28 de abril de 2018
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Cuando ingerimos alimentos insalubres, la reacción natural del cuerpo es vomitarlos. Nosotros, como cuerpo de Cristo, debemos evitar frutos que sean indignos de Él. No basta que los frutos que demos sean abundantes ya que también deben ser honestos y ricos en fe.[1]
Si siempre presentas el mismo fruto una y otra vez, tarde o temprano olerá mal. No seas de las personas a las que les gusta vivir en el pasado y de cosechas pasadas, y más bien presenta frutos renovados de amor y que no sean perecederos, tal como lo son, por ejemplo, las almas que ganas para Cristo.
Cuando presentamos a Dios nuestros frutos, Él sabe si los entregamos o no con fe. Entregar un fruto pequeño pero con fe vale más que dar uno abundante pero sin ella. La fe con la que damos debe ser más preciosa que el mismo oro.[2] Hemos sido vestidos de blanco por una obra de justicia[3] [4] y entregar un fruto renovado y honesto es un acto de justicia.
A veces presentamos frutos y solemos tener la certeza de que lo hacemos de buena forma, pero ¿alguna vez los has cuestionado? ¿Realmente te has preguntado si son del agrado de Dios? ¿Cuál es la historia detrás de tu cosecha?
Sé del caso de un empresario que a base de competencia desleal logró cosechar fruto abundante. Él empezó trabajando para la empresa de la competencia y allí aprendió todo lo que sabía, pero al independizarse empezó a “robar” clientes rebajando el valor de sus servicios a un precio tan bajo que su antiguo empleador no pudo competir. Luego, cuando presentó su cosecha al Señor, obviamente fue más abundante que la de la competencia, pero ¿en realidad se trataba de un fruto honesto? ¿Con qué intención y bajo cuál circunstancia estás presentando tus frutos? ¿Lo haces por vanidad y por exhibirte ante los demás, o en verdad lo haces por amor y fe?
Nuestros talentos, nuestras proezas y nuestros logros no deben ser para alimentar nuestro ego sino honrar a Dios. Ora y pide al Señor que te enseñe cómo presentar frutos honestos y llenos de fe.
[1] Santiago 2:5 (NTV): Escúchenme, amados hermanos. ¿No eligió Dios a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe? ¿No son ellos los que heredarán el reino que Dios prometió a quienes lo aman?
[2] 1 Pedro 1:5-7 (NTV): Por la fe que tienen, Dios los protege con su poder hasta que reciban esta salvación, la cual está lista para ser revelada en el día final, a fin de que todos la vean. Así que alégrense de verdad. Les espera una alegría inmensa, aunque tienen que soportar muchas pruebas por un tiempo breve. Estas pruebas demostrarán que su fe es auténtica. Está siendo probada de la misma manera que el fuego prueba y purifica el oro, aunque la fe de ustedes es mucho más preciosa que el mismo oro. Entonces su fe, al permanecer firme en tantas pruebas, les traerá mucha alabanza, gloria y honra en el día que Jesucristo sea revelado a todo el mundo.
[3] Isaías 61:10 (NTV): ¡Me llené de alegría en el Señor mi Dios! Pues él me vistió con ropas de salvación y me envolvió en un manto de justicia. Soy como un novio vestido para su boda o una novia con sus joyas.
[4] Apocalipsis 19:8 (NTV): A ella se le ha concedido vestirse del lino blanco y puro de la más alta calidad». Pues el lino de la más alta calidad representa las buenas acciones del pueblo santo de Dios.
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