06 de diciembre de 2019
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Quienes nacimos en repúblicas democráticas no estamos familiarizados con las monarquías, pero para ponerte un ejemplo, Dios es un rey. Su reino no es una presidencia ni Él es un dios electo por votación porque simplemente es uno solo y eterno.
Todo rey hace fiestas donde desea mostrar su magnificencia y poderío,[1] de igual modo, cada vez que Dios actúa con bendición sobrenatural sobre nosotros es para mostrar su gloria. Y no creas que hace acepción de personas porque tarde o temprano todos se sirven de su banquete.[2] Él no deja fuera a nadie: niños, jóvenes, adultos, pobres, ricos, hombres, mujeres… Todos verán la magnificencia de su poder porque, aunque seamos diferentes, en sus manos somos vasos de oro y a todos nos llenará con abundante vino real.[3]
Ahora bien, aunque en sus manos somos vasos de oro, eso no significa que no seamos personas en constante proceso de perfección. En ese proceso se pone a prueba nuestro carácter y recibimos muchas críticas; por ejemplo: “tan cristiano y tatuado”, o “tan cristiano y fumador”, o “tan cristiano y ostentoso”. No hay forma de alcanzar la santidad absoluta. A mí me han criticado mucho y seguro te criticarán a ti también, pero cuanto más critican a una persona de Dios, más unción se derramará sobre ella. ¡Bienaventurado seas si hablan mal de ti!
Es así como luchamos contra muchos enemigos ocultos: murmuraciones, chismes, prejuicios, difamaciones… ¡No es fácil! Pero el camino del Señor no es una carrera de cien metros, sino un maratón de permanencia eterna con obstáculos. Y te lo profetizo: tropezarás muchas veces; así que, por tu salud mental, no busques la santidad. Que seamos un vaso de oro en sus manos no significa que seamos perfectos, ni que todos debamos ser el mismo vaso.
La bendición fingida consiste en simular lo que uno no tiene y cuando alguien sugiere lo que no tiene se convierte en impostor. Debemos asimilar que todos somos vasos diferentes y quitarnos el peso emocional sobre por qué no recibimos lo mismo que otro.
Cuando yo era joven siempre quise parecerme a otros vasos y con ello perdí años de originalidad. Podrás recuperarte de una quiebra financiera, de un divorcio y hasta de una enfermedad terminal, pero de lo que jamás podrás recuperarte es del tiempo que perdiste inútilmente intentando ser otro. ¡Dios nos necesita y nos ama tal como somos! La originalidad es el mejor regalo que Él nos ha dado. ¿Para qué frustrarse queriendo ser otra persona?
Cuando me di cuenta de que era inútil querer ser otro, tuve que reconciliarme con mis defectos. Tuve que aprender a leer las emociones y a mirar a la gente a los ojos, y aprendí que Dios me quería diferente. ¡Yo estoy feliz de haber descubierto que nunca seré Billy Graham y que soy Dante Gebel! No te frustres queriéndote parecer a otro.
Dios quiere usarte tal como eres, pero solo tú eliges si acudes a su llamado. Él se dará a conocer contigo o sin ti. Podrás tener los mejores talentos, pero si no sales a predicar y a ser agente de cambio, escogerá a alguien más; como un rey que, tras ser rechazado por la mujer más hermosa,[4] cambia de reina.[5] Nadie te obligará a trabajar para su reino, pero te aseguro que es lo más maravilloso que puedes hacer en la vida.
[1] Ester 1:1-4: Aconteció en los días de Asuero, el Asuero que reinó desde la India hasta Etiopía sobre ciento veintisiete provincias, que en aquellos días, cuando fue afirmado el rey Asuero sobre el trono de su reino, el cual estaba en Susa capital del reino, en el tercer año de su reinado hizo banquete a todos sus príncipes y cortesanos, teniendo delante de él a los más poderosos de Persia y de Media, gobernadores y príncipes de provincias, para mostrar él las riquezas de la gloria de su reino, el brillo y la magnificencia de su poder, por muchos días, ciento ochenta días.
[2] Ester 1:5: Y cumplidos estos días, hizo el rey otro banquete por siete días en el patio del huerto del palacio real a todo el pueblo que había en Susa capital del reino, desde el mayor hasta el menor.
[3] Ester 1:7: Y daban a beber en vasos de oro, y vasos diferentes unos de otros, y mucho vino real, de acuerdo con la generosidad del rey.
[4] Ester 1:10-12: El séptimo día, estando el corazón del rey alegre del vino, mandó a Mehumán, Bizta, Harbona, Bigta, Abagta, Zetar y Carcas, siete eunucos que servían delante del rey Asuero, que trajesen a la reina Vasti a la presencia del rey con la corona regia, para mostrar a los pueblos y a los príncipes su belleza; porque era hermosa. Mas la reina Vasti no quiso comparecer a la orden del rey enviada por medio de los eunucos; y el rey se enojó mucho, y se encendió en ira.
[5] Ester 1:19: Si parece bien al rey, salga un decreto real de vuestra majestad y se escriba entre las leyes de Persia y de Media, para que no sea quebrantado: Que Vasti no venga más delante del rey Asuero; y el rey haga reina a otra que sea mejor que ella.
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