Lo primero es pedir. Ese acto de humildad te da gozo. Lo segundo es la paz que brinda la esperanza de volver al Señor y lo tercero, que completa, tu gozo es recibir aquello que pediste. Recuerda, pide todo, porque has perdido todo y el Señor quiere dártelo todo.
En 1ra. de Juan 5:13-15 leemos: Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios. Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.
Puedes pedir cualquier cosa. No importa qué desees, pídelo, no te detengas a averiguar si es posible o no, si el Señor te lo concede sabrás que es bueno, si no lo hace, sabrás que no te convenía. Además debes saber hacerlo. Para recibir, primero reconoce que necesitas y luego pide en forma correcta. Pedir es confiar y comprender la dimensión de la restauración. La confianza se manifiesta pidiendo. Si no se pudiera pedir, la Palabra no lo anotaría junto a la vida eterna y el nombre de Jesús.
Lo que no puedes pedir
Santiago 4:2-3 dice: Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
Puedes pedir todo porque perdiste todo, excepto aquello que te haga pecar. No puedes pedir lo que te hizo perder cuanto tenías. Sería un error volver al mismo estado de tristeza y pérdida. Así que pide todo, cualquier cosa menos pecado.
Razones para pedir
Juan 14: 12-13 comparte: De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Ya tenemos dos poderosas razones para pedir. La primera es obtener el gozo completo. La segunda es darle la gloria al Padre. Dios se glorifica cuando su pueblo le pide porque de esa forma puede devolverle lo que perdió. La glorificación del Padre en el Hijo está en pedir. El hijo pródigo es un buen ejemplo porque a pesar de su pecado, honró al padre y reconoció que si volvía arrepentido recuperaría todo lo que había perdido. Por el contrario, el otro hijo blasfemó reprochándole a su padre y tratándolo de injusto. Cuídate de no blasfemar con tu falta de humildad.
Mateo 6:8 relata: No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
Pedir es reconocer nuestra necesidad. El Señor sabe lo que necesitas pero las Escrituras dicen que debes pedírselo. Dios no da solamente porque conoce tu necesidad, da porque le pides. No lo dudes, Dios te dará lo que necesitas si se lo pides.
Una vez caminaba con un hombre de Dios y un niño se le acercó a pedirle Q0.25. Él sacó billetes de mucho más valor y escogió una moneda de Q0.25. Entonces una de las personas que nos acompañaban le preguntó porqué le dio tan poco, si tenía mucho más que darle. La respuesta fue: “le di lo que me pidió” y luego añadió: “igual es Dios, aunque tenga mucho que darte solo te dará lo que le pidas”. Así que pídele cuanto necesites porque aquel que más pide a Dios, menos suplica a los hombres.
El Señor tiene vida eterna para darte, pídesela. Además, agradece la capacidad que te dio de pedir y obtener todo cuanto ansía tu corazón. Dile: “Señor dame la fe y humildad para reconocerte como padre generoso que espera escuchar y conceder mi petición»
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