05 de marzo de 2011
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La Palabra claramente nos dice que debemos buscar primero el Reino de Dios y Su justicia. No habla de buscar misericordia o lástima. Es decir, la justicia es el valor que debe gobernar nuestra vida. Dios es misericordia eterna, pero las bendiciones son para quienes buscan Su justicia, no ajusticiando a otros, sino actuando correctamente.
En Isaías 43: 21-25 el Señor nos hace ver muchas cosas sobre aquello que es justo en nuestra relación con Él. Primero, debemos alabarle y adorarle. Él promete estar a nuestra diestra como poderoso gigante, así que no podemos hacer menos que darle la gloria y la honra. Segundo, nunca nos cansemos de Él ni de Su obra. Persevera en tu grupo, con tus ovejas. Eso es hacer justicia, dar de lo que hemos recibido. Tercero, debemos reconocer y agradecer que cargó con nuestros pecados. Camino al Gólgota, se fatigaba por esa carga, no por el peso del madero.
Ahora, le llevamos al altar nuestras peticiones, penas y enfermedades, pero deberíamos acompañarlas con ofrenda de gratitud para desencadenar la ley de la siembra y la cosecha. Dios nos salvó haciéndonos justicia en Cristo Jesús. Tuvo misericordia, pero darnos la vida eterna fue un acto justo porque pagó el precio para lograrlo. Siendo Santo, cargó con nuestras iniquidades para que fuéramos santos como Él. Ese es el regalo más grande que nos ha dado.
Mateo 11:28-30 nos revela la poderosa y justa ley del intercambio. Dice que Él dará descanso al cansado, es decir que si te sientes agotado, alégrate porque no hay alivio más hermoso que el Suyo. No desmayes, Dios te dará ánimo y unción para que reposes en completa paz. Entonces, al acercarte a recibir descanso, le entregarás tus cargas para recibir las de Él que son más ligeras y fáciles de llevar ya que vienen acompañadas de Sus fuerzas. Tus cargas pesan porque intentas llevarlas con tus fuerzas, pero cuando las intercambias con el Señor, Él te da las Suyas, incluyendo Su poder para llevarlas.
Siempre que te acercas al Señor, dejas algo y te llevas algo. Asume el compromiso de trabajar para Su reino, dale esperanza al angustiado, atiende a tus hermanos, esa es la carga que Dios te da a cambio de recibir tus dificultades y asumirlas. Cuando asumes las cargas celestiales, las tuyas empiezan a desaparecer.
Tengo 28 años y medio de conocer al Señor y puedo dar testimonio de que llevar Su carga es mucho más fácil que intentar llevar en hombros las mías. Desde que le entregué mi vida, he trabajado por establecer Su reino y justicia no me da tiempo de pensar en mis cargas, ya no es necesario, porque el Señor las toma y soluciona. Intercambiamos cargas y puedo decir que salí ganando.
Déjate atrapar en Su reino, esfuérzate y trabaja por las almas. Puedes ser otro Simón de Cirene que ayudó a Jesús con la cruz. Asumir Su carga no es un dolor, es un honor que además te asegura bendición. ¿Qué más quieres? Desde hoy, dile al Señor que le entregarás tus cargas para asumir las Suyas. Velarás por alguien más, llevarás Su Palabra a otros, y darás testimonio de vida. No te preocupes por lo demás, que el resto viene por añadidura.
Deuteronomio 28: 1-25 nos ofrece las claves para la bendición. ¡Los cielos se abrirán y serás bendito en todas la áreas de tu vida si estás atento y le escuchas, guardas Sus mandamientos y permaneces en Sus caminos! En otras palabras, si actúas con justicia, tendrás para dar a quien lo necesite y te dedicarás a Sus obra porque esa es la forma correcta de vivir. Recuerda que lo bueno y lo malo te buscan, pero de tu conducta depende qué será lo que finalmente te alcance. Dios es justo y dará en abundancia solamente a quien lo merece. Él no es injusto para olvidarse de tus obras. Demuéstrale que te conduces según Sus preceptos y eres merecedor de Su bendición.
Además, no olvides que se requiere humildad para dejar pasar las riquezas del mundo y llegar al nivel de las riquezas de Dios, pero vale la pena hacerlo (Proverbios 22: 4).
Malaquías 3: 6-11 revela lo que le agrada al Señor y abre los cielos para que derrame Su bendición. Es muy profundo e impactante leer que Dios, eterno y constante, nos pide que lo probemos, es decir, que pongamos a prueba su fidelidad, ofrendándole como es justo. No te niegues a las evidencias. Para recibir, primero debes dar, especialmente al Señor que todo lo merece. Ofrenda con un corazón humilde y además, con la expectativa por algo mejor. ¡Al Señor le honra la fe que demuestras cuando le pides como hijo confiado!
Recuerda que no se ha visto a un justo desamparado ni su simiente que mendigue pan. Pruébalo, verás que no te defraudará. Da el primer paso, sé justo con Dios para que haga Su justicia contigo en todos los aspectos de tu vida. Él es Dios de pactos y en los 28 años que tengo de diezmar, he comprobado que Su Palabra es inquebrantable y confiable. Cierra el trato con el Señor porque no puedes suplicar Su bendición si eres inconstante con tus diezmos y ofrendas. Él es fiel y no te abandonará si tú le demuestras que obras con justicia.
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