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Jesús, nuestro Salvador

Jesús, nuestro Salvador

01 de marzo de 2020

Tiempo de lectura: 7 minutos

Lo primero que hizo Jesús con la mujer samaritana fue establecer un vínculo, mostrándose vulnerable al pedir agua.[1] No debemos formar parte de los grupos que rechazan a otros por sus diferencias, sino más bien ser genuinos y accesibles con las personas que nos rodean. Jesús rompió una barrera racial, cultural y social en su encuentro con la samaritana. ¿Qué impide que estemos más cerca de las personas?

Cuando Jesús se acercaba a alguien y les revelaba que era el hijo de Dios, inmediatamente les enseñaba a pedir.[2] Al conocer íntimamente al Señor nos sentimos con más confianza al momento de pedirle. El deseo de nuestro Padre es proveernos; al comprender su paternidad entendemos la prosperidad que Él desea darnos.

Jesús hablaba con quienes eran rechazados por otras personas, por eso obtuvo buenos resultados al evangelizar.[3] Si nuestro grupo no se llena no es por falta de unción, sino por falta de vínculos con otras personas.

Hace unos años fui a un torneo de golf en Guatemala. Una persona que estaba en un puesto que vendía cerveza me saludó y me pidió una foto. Luego, una mujer edecán también me pidió una foto porque su mamá me conocía por el programa de Noches de Gloria. ¿Qué hubiera pensado si no me tomo la foto? La religión nos dice que nos alejemos de las personas, pero Jesús nos dio el ejemplo mantenernos cerca.

La mujer samaritana, después de conocer a Jesús, no dio testimonio de sí misma, sino de Él. La salvación tiene que ver con Jesús, no con nosotros. Al caminar con Dios seremos transformados para dar un mejor testimonio, pero desde que lo conocemos podemos compartir de Él sin ninguna limitación.

El objetivo de Jesús al acercarse a la samaritana era salvarla a ella y a todo su pueblo.[4] El Señor siempre ha tenido en mente salvarnos a todos. Establezcamos puentes con las personas, esto facilitara que llevemos el mensaje de salvación.

Si tenemos el entendimiento para reconocer que Jesús es el Salvador, llevemos ese conocimiento a todos los que nos rodean. No nos limitemos a compartir la salvación. Jesús no vino a condenar al mundo, sino a salvarlo. Nosotros no estamos para señalar a los demás, sino para extenderles la mano y ayudarlos.[5]

Compartamos el mensaje de salvación. No hagamos acepción de personas, prediquémosle a todos los que nos rodean, tal y como lo hacía Jesús. La vida eterna es una realidad. Al morir tendremos dos opciones: el cielo o el infierno. Mantengámonos enfocados en la eternidad y le daremos la importancia que merece al mensaje de salvación.


[1] Juan 4:5-9: Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.

[2] Juan 4:10-19: Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta.

[3] Juan 4:25-30: Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo. En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.

[4] Juan 4:39-42: Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.  Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.

[5] Juan 3:16: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

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