28 de junio de 2014
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Las familias son como los equipos de fútbol, en los cuales es determinante coincidir en valores para que el grupo funcione coordinadamente y luche por un objetivo común. Ahora con la copa mundial que se está jugando en Brasil se han visto diversas situaciones de las que vale la pena reflexionar. Por ejemplo, ¿sabías que en el equipo de Costa de Marfil juegan dos hermanos? Imagina qué orgullo sentirá su padre al escuchar su apellido dos veces cuando nombran a los jugadores que integran el equipo que representa a su país. Seguro que él les enseñó un valor importante, el de la persistencia. Además, se supo que mientras estos dos jóvenes jugaban fútbol, dando todo por los colores de su bandera, otro hermano moría en su país. Definitivamente ellos hubieran querido estar allí, apoyando a su hermano, junto a su familia, pero aprendieron a manejar sus emociones y seguir adelante, a pesar de las tragedias. En la familia es importante esto, enseñar y aprender valores que nos ayuden a tomar decisiones más allá de lo que sentimos. Debemos aprender sobre fortaleza para levantarnos y apoyarnos unos a otros, con amor, sin rencores, sin dolor. Debemos animarnos para salir a la cancha con actitud de ganadores.
También sucedió en este mundial de fútbol que dos hermanos jugaban en equipos de diferente país. Uno jugaba en el equipo de Ghana y otro en el equipo de Alemania. Son hijos del mismo padre, pero se desempeñan en equipos contrarios. Con seguridad el padre hubiera deseado que ambos jugaran en la misma selección, ya que nadie quiere que sus hijos sean rivales, sino, preguntémosle a Adán sobre Caín y Abel, o a Isaac sobre Jacob y Esaú. Sin embargo, sucede que entre hermanos surgen rivalidades que provocan pleitos y contiendas, por lo tanto, los padres deben intervenir para enseñar sobre lealtad y respeto. Una familia debe permanecer unida, todos usando la misma camiseta, defendiendo la misma portería, y esto solo se logra cuando evitamos que el orgullo domine nuestro corazón. Como equipo, debemos aprender a prevalecer en el amor y en la tolerancia. De lo contrario, sucederá como en el equipo de Camerún que no logró integración porque los jugadores provenían de tres tribus distintas que pensaban diferente, por lo que no se pusieron de acuerdo para alcanzar un buen desempeño. Una familia dividida no logra salir adelante. Es cierto que somos competitivos, especialmente entre hermanos, pero en nosotros debe ser más importante la lealtad que el deseo de ser el primero o el mejor. Claro que todos tenemos nuestra personalidad y pensamos diferente, pero nuestra fe debe ser la misma, siempre puesta la mirada en el Señor. De esta forma, cuando se enfrente un problema habrá más posibilidad de salir adelante. Todo hay que enfrentarlo juntos, siempre en las buenas y en las malas, esforzándonos y buscando fortaleza en el Señor, quien obrará a favor de nosotros, tal como puedo decir que ha obrado en mi familia.
Otro equipo del que podemos aprender mucho es del de México, ya que nadie daba un centavo por ellos, pasaron por repechaje y en el proceso de clasificación tuvieron tres diferentes entrenadores. Incluso invitaron a un jugador a formar parte de la selección y ¡dijo que no! La expectativa para este equipo era que recibirían una goleada en el primer partido en el mundial, pero han hecho un gran papel pasando a octavos de final. Estos jugadores salieron con la camisola bien puesta, orgullosos de su país, con su identidad bien clara. Así mismo debemos ser en nuestra familia. Siempre con la frente en alto, luchando con garra, entereza y pasión, seguros de nuestra identidad en Cristo, con quien somos más que vencedores. La misma lección nos ofrece el equipo de Costa Rica que resultó primero en el grupo de la muerte al eliminar a Italia e Inglaterra. ¡Nada es imposible para un equipo que trabajo unido!
Ahora bien, también podemos aprender de las situaciones tristes, como la que enfrentó el equipo de Uruguay, que sufrió por la expulsión de su jugador más valioso, quien no supo manejar la presión y la ansiedad cometiendo una falta muy grave. Este jugador, Suarez, es muy bueno, pero de nada sirve tener grandes dones y habilidades sino se tiene una buena actitud y dominio del carácter para enfrentar cualquier situación. ¡De ninguna forma se puede justificar que un jugador muerda a otro! Esa es una acción antideportiva y antiética que merece ser sancionada. Fue una lástima porque no solo puso en vergüenza a su país, sino que su expulsión jugó en contra en el siguiente partido, por lo que quedaron eliminados. Como parte de un equipo, nunca debemos hacer algo que avergüence a quienes han confiado en nosotros. Si nuestros padres nos han enseñado valores, debemos hacer que se sientan orgullosos. En mi caso, ha sido una motivación evitarle disgustos a mis padres y darles satisfacciones. Un gran don o habilidad se puede desperdiciar por falta de carácter, así que preocúpate por aprender dominio y fortaleza para no echar a perder tus oportunidades. Todos debe saber que tu honor es inquebrantable. Provoca que tu equipo esté orgulloso de ti.
Por ejemplo, se sabe que en el equipo de Argelia hay dieciséis convocados que nacieron en Francia, pero por honrar a sus padres, a sus raíces, juegan en el equipo del país de sus ancestros. Seguramente su familia se siente orgullosa de ellos. No podemos olvidar de dónde venimos, demostremos el orgullo que sentimos por pertenecer a nuestra familia con acciones en las que se note que nuestros valores no son negociables, porque sin importar las circunstancias, avanzamos con fe y transparencia.
Confiemos nuestra familia al mejor entrenador, quien ya se puso los zapatos y salió a la cancha a jugar limpio por darnos la victoria en los partidos que enfrentemos en Su nombre. Jesús puede ser nuestro director técnico si lo aceptamos como Señor y Salvador de nuestra familia. Él puede enseñarnos las mejores jugadas, tiene la técnica y el respaldo del Padre, quien guió a los mejores jugadores a ganar el campeonato de la vida. Él nos pide que nos pongamos la camisola y que juguemos en su equipo. Si lo hacemos, no habrá contendiente que nos derrote. Dale las gracias porque ya ganó la copa para nosotros, y nos entrega los mejores pases para que ¡seamos nosotros quienes metamos los goles!
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