17 de octubre de 2021
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La fe es el mayor capital y como tal la podemos invertir en cualquier aspecto de nuestra vida. No hay nada que no se pueda lograr sin ella. Si creemos en Dios y tenemos fe en Su Palabra estaremos seguros y seremos prosperados.[1]
Zacarías y Elisabet, padres de Juan el Bautista, fueron un ejemplo de hombre y mujer excepcionales, provenientes de las mejores estirpes de profetas.[2] Ambos eran justos e irreprensibles delante de Dios,[3] por lo que era de suponerse que el Bautista sería un gran hombre y su nacimiento un gran acontecimiento.[4] De hecho, su nacimiento fue respuesta a las oraciones de Zacarías, pero este, a pesar de ser un hombre digno delante de Dios, fue reprensible en su fe. O sea, no creyó la Palabra que recibió del ángel Gabriel acerca del nacimiento de su hijo[5] y a causa de su incredulidad quedó mudo hasta que esta profecía se cumplió.[6] ¡No hay peor castigo para un sacerdote, la voz de Dios para el pueblo, que quedar mudo!
De esta forma, Zacarías, el irreprensible en casi todo, dejó de tener Palabra: por su falta de fe. Esto nos ayuda a comprender mejor Hebreos 11: hombres y mujeres reprensibles en muchos aspectos, pero no en su fe. Si presentamos argumentos a las respuestas de Dios, tal como lo hizo Zacarías, entonces ¿qué sentido tiene orar? Debemos aceptar Sus respuestas por muy extrañas que parezcan, pues no por nada es el Dios de lo imposible.
Los seres humanos vemos las cosas o situaciones como queremos, pero lo que diferencia una mirada de la otra, es el nivel de fe de quien mira. Durante la conquista de la tierra prometida Caleb sabía que podían más que sus enemigos, pero quienes fueron con él no pensaban igual y hablaron mal entre el pueblo y sembraron la duda.[7] Jamás hables mal de algo que Dios ya prometió; y cuando alguien más elija creer por algo grande, no interfieras entre esa persona y Él.
Los que acompañaban a Caleb regaron malas palabras entre el pueblo. Cuando la Biblia habla de “malas palabras” no se refiere precisamente a palabras vulgares o soeces, porque hay quienes con palabras vulgares dicen grandes verdades; mientras que quienes con palabras sofisticadas dicen grandes mentiras. Aquí lo que cuenta su contenido.
El Evangelio es para valientes. Cuando estás en el desierto, estás de paso. No hagas de él tu hogar. El desierto solo es el camino, no el destino. No te detengas en tu crisis porque es momentánea. Vivir de glorias pasadas es garantizar tu fracaso futuro. Las glorias pasadas solo sirven para recordar que Dios ya lo hizo, pero pensar que lo hará igual no es imaginar nada nuevo. Pensar que lo volverá a hacer como a Él se le antoje porque es Todopoderoso: eso es tener fe.
No vivas del recuerdo de un avivamiento pasado, sino con la fe del avivamiento que está por venir. Lo que te espera en el futuro es mucho más grande que lo que vives en el pasado. Y si no lo ves es porque no lo estás creyendo. Hay líderes que viven del pasado y no pescan nada.[8] No acompañes a líderes que te quieren llevar a glorias pasadas porque Dios te lleva hacia adelante.
Si quieres levantar una nueva empresa, deja de pensar en la gran empresa que alguna vez tuviste. Si quieres moverte al futuro, deja de pensar lo que sucedió en el pasado. Una cosa te dice el Señor hoy: no dudes ni permitas que alguien te deje dudar. No dejes que nadie te preste sus anteojos oscuros para ver la vida. ¿Cuándo ha dicho Dios que “no se puede”? Un tropiezo sirve para aprender que Él es fiel, está contigo y jamás te abandona. Sirve para que tu fe se fortalezca más.
[1] 2 Crónicas 20:20: Y cuando se levantaron por la mañana, salieron al desierto de Tecoa. Y mientras ellos salían, Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados.
[2] Lucas 1:5: Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.
[3] Lucas 1:6: Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.
[4] Lucas 1:7-17: Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada. Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase, conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor. Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso. Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
[5] Lucas 1:18-19: Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada. Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas.
[6] Lucas 1:20: Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
[7] Números 13:30-32: Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos. Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura.
[8] Juan 21:1-3: Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada.
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