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Manso y humilde de corazón

05 de junio de 2007

Tiempo de lectura: 11 minutos

 

 

La naturaleza no cumplió su ciclo de vida, porque dice que no había fruto. Y esta persona que escribe esto estaba esperando eso, porque significaba algo que iba a generar una riqueza sobre su vida. Pero la situación no quedó ahí. Había corrales, pero vacíos; por alguna razón no estaban ocupados. Este hombre está describiendo una situación de adversidad que a los seres humanos en algún momento nos toca vivir. El puso su mirada en Dios, pero sabía que debía de acompañar su fe de una actitud muy poderosa. Era un hombre que vivía un momento de adversidad muy duro, donde ni la naturaleza había correspondido.

Hace tiempo, en una porción de tierra que teníamos con mi familia, sembramos cebolla y otras cosas. ¿Y sabe qué pasó? No llovió lo suficiente, y mucha de esa cosecha se perdió y perdí dinero. Oré por lluvia y le creí a Dios por ella. Agarré los ahorros que tenía para mi boda para hacerlo, porque sabía que iba haber una respuesta de la naturaleza y con eso iba a fructificar, pero no obtuve el fruto que esperaba y perdí dinero. Entonces, entendí que a pesar de esa situación, tenía que haber en mi corazón una actitud correcta ante la adversidad. Sin embargo, hubo una respuesta de parte de Dios para mi vida. Y a pesar de la adversidad, pude entender que Dios estaba conmigo y mientras El esté conmigo, mientras yo siga confiando en su promesa, mientras yo siga dependiendo que El tiene el control de todo, estoy convencido que siempre vendrá una respuesta de Dios. Y eso me sostiene. ¿Y sabe qué paso? Sí me casé y lo hice mejor que si hubiera obtenido el fruto que deseaba. Y fue porque en ese momento, aprendí a depender de Dios, le dije que yo había hecho mi parte y ahora sólo quedaba esperar en El. Gasté todos los recursos que tenía, y de ahí en adelante sólo quedaba la fe. Para Dios no hay nada imposible.

Me gusta hablar del reino de Dios y cómo opera. Este demanda cosas de nosotros. Mientras conozca más de Dios, va a seguir siendo renovada a otro estado de vida. Me interesa que los hijos de Dios vivamos una vida plena dentro del reino, que sepamos cómo funciona. Usted es un ser espiritual, a usted lo conocen en la tierra y en el cielo; de ustedes se habla en el cielo y en la tierra. El diablo lo conoce a usted, sabe dónde vive, qué hace, conoce las obras de fe que usted tiene, conoce sus debilidades también, pero ahora no me interesa hablarle de eso. Lo que me interesa saber es cómo puedo ser efectivo en el reino de Dios. Todos necesitamos que el Reino funcione siempre sobre nuestras vidas. Por eso, Jesús cuando les enseñó a orar, les dijo que pidieran porque se hiciera la voluntad del cielo en la tierra. Debe ser una persona que sea capaz de generar lo que se hace en el cielo, aquí en la tierra. Me interesa que llueva sobre su vida todo aquello que en el cielo existe. Que usted salpique a otros, que en su casa haya bendición, seguridad, fe, un hogar estable. Me interesa que digan sus hijos: “Quisiera volver a nacer de los papás que tengo, porque me han instruido dentro del Reino”. “Me gustan esos padres, porque a pesar de las circunstancias, siempre están unidos. Me interesa que vivan felices, con todo y la adversidad que hay en la tierra.

Quiero hablarle de dos cosas muy importantes, dos actitudes que tienen que ver mucho dentro del reino de Dios.

Lucas 18:9-13 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

Jesús identificó a dos tipos de personas dentro de la multitud. Uno llegó diciendo todo lo que hacía. Lo que el fariseo hacía era bueno, ayudaba, daba su diezmo. Sin embargo, llegó a justificarse delante de Dios, y eso es una pésima manera de acercarse a El. Eso casi nunca sirve. Este hombre quiso justificarse de esta manera. Pero vino el otro hombre que pidió misericordia, que no se creía digno. Y éste recibió antes una respuesta del Padre antes que el otro.

Citó esta parábola porque quería hablar de algo muy poderoso que quiere salir del corazón del hombre; algo que ciertos corazones lo confunden, habla acerca de la humildad y aquí hay un principio.

Dice que dijo que cualquiera que se enaltece, será humillado y el que se humille será exaltado. Le quiero pedir favor que cada vez que llegue un momento de humillación a su vida, primero examine si antes de eso no vino una altivez de su parte. Pero sino fue así, es porque viene después la exaltación.

Mateo 11:20 Esto se vuelve muy importante porque también encontré que en cierta ocasión, llegó a un lugar donde no encontró buena parte de la humildad que mueve el corazón de Dios. El orgullo también mueve el corazón de Dios, sólo que la respuesta es diferente. A mí me interesa llegar a un punto de cómo identificar qué es ser manso y humilde de corazón. Se nos dice “Manso, pero no menso; no te dejes”. Como que fuimos programados a reaccionar siempre de una manera incorrecta. Todo ser humano debe reaccionar siempre, pero la forma en que lo hace depende de los valores que lleva dentro. ¿Qué beneficio va a recibir? ¿Tiene poder el ser humilde? Se lo voy a mostrar. Pero veamos qué fue lo que pasó cuando Dios encontró una ciudad ajena a esto.

Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo: !!Ay de ti, Corazín! !!Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza.

Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras. Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti. En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

La mansedumbre y la humildad era todo aquello que a aquellas ciudades les hacía falta, porque ellos se creían muy sabios y entendidos. Ahora pregunto: ¿La sabiduría es mala? ¿El ser entendido o muy inteligente es malo? Pero se vuelve una de las razones por las cuales el corazón se enorgullece. La historia comienza cuando viene Jesús y hace mención de todo lo que Dios había hecho por esas ciudades. Dice que empezó trayendo un bien, manifestando su poder. Ahora, ¿qué hace Dios manifestando el poder en medio de una ciudad donde hay muchos sabios y entendidos? ¿Cree que con sabiduría puedo yo hacer un milagro? ¿Mientras más sabio soy, más milagros de sanidad puedo hacer? ¿Tiene que ver una cosa con la otra? Entonces, ¿por qué Dios empezó a hacer milagros? Porque ni la sabiduría sirve para eso. El ser sabio sirve para tomar decisiones. Dios comenzó con una visitación. El problema es que cuando llega una persona muy sabia, llega el momento en que deja de reconocer en su corazón que sólo Dios puede hacer eso. Trayéndoles un bien, lo menospreciaron.

Aquí viene el primer principio: ¡Qué bueno que usted tiene muchas capacidades, habilidades! Desarróllelas, crezca y vuélvase grande, pero nunca deje que su corazón empiece a menospreciar las manifestaciones que El tiene para sus hijos. Porque el menospreciar la visitación de Dios sólo provoca que la ira de Dios se encienda. El comenzó haciéndoles un bien, y terminó condenándolos. Nunca deje que su corazón se llene de vanagloria al punto de menospreciar lo que Dios ha hecho.

El día que empecemos a ser malagradecidos, en ese momento dejamos de obtener la bendición de Dios. Porque así como hay gente que lo provoca para bendición, también hay gente que lo provoca para ira.

La mansedumbre y humildad abre la oportunidad de abrir descanso para su alma. Tengo que encontrar el verdadero sentido de la humildad. Esta es la virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y de todos modos, obrar de acuerdo a este conocimiento. Busqué qué era mansedumbre y encontré algo muy profundo: actitud de manso; que se deja dirigir para poder ser guía de otros.

Eclesiastés 10:4 Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas.

Ahí empezamos a reconocer qué es una persona de un corazón manso y humilde. Quiero tocar estas dos palabras porque sé lo que va a lograr cuando sea una virtud que mantenga todo el tiempo en su vida. Porque mientras me escucha, todos parecen personas mansas y humildes, pero basta que alguien encienda el enojo, la ira, la desesperación, cómo es que usted reacciona, porque la humildad tiene el poder de abrirle puertas, el orgullo se las cierra. La humildad tiene el poder de hacerlo llegar delante de Dios, el orgullo hace que El se aleje de usted.

Tito 3:1-2 Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres.

Cuando leí esta parte, encontré que una de las virtudes del manso y humilde, es el que sabe seguir instrucciones y corresponder a la dirección que se le dé. Es esa persona que siempre está dispuesta a hacer lo que le piden, no  importando cómo se lo pidan ni cuándo; no importando lo que tenga que dejar de hacer para cumplirlo. Toda persona que se quiera ejercitar en eso es la que logra ser mansa y humilde para con los que ve, y seguramente, podrá serlo para con el que no ve. El ejercicio es cuando usted puede ser manso y humilde para con sus papás o su jefe. El problema es que estos valores se van perdiendo mientras nuestro ego toma el control de nuestro corazón y éstos desaparecen. Puede llegar el momento que Dios nos cierra las puertas donde necesitamos que las abra.

I Pedro 3:10 Porque: El que quiere amar la vida Y ver días buenos, Refrene su lengua de mal, Y sus labios no hablen engaño; Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones;

Quiere decir que usted tiene la capacidad de llamar la atención de Dios cuando comienza en el verso 10 a hacer lo que El dice, y sus oídos atentos a sus oraciones. Dios escucha todo, sí; pero no responde igual a unos que a otros. En este momento, Dios está oyendo lo que estoy diciendo. Pero El no le va a responder igual a usted que a los que no están hoy aquí. El está observando la actitud con la cual nos desenvolvemos en la vida y eso vale para que Dios atienda nuestras suplicas.

Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones; Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros;

Quise leer esta parte, porque mansedumbre no es quedarse callado aguantando lo que le están tirando a uno. Mansedumbre es aprender a responder, es tener respuestas correctas en el momento preciso. Es tomar dominio sobre nuestro ego, nuestro orgullo y presentar una respuesta correcta en el momento preciso. No es quedarse callado. Eso se llama mudez, porque no habló. Se denota en la forma en que usted arregla las cosas, en que llega a resolver los asuntos de su vida; se nota cuando en medio de un conflicto conyugal, siempre tiene las palabras correctas para corregir lo que hay que corregir. Mansedumbre no es responder o tener una respuesta ofensiva en el momento de un conflicto. La mansedumbre y humildad abre puertas, el orgullo las cierra. ¿Se necesita humildad para perdonar? ¿Para cuando dicen algo que no es cierto de usted? ¿Se necesita mansedumbre para tratar con el jefe?

Si no tiene mansedumbre, no va a poder dirigir. Trate de dirigir a alguno que no sea manso. ¿Cómo pretende uno trabajar en un lugar donde no se dejan dirigir, donde no le pueden decir cómo hacer las cosas? La persona que no se deja dirigir es porque piensa que la está menospreciando y no es así.

Salmo 25:9 Encaminará a los humildes por el juicio, Y enseñará a los mansos su carrera.

Una persona con humildad y mansedumbre, se va a dejar dirigir por Dios, sabe cómo Dios lo va a establecer.

Salmo 138:6 Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, Mas al altivo mira de lejos.

Isaías 57:15 Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.

En la Biblia se marcan todos aquellos hombres que con el orgullo lo llevaron a la perdición. La humildad tiene el poder de abrirle puertas. Y la más importante que se puede abrir en la vida es la del trono de Dios. Para transformar de un corazón orgulloso a un humilde, hay un proceso. Le voy a contar la historia de un hombre que fue pasado por el horno para crear dentro de él un corazón con humildad, un corazón manso para ser posicionado donde pudiera soportar cualquier cosa. Uno de los riesgos más grandes es cuando el corazón se enorgullece. Dios le recalcó a su pueblo: “no te olvides de donde te saqué”. Tuvieron que pasar un proceso donde el corazón tenía que ser probado, sólo así estuvieron listos para conquistar una tierra, porque el corazón necesitaba un nivel diferente.

El corazón suyo tiene mucho poder para hallar gracia o para que Dios lo vea de lejos. Tiene la capacidad de volvernos personas que todo el tiempo estamos buscando que nadie se aproveche de nosotros. No estoy hablando de gente que hace con nosotros lo que quiere, sino de personas que se saben comportar y tienen las palabras correctas para que sepan responder en el momento adecuado. Estoy diciendo que guarde su corazón y sepa responder. Porque mientras la humildad y mansedumbre reinen en su corazón, siempre va a tener una palabra adecuada para responder y va a ganar cualquier conflicto que se le presente. Imite la actitud de Jesús; a José que a pesar de la adversidad, pudo mantenerse de una forma correcta, porque supo que estaba siendo preparado para un momento de exaltación. Hay cosas que no han llegado a nuestra vida porque no hemos permitido que la humildad se quede.

Nosotros hace un tiempo nos quedamos sin casa, sin carro, con una deuda de más de un millón de quetzales, perdimos la casa, la tierra que teníamos, una finca. Una crisis total, casi nos perdemos como familia, ese fue nuestro desierto, pero El nos sacó de ahí. Eso fue muy difícil para nosotros, fue nuestro desierto. Y escuche lo que nos pasó: El nos sacó de ahí, nos prosperó y llegó el día de estrenar nuestra casa, nuestro carro. Primera vez que podíamos subirnos a un carro con 0 km, y como que me empezó a cautivar dentro del corazón. Esas cosas en ese tiempo cambiaron mi corazón y yo era en la calle esa típica persona que por andar en carro nuevo, todos los demás se tenían que hacerse a un lado. Yo llegué, le entregué las llaves a mi papá y le dije: “Aquí están, no lo voy a usar”, porque yo sabía lo que eso había provocado en mí. La grandeza no es mala, es peligrosa para tener los valores correctos dentro del corazón. Cuesta tanto llegar hasta ahí, y se pierde tan fácil. Yo me despojé de eso.

Es necesaria la adversidad para mantener un corazón manso y humilde. La adversidad sólo es una preparación y de ahí, van a surgir los valores que nos mantendrán. Dios puede exaltar a aquellos corazones que sabe cómo van a reaccionar en las alturas.

Esta es una prédica que usted se va a recordar de mí durante los próximos días. Porque cuando empiece el momento en que traten con su corazón, cuando ya lo premiaron, cuando ya esté en alto, se va a recordar de mí. Y espero que ese recuerdo le sirva para alcanzar un logro más, no para retroceder. Dios quiere exponerlo a usted y quiere manifestar a través de sus hijos que hay un carácter cuando logran algo.

Esta es una enseñanza que se pone en práctica cada vez que venga la adversidad. Cuando lo logre vencer, va a ser un hijo que sabrá para qué viene la adversidad en el reino.

“Padre, te pido que los guíes, que los ayudes, que cada vez que logren algo, las virtudes  nazcan en corazón, que no haya nadie capaz de cautivarlos más que la mansedumbre y humildad que debe reinar en sus corazones”

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