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Jesús ve tu fe

Jesús ve tu fe

02 de septiembre de 2025

Tiempo de lectura: 3 minutos

Lucas, en el evangelio que lleva su nombre describe una escena de sanidad en donde un paralítico es llevado por cuatro de sus amigos para que Jesús lo sane.[1] En esa ocasión menciona que el poder para sanar estaba sobre Jesús, mientras enseñaba a la gente. ¿Cómo sabía Lucas que el poder para sanar estaba sobre Jesús? Si Jesús no lo dijo, Lucas solamente era un observador atento. Entonces, ¿por qué sabía que ese poder sanador estaba en ese momento con Jesús?

Jesús tiene listo tu milagro

Jesús camina entre nosotros y su poder está disponible para sanar cualquier enfermedad. Lo interesante es que Jesús sabía guardar su tiempo para enseñar, para hacer milagros, para impartir sanidad a los enfermos y también valoraba hacer nuevos amigos y reunirse para comer con ellos. Jesús sabía apartar tiempo para cada cosa. Jesús entró a casa de Zaqueo, lo bendijo; sin embargo, no sanó a nadie en esa casa. Pero, en cambio, en otros lugares sanó ciegos, leprosos, sordos y muchas enfermedades incurables.

También Jesús lanzó la pregunta abierta para todos: ¿qué es más fácil decir, tus pecados te son perdonados o decir levántate y camina? Nos hace pensar, pero nos pide que hablemos en fe. Por eso, no solo perdonó los pecados de aquel hombre, también le dijo: «Levántate y camina», así llegó su milagro.

El poder de la Palabra de Dios

La palabra viviente estaba presente. No lo reconocían aunque Él era el Verbo hecho carne. Su Padre es el autor de la Palabra; conocía muy bien cómo y en qué momento confesarla. Es interesante la narrativa de Lucas al afirmar que Jesús, al ver la fe de ellos, vio el momento oportuno para el milagro que dejó asombrados a los fariseos, saduceos y doctores de la ley que estaban presentes.  

Jesús viene por los que creen y verá la fe que brota del corazón y no de la mente. Él tiene los milagros en sus manos; está viendo a quién se los va a repartir.   ¿Quién le cree y lo recibe? La fe produce emociones, produce seguridad, ánimo, confianza.

La fe genuina brota del corazón y no de la mente

Quita esa lucha mental que tienes entre creo o no creo. Ese conflicto se debe terminar para creer desde el corazón y no como una emoción fingida desde el cerebro. Con la fe genuina en Jesús viene tu milagro.

Algo pasaba en el ambiente, algo pasaba en la gente, pero en el rostro de las personas, en el mismo rostro de Jesús, algo estaba pasando y Lucas, ya familiarizado con ese mover del poder de Dios, lo pudo identificar. Allí estaba el poder de Dios para sanar; los amigos del paralítico evidenciaron en su rostro que tenían la atmósfera de fe para ver ese milagro.

Discierne ese tipo de fe en la atmósfera y ejercita tu fe, porque si la tienes, debes usarla como para saber que es el momento de fe, el momento de ver el milagro que se necesita. Ni siquiera dudes si tienes fe. Tú puedes decir «tengo fe» y «tengo suficiente fe», da lo mismo; lo que digas es lo que de verdad sucede.  

Finalmente, levanta las manos mientras dices: «Soy sano, Jesús me sanó, por sus llagas y su herida ya fui curado».  La enfermedad se va. Recuerda la Palabra de fe: Creí, por lo tanto hablé. Declara lo que crees: «Hablo, soy sano, camino bien, estoy saludable, mi sangre está buenísima, mi corazón palpita bien, estoy lleno de energía». Soy la luz del mundo, soy la sal de la tierra. Soy hijo de Dios, soy un heredero de Dios, soy coheredero con Cristo; así camino, eso es lo que soy.   Amén.

Referencias

[1]Lucas 5:17-26 (RVR1960): Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar. Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él. Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús. Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.  Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo:¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo:¿Qué caviláis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico):A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios. Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.

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