01 de agosto de 2023
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Jesús les enseñó a los apóstoles a orar de esta forma: pidiendo que venga el reino del Padre y que se haga Su voluntad.[1] Sin embargo, pedir que el reino de Dios venga a nuestra vida desata una batalla de voluntades. ¿Sabemos lo que implica pedir que se haga la voluntad del Padre? ¿Somos conscientes de que ante esa voluntad debemos rendir la nuestra?
Como buenos chapines solemos usar, inconscientemente, un dicho muy popular: “Primero Dios”. Cuando lo decimos estamos aceptando que se haga Su voluntad antes que la nuestra, aunque muchas veces eso solo quede en un dicho popular. Hacer la voluntad de Dios se aprende y el único que puede enseñarnos a hacerla es Él.[2] Hacer Su voluntad es vivir conforme a lo que Él desea para nosotros; esto quiere decir que, cuando estamos dispuestos a someternos a ella, estamos cumpliendo Su deseo para nuestra vida y, específicamente, para nuestro propio beneficio: siendo obedientes, honestos, honrando a nuestros padres, etcétera, es como recibimos bendiciones. La Biblia está llena de promesas para quienes cumplen la voluntad del Padre.
Me llama la atención que Jesús comparaba hacer la voluntad de Dios con una necesidad tan básica del ser humano como alimentarse:[3] una actividad que hacemos por lo menos tres veces al día. Esto me hace pensar que hacer la voluntad del Padre nos nutre y fortalece. Además, es como hablar directamente a Su oído.[4] Es saber que, aunque seamos imperfectos, si nos esforzamos en someternos a ella, Él nos escucha[5] y provoca que permanezcamos para siempre[6] en nuestras generaciones.
No basta con decir “Señor, Señor”, pues solo cuando rendimos nuestra voluntad a la de Dios recibimos la llave para entrar en el reino de los cielos.[7] Además, el diablo y nuestros enemigos huyen de nosotros[8] y, aunque a veces no la entendamos, Su voluntad es buena, agradable y perfecta.[9]
La voluntad de Dios puede estar representada en una mesa con algunos ingredientes que, aunque parezcan pocos, Él puede hacer mucho con ellos a través de nuestras manos; y cuando vemos el resultado final, decimos: “De aquello, que consideraba tan poco, el Señor me dio provisión sobrenatural”. Esa es la perfecta y sobreabundante voluntad de nuestro Padre: que —por mencionar un ejemplo— podamos ver que con un poco de harina, un poco de leche y unos cuántos huevos, más adelante podamos llegar a tener una pastelería. Él nos hace aptos para toda buena obra que haga Su voluntad.[10]
En el nombre de Jesús declaro que tus sueños serán cumplidos porque esa es la voluntad de Dios.
[1] Mateo 6:9-10: Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
[2] Salmos 143:10: Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.
[3] Juan 4:31-34: Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. Él les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.
[4] 1 Juan 5:14: Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
[5] Juan 9:31: Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ese oye.
[6] 1 Juan 2:16-17: Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
[7] Mateo 7:21: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
[8] Santiago 4:7: Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.
[9] Romanos 12:2: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
[10] Hebreos 13:20-21: Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
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