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La escuela de Marta II

La escuela de Marta II

10 de noviembre de 2014

Tiempo de lectura: 6 minutos

Marta, la hermana de María y de Lázaro, parte de una familia que era íntima amiga de Jesús, nos enseña mucho sobre fe. Las Escrituras nos comparten el maravilloso milagro de la resurrección de Lázaro, y lo que sucedió antes de ese prodigio, es muy enriquecedor para la tarea de fortalecer nuestra fe. Todo comienza cuando Jesús se entera de que su gran amigo está enfermo y se pone en marcha, pero tarda en llegar y su amigo muere. Entonces, cuando finalmente se aproxima a la casa de la familia, Marta sale al encuentro y le expone su dolor, lamentándose porque estaba segura de que si Jesús hubiera llegado a tiempo, su hermano no habría muerto.

Marta dialogó con Jesús y le demostró que sabía mucho sobre el poder de Dios, sobre la oración, y sobre de la resurrección de los muertos; incluso tenía revelación sobre la identidad de Jesús como Hijo de Dios[1], tenía una doctrina saludable, pero en su vida aún no se veían los resultados de ese profundo conocimiento, porque no había puesto en práctica su fe. Así nos pasa muchas veces, conocemos sobre la Palabra de Dios, sabemos versículos de memoria, pero pareciera que no sabemos qué hacer con ellos, ya que no producen resultados visibles en nuestra vida.

Luego de la conversación inicial, Jesús pidió que quitaran la piedra del sepulcro donde estaba Lázaro, pero Marta continuó con sus argumentos y le dijo que el cuerpo de su hermano ya olía mal[2]. Como ella, muchas veces, frente al dolor de las dificultades, olvidamos que nuestro Señor es el Todopoderoso, capaz de obrar maravillas y ponemos mil excusas para evitar que nuestra fe produzca frutos. Conocemos las herramientas, la Palabra de Dios, pero no la usamos, no la ponemos en práctica. Es como si tuviéramos en las manos todas las piezas del rompecabezas, pero no nos atrevemos a armarlo. Todos pasamos por situaciones difíciles. Yo puedo contarte muchísimas que hemos enfrentado con mi familia. Por ejemplo la vez que le diagnosticaron leucemia a mi hijo, o cuando la vida de mi hija menor y la de mi esposa estuvo en peligro durante el parto de la bebé. En esos momentos, yo he clamado, intercedido y orado con toda la fe que tengo, he puesto en práctica todo lo que he aprendido en la Biblia, convencido de que Dios obrará milagros y así ha sido. ¿Cuál es tu excusa? Tal vez dices: “Nada cambiará, así ha sido siempre en mi familia, yo soy así, no hay nada qué hacer”. ¡No pongas más excusas! Jesús está de tu lado, está frente a ti, dispuesto a obrar el milagro, tal como estaba frente a Marta, no argumentes, no permitas que la tristeza te haga cometer el error de cerrar tu corazón a lo que tu mente ya conoce, al contrario, si ya sabes que Dios desea tu bien, prepárate para recibirlo, agradécele lo que está por hacer en tu vida, agrádalo con tu fe y disfruta de la bendición que te dará.

No te pierdas en medio de tanto conocimiento de la Palabra. Si crees, verás la gloria de Dios, eso fue lo que Jesús le dijo a Marta y lo que te dice ahora. Ver milagros y prodigios no depende de lo que sabes y conoces de Dios, sino de lo que estás convencido de que Él puede hacer. Que tus recursos y conocimientos no sean tropiezo para tu fe, al contrario, aprovecha esos recursos y sabiduría para poner en práctica tu fe. No vivas esa ironía religiosa del que sabe mucho, pero cree poco y no obtiene nada.

Otro hecho que me impresiona de este pasaje sobre la resurrección de Lázaro y lo que he llamado “la escuela de Marta”, es que Jesús dio gracias al Padre por escucharlo, antes de obrar el milagro[3], porque sabía que todo ese proceso era un avivamiento para esa familia que amaba. La muerte y la resurrección del amigo significaría un nuevo comienzo para ellos, la renovación y el fortalecimiento de su fe y de la de muchos que presenciaron el milagro. Marta, María y Lázaro estaban muy cerca de Jesús, sabían quién era Él, sin embargo, habían perdido el rumbo, su fe se había apagado, lo veían más como un amigo que como a su Señor. Hay un nuevo avivamiento para ti, tus sueños resucitarán, tu vida cambiará, un nuevo rumbo se abrirá ante tus ojos si recuperas tu primer amor y reconoces de nuevo a Jesús como tu Señor y Salvador.

Además de estas valiosas enseñanzas que obtenemos de la experiencia de Marta con Jesús, cuando hablamos de ver milagros en nuestra vida, es importante recordar la honra que debemos demostrar al Señor, porque Él podrá obrar maravillas solamente si creemos verdaderamente en Su capacidad de hacerlo. Aprendemos sobre esto al leer que Jesús no pudo hacer milagros en Nazaret porque lo veían como un carpintero, no como el Hijo de Dios[4]. Allí no encontró fe sino incredulidad. Veamos esto detenidamente, sabemos que la Palabra de Dios es viva y eficaz, es buena semilla, y no regresa vacía, pero los afanes de la vida y el engaño de las riquezas pueden ahogarla y volverla ineficiente, por eso hay que entender sobre riquezas según los principios bíblicos para que no tengan más poder en ti que la Palabra de Dios.

¡La incredulidad y el afán de la vida pueden neutralizar el poder de Dios! En Su tierra, neutralizaron a Jesús con desprecio, descrédito, deshonra y envidia. Fue como si lo bombardearan con kriptonita. Cuando lo ves como el Señor de señores, el milagro sucederá en tu vida. Acepta el poder de Dios así como aceptas el poder de la ciencia humana. Si ves a tu pastor simplemente como un amigo más, sin respeto, ¿cómo quieres que Dios lo use para bendecirte? Proclama tu fe con valentía, defiende lo que crees porque de eso depende tu bendición. Honra a Jesús, ¡demuéstrale que es tu Señor y Él podrá hacer Su obra! Sé congruente con tus actos, si digo que Él es mi Señor, debo demostrarlo. Deseo con todo mi corazón que Jesús pueda hacer milagros en tu vida.

Aprécialo y apréciate porque te ha delegado autoridad. Todos podemos obrar milagros si creemos y hay honra entre nosotros. La persona que está junto a ti es hijo de Dios y puede ser usado, tú puedes ser usado, cree y sucederá. Entre esposos pueden ser usados por Dios, pero deben darse honra a pesar de sus defectos, ya que estos no serán estorbo, si Dios encuentra fe en ustedes. Puedes ver a Jesús como tu mejor amigo, pero no dejes de verlo como tu Señor, a quien honras y a quien le creer con todo tu corazón. Yo le creo a Jesús, tengo mil defectos, pero le creo. ¡Créele tú también! Él te dará lo que pidas con fe, porque es capaz de hacer todo, así como hizo el universo. No regreses a Jesús a la carpintería, no lo veas como el hijo del carpintero, sino como el Hijo de Dios, que está sentado en Su trono, a la derecha del Padre, donde intercede por ti. Pídele perdón si lo has menospreciado y si te has menospreciado. Aprende a ver a tus semejantes como hermanos en Cristo, dignos de honra, a quienes Dios puede usar para bendecirte.

Dile al Señor: “Abre mis ojos, que pueda verte tal como eres, Señor de señores, Rey de reyes, y pueda ver en otros a Tus hijos, discípulos y representantes. Enséñame sobre el honor y la fe. ¡Hoy saco fuera de mí toda incredulidad!

 

Versículos de Referencia:

[1] Juan 11:20-27 dice: Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.

[2] Juan 11:38-40 expresa: Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?

[3] Juan 11:41-44 dice: Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: !!Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.

[4] Marcos 6:1-6 relata: Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos. Y llegado el día de reposo,[a] comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.

 

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