08 de diciembre de 2018
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Todos tenemos una historia interesante que contar. Quizá nos la pasemos comparando nuestra propia historia con la de otras personas, para ver si es más interesante o no que la nuestra, pero olvidamos que en redes sociales todos ponen su mejor cara y muchas veces su vida real no es así como la pintan.
El problema de comparar vidas, historias o iglesias en las redes sociales o en las conversaciones entre líderes, es que al final, en el día del juicio, todos seremos iguales. La historia que debemos conocer, a la que muchos perdemos de vista, es la historia del Evangelio, cuyo significado no es un plan de salvación, tampoco un plan de superación personal, sino, simplemente, un compendio de buenas noticias que, al creerlas, nos darán la salvación. Esa es la única historia que debe definir nuestra vida.[1]
Adán y Eva eran perfectos, pero usurparon el lugar de Dios y con eso todos sus descendientes nos convertimos en usurpadores, pero Jesús tomó nuestro lugar y nos redimió, resucitando al tercer día. Cuando Él regrese, quienes hayan muerto resucitarán y todos seremos transformados.
¿Cuál es la historia que está definiendo tu vida? Muchos dejan que su pasado los defina y dicen cosas como: “Es que me abandonaron, cometí muchos pecados, fui muy pobre”, etcétera, y ponen su identidad en esa historia pasada, olvidando que Dios nos ha regalado una vida nueva.[2]
Muchos viven su vida por lo que el mundo dice sobre qué es el éxito y/o el fracaso, asociándolo con el color de piel, a qué colegio fueron, cuán grandes son sus músculos, etcétera. Quizá en algunos lugares seas guapo, pero en otros quizá seas feo; quizá en unos lugares seas fracasado, pero quizá en otros seas exitoso. Sin embargo, para Dios todo eso es irrelevante porque Él ama a todos por igual. Nuestra historia en Cristo siempre será interesante; su historia ha cambiado la nuestra.
Cuando caminas en el Señor aparece gente que no comprende tu historia y no acepta los cambios en tu vida, pero tú debes defender la historia que adoptaste como identidad. ¿Qué estás construyendo? No importa en dónde estés construyendo, sino lo que estás construyendo. Lo que construyes debe ser valioso.[3] Mucha gente dice que para ser cristiano debes tener un llamado como pastor, y no es así. Puedes ser médico, arquitecto, artista y puedes recibir el llamado de Cristo si construyes relaciones para involucrar a gente en el reino de Dios.
Que tu vida hable de la historia de amor de Dios. Puedes construir una gran historia de valor en el reino si te dedicas a construir historias que hable de ese amor. No importará cuánto costaron tus tenis, ni cuán grande sea tu casa ni nada de eso, tampoco cuánto hay en tu cuenta de banco, sino cómo usaste tu dinero para bendecir a los que menos tenían. Jesús nos conoce cuando nos amamos a unos a otros, no comparando nuestras historias, sino preparándonos cuando Él regrese. Cuando amamos a otros, lo amamos a Él. Cuenta con pasión la historia del Evangelio con tus acciones[4] y cuando veas a Jesús te darás cuenta de que cada dificultad valió la pena.
[1] 1 Corintios 3:5-23: Después de todo, ¿quién es Apolos?, ¿quién es Pablo? Nosotros solo somos siervos de Dios mediante los cuales ustedes creyeron la Buena Noticia. Cada uno de nosotros hizo el trabajo que el Señor nos encargó. Yo planté la semilla en sus corazones, y Apolos la regó, pero fue Dios quien la hizo crecer. No importa quién planta o quién riega; lo importante es que Dios hace crecer la semilla. El que planta y el que riega trabajan en conjunto con el mismo propósito. Y cada uno será recompensado por su propio arduo trabajo. Pues ambos somos trabajadores de Dios; y ustedes son el campo de cultivo de Dios, son el edificio de Dios. Por la gracia que Dios me dio, yo eché los cimientos como un experto en construcción. Ahora otros edifican encima; pero cualquiera que edifique sobre este fundamento tiene que tener mucho cuidado. Pues nadie puede poner un fundamento distinto del que ya tenemos, que es Jesucristo. El que edifique sobre este fundamento podrá usar una variedad de materiales: oro, plata, joyas, madera, heno o paja; pero el día del juicio, el fuego revelará la clase de obra que cada constructor ha hecho. El fuego mostrará si la obra de alguien tiene algún valor. Si la obra permanece, ese constructor recibirá una recompensa, pero si la obra se consume, el constructor sufrirá una gran pérdida. El constructor se salvará, pero como quien apenas se escapa atravesando un muro de llamas. ¿No se dan cuenta de que todos ustedes juntos son el templo de Dios y que el Espíritu de Dios vive en ustedes? Dios destruirá a cualquiera que destruya este templo. Pues el templo de Dios es santo, y ustedes son este templo. Dejen de engañarse a sí mismos. Si piensan que son sabios de acuerdo con los criterios de este mundo, necesitan volverse necios para ser verdaderamente sabios. Pues la sabiduría de este mundo es necedad para Dios. Como dicen las Escrituras: «Él atrapa a los sabios en la trampa de su propia astucia». Y también: «El Señor conoce los pensamientos de los sabios; sabe que no valen nada». Así que no se jacten de seguir a un líder humano en particular. Pues a ustedes les pertenece todo: ya sea Pablo o Apolos o Pedro, o el mundo, o la vida y la muerte, o el presente y el futuro. Todo les pertenece a ustedes, y ustedes pertenecen a Cristo, y Cristo pertenece a Dios.
[2] 2 Corintios 5:17: Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha comenzado!
[3] 1 Corintios 3:13: Pero el día del juicio, el fuego revelará la clase de obra que cada constructor ha hecho. El fuego mostrará si la obra de alguien tiene algún valor.
[4] 1 Juan 3:18: Queridos hijos, que nuestro amor no quede solo en palabras; mostremos la verdad por medio de nuestras acciones.
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