06 de diciembre de 2020
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Cuando Jesús caminó por Galilea hubo personas que se acercaron a Él y también quienes por distintas razones no lo hicieron. Sin embargo, en estos tiempos donde la humanidad está tan interconectada, todos podemos acercarnos a nuestro Salvador y ser recompensados por ello.[1] No hay mejor forma de agradarle que teniendo fe y creyendo en Su existencia.
Nos podemos acercar a Jesús para aprender, como lo hizo Nicodemo[2] (notemos que se acercó a Él de noche, a escondidas, acaso por el miedo al qué dirán, pero reconociéndolo como maestro), pero también por necesidad, como lo hizo la viuda que padecía flujo de sangre.[3] En el primer caso vemos una necesidad de conocimiento y en el segundo una necesidad de sanación, pero ambos se acercaron por fe. Por eso se vale cualquier razón que te haga acercarte a Jesús de corazón. Debemos ser realistas y aceptar que la mayoría lo hemos hecho por distintas razones, pero nuestra fe además nos dará la salvación. Es lo que sucedió con la mujer del último ejemplo luego de ser sana.[4]
Acerquémonos a Dios con confianza.[5] Él está allí, es nuestro Padre, no lo veamos como a un Ser Supremo lejano y misterioso. También acerquémonos a Su Hijo Jesucristo como Él también se acerca a nosotros. Se acercó a Zaqueo, este le abrió las puertas de su casa y a cambio también recibió la salvación.[6] Y aunque muchos pudieron criticar a Jesús por haber entrado en la casa de un pecador, lo cierto es que todos somos pecadores y necesitamos la salvación. Y si se la otorgó a Zaqueo a causa de ser descendiente de Abraham, ¿qué no más hará por nosotros, que nacimos de nuevo gracias a Su sacrificio?
Permite que Cristo entre en tu vida y, cuando esté en tu corazón, no desaproveches Su presencia como lo hizo Simón el fariseo, quien le rogó que asistiera a su casa y, sin embargo, lo único que hizo fue juzgarlo.[7]
Sea cual sea la razón por la que te acercas a Jesús, aprovecha esa cercanía. Ahora que algunas iglesias abrieron nuevamente sus puertas con restricciones debido a la pandemia por COVID-19, aprovecha cada segundo y cada minuto donde quiera quete congregues.
[1] Hebreos 11:6: Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
[2] Juan 3:1-7: Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
[3] Marcos 5:25-29: Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.
[4] Marcos 5:30-34: Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote.
[5] Hebreos 11:16 (TLA): Así que, cuando tengamos alguna necesidad, acerquémonos con confianza al trono de Dios.
[6] Lucas 19:1-6: Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
[7] Lucas 7:36-47: Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.
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