25 de febrero de 2014
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La promesa de Dios para este nuevo año es que tendrás paz en tu territorio y te saciará con lo mejor del trigo. Además, promete que Su Palabra correrá rápidamente[1]. Es decir que no solo recibirás lo mejor sino que pondrá gente delante de ti a quienes bendecirás. Así que debemos prepararnos para todo lo bueno que vendrá, porque una cosa es que Él quiera dárnoslo y otra es que estemos listos para recibirlo. Si Dios te da una pareja, ¿te estás preparando para amarle, respetarle y proveerle? Muchos no reciben más bendición porque les falta preparación de carácter y de corazón.
Lo primero es dejar la pereza a un lado, ya que abundancia de desgracia hay en casa del perezoso[2]. Sabemos que la pobreza no es buena ni deseable. A nadie le gusta pasar penas para proveer en su familia o para realizar sus sueños. Por lo tanto, es necesario quitarnos de la cabeza la idea de que prosperar no es bueno. Si consideramos que estar económicamente bien no es necesario, ¿por qué envías a tu hijo al colegio? Si es bueno ser pobre, pidamos al gobierno que baje el salario mínimo, pero no es bueno, muchas cosas malas derivan de la pobreza: pleitos, robos, incluso guerras, por lo que es necesario aprender a ser diligentes y superarnos económicamente.
Todo se pierde por falta de buenas decisiones. Dios nos ha dado los talentos para producir y prosperar, pero debemos aprender a trabajar esforzadamente, de lo contrario, cometemos pecado, somos como malvados al desperdiciar nuestros talentos y lo que era para nosotros lo alcanzará otro hombre justo que sí sabe aprovechar[3].
También es determinante que enseñemos a nuestros hijos. El Señor nos habla en Proverbios de una corrección que se refiere a la educación económica porque la relaciona con el área financiera. Yo le doy gracias a Dios porque mi madre me enseñó a ser ordenado con mis finanzas, desde pequeño me enseñó sabiduría económica.
La enseñanza es para todos, hombres y mujeres, pero especialmente para las mujeres es importante ya que ellas administran la economía del hogar y son las primeras maestras de los hijos. Mujer, bendice tu hogar con buena administración, para que Dios pueda proveerte lo que necesitas para edificar tu casa[4].
La Palabra nos insiste es que es necesario apartarnos de la necedad y de la indisciplina que son malas y que traen pobreza y vergüenza. Déjate aconsejar por el Señor, quien desea enseñarnos sobre disciplina y buenos hábitos en todo sentido, incluyendo las finanzas para alcanzar honra[5]. Dile al Señor: “Apreciaré cada palabra de cada enseñanza que me des, las voy a atesorar, reprenderé la vergüenza y la pobreza”.
Pensar en la abundancia no es malo, ¡es de personas diligentes! Es dar buen testimonio de nuestra fe, porque la persona que no piensa las cosas, a quien le falta el buen juicio, rápidamente se deja llevar por sus impulsos y malgasta sus bienes[6]. Además, la Palabra nos advierte de no andar buscando negocitos fundamentados en mentiras, porque no solo es pecado, sino que conduce a la muerte. Como lo ves, pensar en prosperar es un asunto serio, no es malo, es correcto. Mucha gente se mete en problemas porque no ha sabido prosperar como Dios manda. Él quiere tu bienestar en todo sentido, y que lo logres de la forma correcta. Por supuesto que el amor al dinero es pecado y conduce a la destrucción, porque nuestra intensión debe ser correcta, no tener para atesorar sino para compartir. Hay que corregir el comportamiento económico, no codiciar o vivir solamente para hacer riquezas. También debemos aprender a vivir felices con lo que tenemos, esforzarnos por tener una mejor calidad de vida, pero no vivir de apariencias con tal de que todos crean en un bienestar económico que es mentira. El esfuerzo y la verdad deben prevalecer.
¡Planifica tus gastos! No compres por ansiedad[7]. En el hogar, junto a tu pareja, pregúntense: ¿qué tendrán, cuánto tendrán, qué sucederá si no lo logran? Vale la pena hacerlo para que el dinero no afecte su felicidad. Debes tener una meta, no te dejes llevar por ofertas o impulsos, para luego vivir frustrado, amargado y envidioso de lo que otros logran. Escucha las enseñanzas del Señor y aprende a decir no cuando te pidan hacer algún gasto fuera de tus posibilidades. Ser sincero no es vergüenza, al contrario, la pobreza y la vergüenza te esperan si no te mides.
El sabio no desperdicia comprando demás, y aprovecha al máximo lo que adquiere. Jesús, con todo Su poder, recogió lo que sobró cuando multiplicó los panes para dar de comer a la multitud. Así que aprende a sacarle el jugo a lo que tienes, eso te conducirá a una vida justa y de abundancia[8]. Un pastel muy sabro
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