02 de mayo de 2009
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Todos hemos afrontados situaciones difíciles de resistir. Pensamos que los problemas duran una eternidad y no somos capaces de soportarlos. Pero hay otras cosas buenas como la presión en los estudios y el trabajo que debemos aguantar. Tuve una etapa de mi vida muy difícil y estresante. Trabajaba, estudiaba, atendía a mi familia y también al ministerio. Todo requería atención y debía hacerlo bien. Mi horario era agotador. A las siete de la mañana debía estar en la oficina, luego ir a la universidad a las seis de la tarde para luego asistir a clases particulares de finanzas a las nueve de la noche; llegaba a mi casa a la una de la mañana y de nuevo iniciaba la misma rutina horas después. No era fácil, regresaba de clases hasta con nauseas de tanta presión. Oraba y le suplicaba al Señor que me diera fuerzas porque sabía que todo tenía una razón y debía esforzarme.
La resistencia es importante, hay situaciones que la merecen y otras que no. Aprende a identificarlas. Hay que resistirse al mal pero no al bien. Debes darte por vencido ante lo bueno. Si en tu hogar hay algo que restaurar, ríndete y actúa.
No te resistas al Espíritu Santo
Hechos 7:51 dice: ¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.
Tus oídos no escuchan cuando tu corazón está endurecido y se cierra al consejo de padres y amigos. Si te ofenden te niegas a escuchar sobre el perdón. Si te estafan no quieres que alguien te hable de negocios. También puede suceder lo contrario y tu corazón se cierra cuando te niegas a escuchar. Además, la Biblia utiliza la palabra incircunciso como signo de impureza porque en aquel tiempo la circuncisión era obligada por higiene y como símbolo de limpieza. El oído impuro es aquel que se deja llevar por lo malo que contamina los sentimientos y la razón. No permitas que los chismes vuelvan impuros tus oídos y tu corazón.
Nota que el versículo también hace énfasis en la relación familiar. Es importante enseñar buenas costumbres en el hogar. Si en tu casa prevalecen los chismes y habladurías, no te extrañe que tus hijos incluso terminen hablando mal de ti.
No te resistas al Espíritu Santo. Él quema pero no es fuego, embriaga pero no es vino y sopla aunque no es viento. Él tiene poder, oye, habla, guía, se goza, se entristece y se enoja. En una ocasión me resistí por unos minutos y fue desagradable. Discutí acaloradamente con mi esposa y cuando me subí al carro el Espíritu Santo me dijo que regresara y pidiera perdón o de lo contrario no le escucharía durante todo el día. Eso era trágico porque para mi es imposible vivir sin la unción que Él me da, así que regresé y pedí perdón. Haz tú lo mismo aunque te cueste, no te resistas. Cuando estamos enojados no damos la razón. Las mujeres deben orar por sabiduría para otorgar la razón a sus esposos aunque después la pidan de vuelta.
Si te resistes al Espíritu Santo te irá mal. Él utiliza muchas circunstancias y personas para aconsejarte y atraerte a los pies de nuestro Señor Jesucristo. Yo lo desafiaba si los amigos me hablaban de Dios, pero luego dejé que obrara en mí. Cuando las personas me piden ayuda para convertir a alguien, yo les digo que dejen el trabajo al Espíritu Santo. El camino de resistencia al Señor puede ser muy doloroso. Es mejor buscar a Dios por amor y no por dolor. Un hombre me dijo que había buscado al Señor porque su esposa tenía cáncer. Cuando ella murió, continuó buscándole por amor porque Él le había dado la paz que necesitaba.
Yo le entregué mi vida a Cristo por amor y agradecimiento. No estaba enfermo ni desempleado o a punto de divorciarme. Simplemente escuché una voz interna que me preguntó: ¿qué te ha hecho Jesús para que no lo sigas? Y no encontré respuesta. Si he seguido a personas que me han hecho daño, cómo no seguiría a Jesús que me ha salvado. Entrégale tu vida y luego obedece lo que te mande porque todo lo que pide obrará a bien en tu existencia. Él anhela tu bienestar.
Resiste al enemigo
En Santiago 4:7 leemos: Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.
Cuando Jesús ayunó por cuarenta días el diablo lo tentó para luego huir. Resistir no necesariamente es pelear. Hay un tiempo para llevar la ofensiva y otro para aguantar. Cuando sientas que ya no puedes más, el Espíritu Santo te da nuevas fuerzas para que logres ahuyentar al diablo.
Físicamente la resistencia a una fuerza contraria requiere dos condiciones: soporte en la base de la columna y piernas fuertes. Espiritualmente es lo mismo. Para poder resistir al maligno, debes ceñir tus lomos con el cinto de la verdad y también debes tener piernas fuertes que caminen como Dios manda. Si tus pasos no son firmes en el camino de lo correcto serás débil y no podrás resistir las tentaciones. Todas las personas que caminan en pecado se vuelven débiles a las artimañas del diablo y permiten que tome ventaja sobre ellos. Ejercítate en la verdad y la fe para poder resistir y hacerlo huir. Debes entrenarte para la competencia final. El diablo ataca cuando ve que cedes a la tentación, pero huirá si te ve fortalecido.
Recuerda, no te resistas al bien. No hagas caso del mundo que te vende el mal como bueno. Embriagarte o tener una amante es malo y debes resistirte a la influencia de quienes te digan lo contrario. Busca los verdaderos valores que Dios da para tu vida y la de tu familia. Déjate vencer por el bien y resiste el mal para que tu vida sea plena.
Perdona y resiste las ofensas
Mateo 6:14-15 nos recuerda: Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
Resistirse a perdonar las ofensas es un grave error. El rencor siempre atrae desgracia. El Señor claramente nos dice que recibiremos perdón solamente si perdonamos. Para estar bien con Dios no sólo debes resistir al diablo y recibir al Espíritu Santo, sino que además debes pasar por alto las ofensas y evitar que se vuelvan en tu contra.
Mateo 18:35 dice: Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
El Señor nos pide que nos perdonemos como hermanos. No somos extraños, todos formamos parte de una misma familia en Cristo Jesús. Ofréceles a tus hijos la herencia del perdón y enséñales a no guardar rencores. Educa a tu familia para que sean capaces de perdonarse entre sí y entonces recibir el perdón de Dios. Yo aprendí a ser mediador entre mis hijos. Cuando tienen algún problema los motivo a que dialoguen. No puedo ser juez entre ellos, así que les enseño a afrontar sus diferencias y perdonarse.
Muchas personas buscan siempre quien les solucione los problemas y evaden el perdón. Todos necesitamos ser perdonados porque no somos perfectos, así que más vale dar lo que alguna vez pediremos. Perdona porque cosecharás lo que siembres.
Dios condiciona su perdón al nuestro. Es una hermosa forma de obligarnos a ser tolerantes. La falta de perdón es el primer paso para la venganza. Cuando guardas rencor estás formando un carácter vengativo y preparas la plataforma para devolver el mal que recibes. Recuerda que la venganza no es tuya sino del Señor. No endurezcas tu corazón.
Ser intolerante ante las ofensas es arriesgarte a perder el apoyo de Dios. Prefiero pasar la pena y humillación de pedir perdón que hablar con Dios y no recibir respuesta. La comunión con tu Padre depende de tu perdón. Cuando te resistes a Dios te va mal, cuando resistes el mal te va bien, cuando resistes las ofensas eres digno de recibir bendición.
Pecados y ofensas
Hay dos tipos de situaciones que nos lastiman y requieren nuestro perdón. Los pecados y las ofensas. Muchas cosas nos ofenden que no son realmente pecados. Si no te aumentan el sueldo por cometer faltas en tu trabajo no están pecando contra ti. No intentes confundir a Dios que sí es capaz de resolver todo pecado. El resto de ofensas debes resolverlas tú. No te ofendas si tus padres te regañan porque llegas de madrugada a tu casa. Reacciona, deja de lado el exceso de sensibilidad.
Si quieres recibir bendición debes perdonar y pedir perdón. La oración de una persona que no perdona no es escuchada. Las ofensas entre hermanos son necesarias para aprender a madurar. Yo pasé una noche en vela recordando todas las cosas malas que han dicho o hecho contra mí. Al final, se las entregué al Señor y le dije: “Tú tratas los pecados y yo las ofensas, en ambos casos ofrezco mi perdón”. Nuestro corazón debe estar íntegro para pasar a otro nivel de excelencia en la relación con Dios. Para que tu vida sea plena, perdona como Él te ha perdonado, resiste el mal y recibe al Espíritu Santo en tu corazón.
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