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No destruyas tu gozo | parte 2

No destruyas tu gozo | parte 2

08 de octubre de 2024

Tiempo de lectura: 6 minutos

El cristianismo no solo se trata de bendiciones, es formación para vivir en la bendición. Es muy difícil hacer una buena oración cuando el amor por nosotros mismos es escaso. Debido a eso Jesús resumió la ley en dos grandes mandamientos, los que tienen que ver con amar a Dios y los que orientan a amar al prójimo, como a uno mismo.

Entonces, la dirección del amor es primero hacia Dios, segundo amarse a sí mismo para ser capaz de amar al prójimo, y eso ya es una protección porque para enfrentar las crisis de la vida se necesita autoestima y resiliencia, de ese modo si te caes siete veces te levantas nuevamente. En esta prédica aprendemos cómo se hace para no perder el gozo y la alegría de vivir con una sonrisa, mucha paz y la vida abundante que Jesús nos ha ofrecido.

Vive la fe enfocado en la oración y no en la preocupación

Que seamos personas de fe quienes al creer en las respuestas a su petición se sanan internamente, así como fue el caso de Ana, la madre del profeta Samuel que pasó de estar atribulada y en aflicción a la alegría y la paz de un milagro, que todavía no había recibido, pero en fe ya lo había conquistado.[1] Solo el hecho de vivir creyendo y confiando en Dios trae consigo la felicidad.

Dos emociones transformadoras

El reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo[2], vemos dos emociones vitales la paz y el gozo. Por consiguiente, no podemos perderlas, pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza y vivimos con la paz que sobrepasa todo entendimiento, y si eso es lo que nos guarda, no dejemos que se nos destruya.

Emociones negativas y contagiosas

Una emoción negativa es la amargura, que además es contagiosa, por eso es importante no participar de conversaciones contaminadas por una vida amargada, donde tienes dos opciones, presentarle a Jesús para que sea sanada o retirarte de allí, lo antes posible.[3, 4]

Toda esa amargura se forma principalmente, derivada de la envidia, que es un sentimiento de enojo porque no posees lo que otros tienen, que por lo regular son bienes materiales. En la parábola de los obreros de la viña que recibieron un pago igual por jornada completa, que los últimos contratados por una hora, alguien mostró dos actitudes incorrectas: falta de agradecimiento y murmuración en contra de su empleador, y eso fue motivado por la envidia.[5]

Un corazón limpio trae cambios positivos

En las desigualdades de la vida, aparecen injusticias, lo importante es como respondemos ante ellas. Aunque cada uno reacciona de diferente manera ningún pesar justifica que madure la envidia. Que el tamaño del sufrimiento no te amargue, porque el reino de Dios te sana y da paz con abundante gozo del Espíritu Santo.

El perdón y la generosidad pueden cambiar las cosas, pero la envidia es una pasión malsana que causa daño al alma, la deprime y la entristece.  La envidia empaña la vista para no ver lo bueno de la vida, genera argumentos falsos para que el chismoso los divulgue y otros se lo crean.[6] Sobre todo, cuando le afecta la excelencia de los logros de otras personas.

Jesús, en nuestro corazón, puede traer la sanidad que se necesita y transformar esas heridas en justicia, paz y gozo, porque Él mismo fue entregado por envidia.[7] Entonces, la envidia conduce directamente a un estado peor que es la amargura.

Tienes un Padre celestial que responde tus peticiones

En la lectura del Salmo 73 aprendemos que Dios es bueno, pero nuestro corazón necesita estar limpio de toda envidia antes que nos aprisione en la amargura. Vive en humildad para disfrutar de la riqueza sin estar deseando lo que a otros les luce, porque tienes un Padre celestial que te da todas las cosas que le pidas.

Finalmente, rinde toda tu vida en la presencia de Dios y quedarás limpio, sano y libre para que tu gozo no sea destruido y esté completo.  

Referencias

[1]1 Samuel 1:8-18 (RVR1960): Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. Y ella dijo: halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.

[2]Romanos 14:17 (RVR1960): porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.

[3]Hebreos 13:5-6 (RVR1960): Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me pueda hacer el hombre.

[4]Hebreos 12:15-17 (RVR1960): Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.

[5]Mateo 20:7-15 (RVR1960): Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?

[6]Eclesiastés 4:4 (RVR1960): He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.

[7]Mateo 27:17-18 (RVR1960): Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo? Porque sabía que por envidia le habían entregado.

[8]Salmos 73 (RVR1960): Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos. Porque no tienen congojas por su muerte, pues su vigor está entero. No pasan trabajos como los otros mortales, ni son azotados como los demás hombres. Por tanto, la soberbia los corona; se cubren de vestido de violencia. Los ojos se les saltan de gordura; logran con creces los antojos del corazón. Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia; hablan con altanería. Ponen su boca contra el cielo, y su lengua pasea la tierra. Por eso Dios hará volver a su pueblo aquí, y aguas en abundancia serán extraídas para ellos. Y dicen: ¿Cómo sabe Dios? ¿Y hay conocimiento en el Altísimo?  He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas. Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón y lavado mis manos en inocencia; pues he sido azotado todo el día, y castigado todas las mañanas. Si dijera yo: hablaré como ellos, he aquí, a la generación de tus hijos engañaría. Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores. Como sueño del que despierta, así, Señor, cuando despertares, menospreciarás su apariencia.

Se llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti. Con todo, yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; más la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras.

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