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Identidad, Señorío y amistad con Dios

Identidad, Señorío y amistad con Dios

22 de octubre de 2024

Tiempo de lectura: 5 minutos

Jesús resumió los diez mandamientos en dos categorías: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a nosotros mismos, lo cual señala una triple orientación del amor. Dios te da una orden hoy: ¡Ámate a ti mismo! En caso contrario, te será muy difícil amar al prójimo. Quien no se ama así mismo, cae en el descuido, en el abandono, y hasta sus oraciones pueden ser afectadas porque vive pensando que no merece algo mejor.

El amor a sí mismo necesita una apropiada identidad

En esta serie estamos aprendiendo sobre amarnos a nosotros mismos, a darnos tiempo, a cuidarnos y hablar bien de nosotros. Cuando tenemos ese amor hacia nosotros mismos somos capaces de soportar muchas cosas negativas en esta vida. Ese amor por ti mismo se basa en tener la correcta y debida identidad otorgada por Dios tu Creador.

Jesús manejó su relación con Dios de diferentes formas. Guardó su relación con Dios como Su Padre, como su Dios, y también como Su Señor. Si nosotros pudiéramos aprender a manejar nuestra experiencia con Dios como nuestro Padre, nuestro Dios y como nuestro Señor, eso sería una experiencia única para nuestra identidad.

La voz del Padre reconoce a su hijo porque lo ama

A los 12 años Jesús comprendió esta verdad al confesar quien era su Padre y sentirse plenamente identificado con su destino sobre la tierra.[1] Honró a su padre José trabajando con él en la carpintería, pero honró a su Padre celestial trabajando con Él en la construcción de Su reino en la tierra. Si tú sabes quién es tu Padre celestial, te llenas de seguridad, de confianza en Dios, de confianza en ti, tu identidad se fortalece y te vuelves imparable para la gloria del Señor.

Cuando Jesús es bautizado a los 30 años, se oye la voz del Padre desde el cielo, diciendo: este es mi hijo amado.[2] No es suficiente saber que eres un hijo de Dios, necesitas aceptar la revelación de que eres un hijo amado de Dios. Dios te ama en forma extrema y sin condiciones, de tal manera que dio a su hijo por ti, además te acepta tal como eres, pero tu trabajo es asumir esa postura.

Tu identidad no está bajo discusión, pero si necesita protección

La tentación que satanás le hizo a Jesús fue directa a su identidad de hijo, él quería empezar una conversación con Jesús acerca de su identidad para debilitarlo.[3] Cuando tienes una identidad clara sobre tu vida como hijo del Padre celestial no se la tienes que demostrar a nadie y eso hizo Jesús. Camina seguro sabiendo quién eres tú para cumplir el propósito de tu Creador en esta vida.

Cuando honras a Dios como tu Padre, puedes afirmar que así como Él trabaja y descansa, también tú puedes hacerlo.[4] Entra al lugar donde trabajas con la frente en alto, con ese sentimiento, con esa actitud de que, si tu padre trabaja y tú trabajas Dios va a bendecir tus labores. Enseña a tus hijos a trabajar, pero recuerda hay un padre terrenal que es limitado, pero tenemos un Padre celestial todopoderoso y sin ninguna limitación.

El amor del Padre sostiene a sus hijos cuando más lo necesitan

Así como en el bautizo en agua de Jesús se oyó la voz del Padre para validar a Jesús en público como su hijo amado, ahora en el monte de la transfiguración lo hace nuevamente para recordar que Jesús es su hijo amado, y es clave oírlo.[5] Pedro está allí cuando Jesús se convierte en luz y aparece Moisés y Elías.

Al ver la gloria de Dios, Pedro jamás hubiera querido irse de ese lugar. Jesús debía pasar de ese estado de luz y resplandor a lo que conocemos como la pasión de Cristo, por eso dijo que debía bajar a Jerusalén. En ese momento, aquella voz validó a Jesús cuando más necesitaría la paternidad de Dios.

Nunca dudes del amor del Padre

Cuando Jesús está en la cruz, lo que está diciendo es Dios mío, Dios mío, hablando de ese momento de abandono, y no le dice Padre. Pero cuando ya va a morir, Jesús le dice: Padre, en tus manos entrego mi espíritu, porque no dudaba del amor del Padre y está claro que, como hijo amado, el lugar más seguro es en sus manos.

En tus pruebas Dios no te abandona, eres un hijo amado y estás seguro en Sus manos. Lo primero que hará el enemigo es sembrar duda con pensamientos como que Dios no te responde, ya no te ama, fallaste para siempre. En ese momento, Dios va a validar tu paternidad y dirá que no escuches esa voz, te dirá escucha la mía, eres mi hijo amado. Te amo.

Jesús y yo tenemos un mismo Padre

Dios te ama tanto a ti, como ama a Jesús porque el mismo Padre de Jesús es tu Padre celestial y eso te conduce a quererte a ti mismo, más de lo que otros te quieren. En eso radica tu autoestima: en el amor de Dios que te recibe como hijo amado.[6] Ninguna otra persona puede amarte más que tú mismo, solo Dios tu Padre celestial.

Cuando tienes la porción correcta de auto estima te cuidas de muchas cosas que te pueden hacer daño y lo haces solo, cuando empiezas a perder esa auto estima, el abandono se nota.

Es el amor del Padre de donde viene tu sobrevivencia. No importa el rechazo, el abandono de otros o tus fallas, debes decir: porque me amo, me voy a volver a poner de pie. Finalmente, lo que siempre te sostiene de pie es creer y aceptar ese amor extremo que Dios te tiene como Padre, eres Su hijo amado.

Referencias

[1]Lucas 2:48-50 (RV1960): Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? Mas ellos no entendieron las palabras que les habló.

[2]Mateo 3:16-17 (RV1960): Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.

[3]Mateo 4:3-11 (RV1960): Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, En sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.

[4]Juan 5:17-21 (RV1960): Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios. Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis. Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.

[5]Mateo 17:4-5 (RV1960): Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.

[6]Juan 20:17 (RV1960): Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.

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