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Visión con enfoque del Reino

02 de junio de 2016

Tiempo de lectura: 5 minutos

A veces no es fácil ubicarnos en el presente y visualizar el futuro que está en la gloria de Dios. Créelo, en la gloria de Dios está tu futuro. Cuando crees en el Señor, puedes proyectarte hacia lo que está por venir. Enfócate en una visión del reino de Dios. De esa forma, muchas interrogantes tendrán respuesta, y los vacíos serán llenos del amor del Señor.
Hay cuatro componentes de la visión de Dios, poder, evangelismo, discipulado y compasión. Cuando vemos a Jesús terminando Su ministerio, da el mandato de ir por todo el mundo a predicar, y para ello, les da poder. En Hechos de los apóstoles, vemos que Jesús les ordena que no salgan de Jerusalén porque recibirán poder. Así que el poder, el evangelismo, el discipulado y la compasión son compromisos en la visión de Dios.
Claro que es hermoso ver el poder del Señor, pero el evangelismo es determinante. Debemos predicar el arrepentimiento para salvación. Además, es importante el discipulado porque hay que ganar y también formar, enseñar, compartir, crecer y multiplicar. Es una tarea lenta, pero necesaria que requiere compromiso. La compasión es la manifestación del amor de Dios. Marca una diferencia en el trato con las personas, es la plataforma que sustenta y da poder al discipulado y al evangelismo. La compasión en favor de las personas es un medio para alcanzar el Reino. Dios quiere usarnos. Los ángeles anhelaron esta tarea, pero el Señor dijo que no, que sería tarea de los hombres, no de arcángeles o serafines. Dios quiere hacer la tarea contigo, con nosotros. El cielo decidió incluirte en la historia del Reino, en un movimiento que marcará la historia de tu ciudad y país. ¡Marcaremos continentes con el amor de Dios!
La revelación es completa para todos. Somos hechuras de Dios en Cristo[1], significa que si Él camina, yo también lo hago; no nos detenemos, hablamos y es Él quien habla. La gente que te ve, debe ver a Jesús a través de tus buenas obras. El cuerpo de Cristo debe estar siempre en movimiento, no inerte, pasivo, sino vivo, en acción constante.
La principal tarea es alcanzar más personas, llegar más lejos[2]. No somos sujetos para estar encerrados entre cuatro paredes. Nuestra vida evangelizadora es estar en permanente movimiento. Estar en casa es para renovarnos, descongestionarnos y llenarnos del Señor, porque la tarea está afuera. En Lucas, vemos que se habla de ciudad[3], que es un centro de comercio, finanzas, y de sociedad, así que debemos saber que estamos destinados a ir a diversos lugares.
Debemos ir a todas la naciones y hacer discípulos[4]. Para Dios la distancia no cuenta, lo que cuenta es el propósito que marca tu vida, que cuando se activa, debe cumplirse. Dios nos ha suplido con los dones necesarios para usarlos, no nos dejó desprovistos, nos dejó capacitación espiritual. Cada persona es depositaria de los dones de Dios[5]. Aceptémoslo y usémoslos, porque hemos recibido algo divino y celestial. El don que viene de Dios vale más que una tonelada de oro, pero no es decorativo, es para usarlo. Pablo le dijo a Timoteo que no descuidara el don se que le había dado. No descuides tus dones. ¿Cuál es la manifestación del Espíritu en tu vida? Úsalo, edúcate y ocúpate en las cosas del Reino para que tu aprovechamiento sea manifiesto en el mundo. Que las personas vean ese don porque lo compartes.
Tenemos capacidades mentales, creativas para hacer, construir, edificar, tenemos capacidades emocionales y espirituales, empresariales, financieras y económicas. Dios reclama de nosotros que aprovechemos nuestras capacidades al punto máximo. No te detengas, hoy puedes dar más de ti. ¿Cuál es tu capacidad? Mídela, evalúala frente a lo que estás dando, para saber cuánto te falta dar.
Pablo dijo que Dios lo escogió en el vientre de su madre y le asignó la tarea de revelar a Su Hijo en él. También dijo que ya no era él quien vivía, sino Cristo. Tenemos la capacidad de revelar a Cristo. Buscamos revelación de Cristo, pero no buscamos revelar a Cristo, y debemos recibir para dar, no para quedarnos con lo que nos dan. Conozco teólogos, grandes maestros en divinidad, pero no están listos para lavar los pies de los hermanos. Me preocupa que hay grandes conocedores, pero no revelan su conocimiento. Saber de Jesús nos compromete a revelarlo; ¡no podemos convertirnos en tumbas que guardan conocimiento! Mientras más sabemos, más debemos compartir y revelar. ¿Para qué tanto conocimiento si no lo pones al servicio de tus hermanos? ¿Cuántas personas has bautizado, cuántas obras has hecho? No desprecio la educación, sino que exijo que la educación funcione, que salga, que se impregne en la gente aquello que hemos aprendido, lo que nos ha sido revelado del Señor, de lo contrario, es vano. Hay un reto de Dios en nuestra vida, es llegar al punto máximo de nuestra capacidad para dar lo que hemos recibido de Él. Dios nos quiere usar al máximo de nuestra capacidad. Le daremos toda nuestra capacidad para realizar Su obra salvadora.
Además, Dios nos usa hasta el punto máximo de nuestra disponibilidad. Hablo de tiempo, de agenda, y no podemos decir: “Mañana, después…” Date prisa, porque Él está esperando. Pon en tu agenda una prioridad, aquí y ahora, comprometámonos a hablar de Dios, entonces, la situación mejorará, todo funcionará mejor. Dios requiere hasta el punto máximo de nuestra disponibilidad. Tengo setenta años, y mucha gente cuestiona mi capacidad, quieren cuidarme, me dicen: “No puedes andar haciendo tanto…” Pero yo no lo tomo en serio, porque me veo como un niño, y le he dicho a Dios: “Quiero desgastarme por ti, quiero desgastar los años que están por venir, sirviéndote”. ¡Demos toda nuestra agenda a Dios!
Dios también nos usa hasta el punto máximo de nuestra humildad. Yo estoy vinculado al ministerio desde los trece años, así que son cincuenta y siete años de servicio, y lo que he visto es que el orgullo y la vanidad de la vida no es compatible con el reino del Señor. Por lo tanto, mis consejo es desvestirnos de esa gloria vana, de la ropa ministerial de los títulos, porque la plataforma del ministerio es la humildad. Si podemos servir a Dios, creemos que puede guardarnos en el camino, pero Su gracia no reposa sobre la personas cargadas de orgullo, de petulancia. Dios resiste a los soberbios, así que la soberbia no cabe en Su ministerio. Un día sufrí una lucha enorme, y Dios me dijo: “Quieto, humíllate delante de Mi presencia y te exaltaré alto, muy alto”. ¿Quieres llegar a lo alto? ¡Humíllate en la presencia del Señor y Él te exaltará alto, muy alto!  Nuestro continente espera los ministros que llevan la marca de la humildad, espera la manifestación de hombres y mujeres de Dios, vestidos de humildad.
Dios nos usa al punto máximo de nuestra pureza. ¡Basta ya de ministerio con actitudes impuras! A todos nos corresponde velar por eso. Jamás olvidemos que somos templo del Espíritu Santo. Declaramos un cuerpo de Cristo limpio de incredulidad, declaremos oídos, manos, miradas, intenciones limpias, porque conforme a nuestra justicia, Jehová nos premiará. El cielo espera oír tu voz comprometiéndote a servirlo y amar a tu prójimo. ¡Que este sea el momento de tu renovación, de tu restauración!


[1] Efesios 2:10 dice:  Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
[2] Lucas 4:43 enseña: Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado.
[3] Lucas 10:1 asegura: Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir.
[4] Mateo 28:19 pide: Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
[5] 1 Pedro 4:10 solicita: Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.

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